“Vosotros, todos los que pasáis por el
camino, mirad y ver si hay dolor semejante al dolor que me inflige, con el que
Yahvé me ha herido el día de su ardiente cólera” (Lam 1, 12).
En esta
última caída de Jesús antes de llegar al Calvario, en la que nuevamente se
levanta para cumplir la voluntad del Padre, presentamos al Señor a los
sacerdotes y consagrados ancianos. Ellos acumulan años de entrega, de
sacrificio y de perseverancia. Pedimos por ellos para que ahora en su ancianidad
vean recompensados sus trabajos y como el anciano Simeón aguarden en oración el
momento de la manifestación del Señor que vendrá a buscarlos para sentarlos en
las bodas eternas. Pedimos también para que se sientan valorados por su Iglesia
y sus comunidades, que nunca se sientan solos y abandonados, que nunca le venza
la tentación de sentirse inútiles por verse incapacitados para el trabajo
apostólico.
Reparamos
también por aquellos sacerdotes y consagrados que llegados a la ancianidad han
perdido la fe y la esperanza, se han enfriado en la caridad, han endurecido sus
corazones al amor de Cristo.
(Sacerdotes de la Iglesia del Salvador, Toledo)
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