La grandeza del sacerdocio de
Cristo puede infundir temor. Se puede sentir la tentación de exclamar con san
Pedro: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”, porque nos
cuesta creer que Cristo nos haya llamado precisamente a nosotros. ¿No habría podido
elegir a cualquier otro, más capaz, más santo? Pero Jesús nos ha mirado con
amor precisamente a cada uno de nosotros, y debemos confiar en esta mirada.
(Discurso de Benedicto
XVI. Encuentro con el clero. Catedral de Varsovia. Jueves 25 de mayo de 2006)
No hay comentarios:
Publicar un comentario