domingo, 30 de noviembre de 2014

Año de la Vida Consagrada


Queridas consagradas y queridos consagrados:

Os escribo como Sucesor de Pedro, a quien el Señor Jesús confió la tarea de confirmar a sus hermanos en la fe (cf. Lc 22,32), y me dirijo a vosotros como hermano vuestro, consagrado a Dios como vosotros.

Demos gracias juntos al Padre, que nos ha llamado a seguir a Jesús en plena adhesión a su Evangelio y en el servicio de la Iglesia, y que ha derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo que nos da alegría y nos hace testimoniar al mundo su amor y su misericordia.

He decidido convocar un Año de la Vida Consagrada haciéndome eco del sentir de muchos y de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, con motivo del 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, que en el capítulo sexto trata de los religiosos, así como del Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa. Dicho Año comenzará el próximo 30 de noviembre, primer Domingo de Adviento, y terminará con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero de 2016.

Después de escuchar a la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, he indicado como objetivos para este Año los mismos que san Juan Pablo II propuso a la Iglesia a comienzos del tercer milenio, retomando en cierto modo lo que ya había dicho en la Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata: «Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir. Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas» (n. 110).


(Carta Apostólica del Santo Padre Francisco a todos los consagrados con ocasión del Año de la Vida Consagrada).


sábado, 29 de noviembre de 2014

Magnificat



                                       «Proclama mi alma la grandeza del Señor,                                                                       se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador,                                                                   porque ha mirado la humillación de su esclava.                                
                               Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,                                              porque el Todopoderoso ha hecho cosas grandes por mí:          
                                                         ¡su Nombre es santo!                                                                            y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.        
                                                  Él hace proezas con su brazo,                                                                                      dispersa a los soberbios de corazón,                                   
                         derriba del trono a los poderosos  y enaltece a los humildes,                                                                  a los hambrientos los colma de bienes                                                                  y a los ricos los despide vacios.                
                                Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia,                                                            como lo había prometido a nuestros padres,                                          en favor de Abraham y de su descendencia por siempre.


(Lc. 1, 46-55)


viernes, 28 de noviembre de 2014

El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo


     "La ciudad celestial la edifica el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo; la ciudad terrena la edifica el amor propio hasta el desprecio de Dios", por eso dice el Señor "el que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo" (Mt. 16, 24).

         Hay dos clases de amor propio: uno es bueno y otro malo. El bueno es aquel que nos lleva a procurar la vida eterna. El malo es el que nos lleva a procurar los bienes de la tierra, con detrimento del alma y con disgusto de Dios.

         Todo trabajo el trabajo del alma espiritual consistirá en frenar la marcha desarreglada del amor propio, lo cual es oficio de la mortificación interior o abnegación de sí mismo, que como nos enseña San Agustín, consiste en "regular los movimientos del corazón".

         ¡Pobre alma cuya dirección se encuentre en manos de sus apetitos! "El enemigo más temible es el doméstico", dice San Bernardo. Enemigos son el demonio, el mundo; pero el peor de todos es nuestro amor propio, porque es "para el alma el gusano que va royendo las raíces de la planta, hasta que le priva no solo de frutos, sino también de la vida". (Sta. Mª Magdalena de Pazzis)


jueves, 27 de noviembre de 2014

Santa Maravillas de Jesús (II)


La gripe de 1918, el famoso “catarro universal” es lo que por fin toca el corazón de la Marquesa viuda de Pidal. Maravillas cae gravemente enferma, y su madre piensa que si se le muere se quedará sin ella, mucho más que sí se fuese al convento. Por fin se decide y habla con su hija:
-      “Oye Maravillas, ¿tú sigues pensando lo mismo?”
Maravillas no cree lo que está oyendo, y duda si hablar.
-      Pues mira, si no me lo dices ahora, no cuentes con que tenga valor para volverte hablar de ello nunca.
Viendo ya en esta respuesta de su madre la voluntad de Dios, Maravillas habla. Para Maravillas había llegado la hora tan deseada, pero no dejaba de ser la hora del sacrificio. La gracia no destruye la naturaleza: “Con toda mi alma hago el sacrificio de la separación de mi madre, pero ¡cuánto cuesta!
Ella está decidida a realizar su vocación cuanto antes. Su corazón sangraba, al pensar que dejaba a su madre sola. La marquesa de Pidal, una vez dado el permiso, no se volverá atrás, y muestra su grandeza de alma al sacrificar su propia satisfacción y el cariño y el cuidado que podía esperar de su hija por entregársela al Señor.

