“Simeón los bendijo y dijo a María su madre: Éste está puesto para caída
y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, y a ti
misma una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las
intenciones de muchos corazones.” (Lc. 2, 34-35).
Jesús y
María: el Corazón del Hijo y el Corazón de la Madre. Dos corazones que se
palpitan al mismo ritmo, que aman y buscan lo mismo, dos corazones con los
mismos sentimientos, con los mismos intereses, dos corazones que se entregan e
inmolan. Presentamos al Señor a los sacerdotes y consagrados: para que
sus corazones sean semejantes al de Jesús y al de María. Pedimos también por
aquellos que sienten la orfandad al haber perdido a sus seres queridos,
particularmente a sus padres, para que la verdad de la resurrección los
conforte, recordando las palabras del Maestro: “Todo el que haya dejado casas,
o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por mi nombre,
recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.”
Reparamos
a los Sagrados Corazones por aquellos sacerdotes y consagrados que viven
apegados y dominados por los afectos humanos. Queremos reparar también por
aquellos que por falta de confianza en las palabras del Señor y por las
renuncias que implican se resisten a seguir la llamada al sacerdocio o la vida
consagrada.
(Sacerdotes de la Iglesia del Salvador, Toledo)