viernes, 6 de marzo de 2015

Tres meses de espera. Santa Teresita del Niño Jesús (XV)

       La Madre María de Gonzaga decidió que mi entrada en el Carmelo no se efectuase  hasta después de la cuaresma.

         ¿Cómo transcurrieron estos tres meses tan ricos en gracias para mi alma?

         Al principio me vino la tentación de no molestarme en llevar una vida tan ordenada como la que por costumbre hacía. Pero bien pronto comprendí el valor de aquel tiempo que se me concedía, y resolví entregarme más que nunca a una vida seria y mortificada.

         Cuando digo mortificada, no es para hacer creer que hacía grandes penitencias. ¡Ay, nunca hice ninguna! Muy lejos de parecerme a esas grandes almas que desde su infancia practicaron toda clase de mortificaciones, yo no sentía por ellas ningún atractivo. Sin duda, aquello era debido a mi flojedad, pues no hubiera podido, como Celina, buscar mil pequeñas industrias para sufrir.

         Mis mortificaciones consistían en quebrantar mi voluntad, siempre dispuesta a salirse con la suya; en callar cualquier palabra de réplica, en prestar pequeños servicios sin hacerlos valer, en no apoyar la espalda cuando me sentaba, etc., etc.,…

Con la práctica de estas naderías me preparé a ser la prometida de Jesús, y me es imposible decir qué cantidad de dulces recuerdos me dejó esta espera…

Tres meses pasan pronto. Por fin, llegó el momento tan ardientemente deseado.


(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita del Niño Jesús).


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