Dios nunca se deja vencer en generosidad. Su hija, desde el convento, le proporcionaría alegrías más profundas de las que en el mundo podría haber esperado.

(Si tu le dejas. Vida de la Madre Maravillas de Jesús).


miércoles, 26 de noviembre de 2014

Santa Maravillas de Jesús (I)


Era en las veladas nocturnas cuando le hablaba de su vocación a su padre, del gran vacío que le dejan las cosas del mundo y de sus ansias de darse a Dios en un convento de clausura.

“Yo comprendí que el mundo no tenía
con que saciar mi pobre corazón
me enamoré del Hijo de María
y le entregué para siempre mi amor.”

Sin embargo, su padre muere. Maravillas duda que hacer, y cuánto más tiempo pasa, más difícil le parece  dejar a su madre. De vez en cuando la tantea:
-      ¿Sabes que la señora N. ha dejado entrar monja a su hija? Va a entrar en el Sagrado Corazón.
Su madre por todo comentario le contesta:
-      Poca falta le haría.


Años después la Madre Maravillas lo contaba a sus hijas, y se reía  diciendo: “Me salió mal la indirecta”.

(Si tú le dejas. Vida de la Madre Maravillas de Jesús).


martes, 25 de noviembre de 2014

Frutos de la abnegación


       Una vida de abnegación es fundamental en toda vida cristiana que aspire seriamente a la santidad, mucho más en toda persona que Dios ame con ese amor de predilección que es la vocación.
          En primer lugar la abnegación nos aparta de los gustos de los sentidos, que hieren y con frecuencia matan el alma. La abnegación nos hace con la gracia de Dios que vayamos siendo dueños de nuestras pasiones, y no sean estas las que nos arrastren a la vida de pecado y de gustos del mundo.
          En segundo lugar, la abnegación nos hace expiar la culpa por los pecados cometidos.
          Pero lo más importante es que la abnegación eleva el alma a Dios. Nunca podrá elevarse a Dios un alma, dice San Francisco de Sales, si la carne no está mortificada y deprimida
          Y Santa Teresa de Jesús tiene sus enseñanzas salpicadas de máximas sobre la importancia de la abnegación en la vida para elevarse a Dios... porque "regalo y oración no se compadece", y "creer que admite Dios a su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos es disparate".

          La abnegación no es otra cosa que la manifestación práctica de una vida en donde quiere reinar el Amor de Dios.

lunes, 24 de noviembre de 2014


“Los que por amor a Dios y de su eterna salud sienten en su corazón el deseo de abrazar este estado de perfección y de santidad, pueden creer, sin duda alguna, que tal deseo viene del cielo, porque es demasiado generoso y está por encima de los sentimientos de la naturaleza” (San Juan Bosco).


domingo, 23 de noviembre de 2014

Jesús de Nazaret, Hijo del Hombre e Hijo de Dios, Sumo Sacerdote, Pastor y Maestro

Mirad a Cristo. Lo decimos en particular a vosotros, jóvenes, con paterno afecto y con gran confianza. Mirad a Jesús de Nazaret, Hijo del Hombre e Hijo de Dios, Sumo Sacerdote del nuevo Pueblo de Dios, Pastor eterno de su Iglesia, que ha ofrecido la vida por su rebaño, "tomando la forma de siervo..., hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz". De Cristo proviene, como de un puro y divino manantial, el sacerdocio de la Nueva Alianza: tanto el común de los fieles, en virtud del sacramento del bautismo, como el ministerial, en virtud del sacramento del orden; de Él proviene el don de los "consejos evangélicos de castidad consagrada a Dios, de pobreza y de obediencia, como fundados en las palabras y ejemplos del Señor"; de Él, también el mandato misionero "Id, pues; enseñad a todas las gentes", para llevar su verdad y su salvación al género humano "hasta la consumación del mundo”. Sólo una intimidad vivida día a día con Él, en Él y por Él puede hacer nacer y acrecentarse en un corazón juvenil la voluntad de donarse irrevocablemente, sin compromisos ni debilidades, con una alegría siempre nueva y regeneradora, a las responsabilidades de ser "ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios"; así como la de perseverar en los compromisos crucificadores, propios de la vocación cristiana que brota del bautismo y se desarrolla durante todo el curso de la vida. Mirad pues a Cristo siempre, para instaurar con Él un diálogo decisivo y fiel.


(Mensaje de Pablo VI para la XV Jornada Mundial de oración por las vocaciones)

sábado, 22 de noviembre de 2014

La Virgen María en la Visitación


          En la escena de la Visitación sobresalen dos virtudes de la Virgen María.


En primer lugar, la actitud humilde y servicial de María, que en cuanto sabe que su prima está a punto de dar a luz,  sin tardar acude allí, a pesar de la incomodidad del viaje, para ponerse al servicio.


En segundo lugar, vemos como Santa Isabel ensalza a María por “haber creído, porque lo que te fue anunciado se cumplirá”, es decir, por su gran fe.

Tomemos estas actitudes de María, modelo por excelencia de entrega a Dios, para  responder nosotros también con esa misma generosidad a la llamada que el Señor nos hace. Esforcémonos por tener una actitud de servicio ante las personas que nos rodean y practiquemos a lo largo del día tantos actos de fe como podamos para fortalecer esta virtud. Un acto de fe puede ser por ejemplo, haced la genuflexión al ponernos delante del Sagrario con el debido recogimiento, siendo conscientes de que estamos ante el Señor.

 

viernes, 21 de noviembre de 2014

San Francisco de Borja


       El encuentro con la muerte le dio nueva vida.
 
          El mismo año que fue nombrado Virrey de Cataluña,  Francisco recibió la misión de conducir a la sepultura real de Granada los restos mortales de la emperatriz Isabel. Él la había visto muchas veces  rodeada de aduladores y de todas las riquezas de la corte. Al abrir el ataúd para reconocer el cuerpo, la cara de la difunta estaba ya en proceso de descomposición. Francisco entonces tomó su famosa resolución: « ¡no servir nunca más a un señor que pudiese morir!"» Comprendió profundamente la caducidad de la vida terrena.

          Después de la muerte de su esposa, en 1546, que acabó de desligarlo del mundo, entró en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general.  


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Si queremos dar gusto a Dios

 
        Si queremos dar gusto a Dios hay que reformar los gustos, debemos apetecer lo que rechaza la carne y rechazar lo que la carne apetece, pues "la carne se inclina lo contrario que es espíritu, y el espíritu a lo contrario que la carne" (Gal. 5, 7). Pues si es propio de los brutos la satisfacción de los sentidos, y propio de los ángeles atender a la voluntad divina, con razón si atendemos  a hacer la voluntad divina nos convertimos en ángeles, si nos damos a satisfacer a los sentidos nos convertimos en brutos. O ponemos en cuerpo bajo el poder el alma, o el alma quedará bajo los pies del cuerpo. "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo..." nos dice el Señor. La abnegación es imprescindible para conocer y seguir al Señor.
 
         "No diré que un alma tiene verdadera vida interior si a la profunda vida de oración no le une una intensa vida de abnegación" (S. Ignacio de Loyola)
    
 

Santa Inés



-Algo vergonzoso he oído decir de ti, Inés - exclamó el  prefecto -. Según me aseguran, formas parte de la reprobable secta de los nazarenos. Con todo, cerraré mis ojos a tu crimen si estás dispuesta a escuchar las pretensiones de mi hijo, que te pide tu mano.
-Jamás quebrantaré mi fidelidad a Aquel a quien me he prometido solemnemente - repuso con entereza la niña.
-Y ¿quién es ese que posee tu corazón?
      -¡Jesucristo, mi Rey y Señor! - contestó ella sin titubear.
     -¡Tendrás que repudiarle y renegar de su nombre! - exclamó el prefecto, ordenando a un esclavo que extendiera ante ella los instrumentos de la tortura.
        Palideció Inés por un momento, mas luego dijo:
   -Aquel a quien yo amo me dará fuerzas para soportar todos los dolores.
       El juez la condenó entonces a muerte.
      Dirigióse Inés al lugar de la ejecución con aspecto tan tranquilo cual si siguiese el camino de su boda. Todo el temor que durante el interrogatorio se había apoderado de ella se había disipado ya. Tan profundo sentía el amor a su divino Esposo, que ningún tormento de la tierra hubiese sido capaz de empañar la inmensa dicha que embargaba todas las fibras de su corazón.
   -¡Cristo, llévame contigo! - gritó la mártir con voz jubilosa.

   La espada veloz como el rayo. El Señor, que en los débiles pone de manifiesto su poder y grandeza, recibió, en su eterno amor, el alma pura de su joven esposa. Una doble corona adorna desde entonces a la agraciada virgen, pues a la guirnalda de su pureza añadió la del martirio.


martes, 18 de noviembre de 2014

La alegría de agradar a Dios


            ¡Qué mayor alegría puede tener un alma que la de saber que da gusto a Dios!
            El Amor no puede estar ocioso, y por eso el que ama de verdad a Dios tiene que estar dándole continuamente pruebas de su amor.
        “El que ama no sufre en los trabajos” (San Agustín), porque para el alma enamorada, las molestias por Amor son gozo en el espíritu.
            El tiempo pasa y no vuelve, aprovechemos el tiempo para agradar en todo a Dios, y vivir para buscar la voluntad de Dios, porque es el tiempo que se transforma en eternidad.

            ¡Eternidad, eternidad el que piense en ti y no cambie, o esta loco o no tiene corazón” (San Agustín)


lunes, 17 de noviembre de 2014

Vocación de Jeremías


La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: «Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones». Yo respondí: « ¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven». El Señor me dijo: «No digas: «Soy demasiado joven», porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor –». El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: «Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar».”

(Jer. 1, 1-10)




domingo, 16 de noviembre de 2014

El don enaltecedor y gozoso de la vocación


Ahora quisiéramos preguntar sobre todo a vosotros, los jóvenes: ¿conocéis el pensamiento de Jesús al respecto? En otras palabras: ¿conocéis bien las cosas por las que rezáis? Oráis por los sacerdotes, por los religiosos, por los misioneros, pero, ¿conocéis bien las realidades misteriosas y maravillosas del sacerdocio católico, de la vida consagrada mediante los votos sagrados, de la dedicación misionera? Si no conocéis bien estas cosas, ¿cómo podréis amarlas, cómo podréis hacerlas vuestras y sentirlas como ideales de vida, a los cuales permanecer fieles por siempre?
Pues bien, el texto evangélico de hoy nos ilumina, con sus estupendas imágenes, acerca de estos dones de Dios y nos hace comprenderlos mejor.
Cuando Jesús habla del "pastor" y del "aprisco", se presenta a sí mismo, pastor bueno, y presenta a la comunidad de creyentes, esto es, su Iglesia, como aprisco abierto para acoger a toda la humanidad.
Ahora bien, para comprender el sentido y el valor de la vocación, se requiere precisamente fijar la mente y el corazón en estas dos realidades: Cristo y la Iglesia. Aquí se encuentra la luz para acoger y el apoyo para perseverar en la vocación comprendida en toda su profundidad, libremente escogida, fuertemente amada.

(Mensaje de Pablo VI para la XV Jornada Mundial de oración por las vocaciones)


sábado, 15 de noviembre de 2014

Feliz de ti por haber creído


En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

         (Lc. 39,45)


viernes, 14 de noviembre de 2014

San Francisco de Asís (IV)

          Su padre le obligó a comparecer ante el obispo, quien exhortó al  joven a devolver el dinero y a tener confianza en Dios: "Dios no desea que su Iglesia goce de bienes injustamente  adquiridos". Francisco obedeció a la letra la orden del obispo y añadió: "Los vestidos que llevo puestos pertenecen también a mi padre, de suerte que tengo que devolvérselos". Acto seguido se desnudó y entregó sus vestidos a su padre, diciéndole: "Hasta ahora tú has sido mi padre en la tierra. Pero en adelante podré decir: “Padre nuestro, que estás en los cielos”.' Pedro Bernardone abandonó el palacio episcopal "temblando de indignación y profundamente lastimado”.

          El Obispo regaló a Francisco un viejo vestido de labrador, que pertenecía a uno de sus siervos. Francisco recibió la primera limosna de su vida con gran agradecimiento, trazó la señal de la cruz sobre el vestido con un trozo de tiza y se lo puso.

          Un día, el evangelio de la misa decía: "Id a predicar, diciendo: El Reino de Dios ha llegado... Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente... No poseáis oro... ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo ...He aquí que os envío como corderos en medio de los lobos..." (Mat.10 , 7-19). Estas palabras penetraron hasta lo más profundo en el corazón de Francisco y éste, aplicándolas literalmente, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con la pobre túnica ceñida con un cordón. Tal fue el hábito que dio a sus hermanos un año más tarde: la túnica de lana burda de los pastores y campesinos de la región. Vestido en esa forma, empezó a exhortar a la penitencia con tal energía, que sus palabras hendían los corazones de sus oyentes. Cuando se topaba con alguien en el camino, le saludaba con estas palabras: "La paz del Señor sea contigo". 



jueves, 13 de noviembre de 2014

Sin oración no hay virtud

             

  Quizá se nos ocurra pensar que es cosa perdida el tiempo dedicado a la oración, pudiendo emplearlo en otras cosas útiles. Esos tales que piensan así no saben que es en la oración donde hacen las almas acopio de fuerzas para practicar las virtudes y para derribar al enemigo.

               Tan grande es el peligro en que se pone el alma dejando la oración que decía Santa Teresa que "quien deja la oración no necesita demonios que la lleven al infierno, porque entrará ella misma en él de su propia voluntad" (Vid. c 9). Y decía el abad Dioles que "cuando se deja la oración, no tarda uno en hacerse bestia o demonio".


martes, 11 de noviembre de 2014

San Francisco de Asís (III)


En cierta ocasión, mientras oraba en la iglesia de San Damián en las afueras de Asís, le pareció que el crucifijo le repetía tres veces: "Francisco, repara mi casa, pues ya ves que está en ruinas". 

El santo, viendo que la iglesia se hallaba en muy mal estado, creyó que el Señor quería que la reparase; así pues, partió inmediatamente, tomó una buena cantidad de vestidos de la tienda de su padre y los vendió junto con su caballo. Enseguida llevó el dinero al pobre sacerdote que se encargaba de la iglesia de San Damián, y le pidió permiso de quedarse a vivir con él. El buen sacerdote consintió en que Francisco se quedase con él, pero se negó a aceptar el dinero. El joven lo depositó en el alféizar de la ventana. Pedro Bernardone, al enterarse de lo que había hecho su hijo, se dirigió indignado a San Damián. Pero Francisco había tenido buen cuidado de ocultarse.

Al cabo de algunos días pasados en oración y ayuno, Francisco volvió a entrar en la población, pero estaba tan desfigurado y mal vestido, que la gente se burlaba de él como si fuese un loco. Pedro Bernardone, muy desconcertado por la conducta de su hijo, le condujo a su casa, le golpeó furiosamente (Francisco tenía entonces 25 años), le puso grillos en los pies y le encerró en una habitación.


La madre de Francisco se encargó de ponerle en libertad cuando su marido se hallaba ausente y el joven retornó a San Damián. Su padre fue de nuevo a buscarle ahí, le golpeó en la cabeza y le conminó a volver inmediatamente a su casa o a renunciar a su herencia y pagarle el precio de los vestidos que le había tomado. Francisco no tuvo dificultad alguna en renunciar a la herencia, pero dijo a su padre que el dinero de los vestidos pertenecía a Dios y a los pobres.


La oración es fuego abrasador


                Sin oración no puede haber fuerza para resistir al enemigo ni para practicar las virtudes cristianas: la oración es para el alma lo que el fuego para el hierro; cuando el hierro está frío es duro y difícil de trabajar, pero "puesto al fuego se ablanda y entonces el forjador le da la forma que desea".
                Para observar los mandamientos y consejos divinos se necesita tener un corazón blando; es decir, dócil y fácil para recibir las impresiones del Señor; es lo que Salomón perdía al Dios: "Darás a tu siervo un corazón dócil".

                Sólo se hace blando y dócil el corazón bajo el influjo de la gracia que se le comunica en la oración, donde se inflama el corazón, se enternece y se convierte en lugar apto para seguir las voces de Dios. Sin la oración el corazón queda duro, reacio y acaba en la ruina "El corazón duro acabará mal, y el que ama el peligro perecerá en él" (Ecl. 3, 27).


lunes, 10 de noviembre de 2014

Vocación de San Mateo


Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió.”

          (Mt. 9, 9)




domingo, 9 de noviembre de 2014

Rogar al Señor de la mies que envíe obreros a su mies


En este período no breve, que coincide con el de nuestro pontificado, nos preguntamos: ¿cuántos "obreros de la mies", cuántos "obreros de la viña" han llegado al atardecer de su jornada terrena y se han presentado al Señor para rendir cuentas de su trabajo y recibir la recompensa? ¿Cuántos otros han ocupado su puesto? Ciertamente muchos. Pero su vacío, ¿ha sido totalmente colmado? Las nuevas levas comprometidas en el sagrado ministerio ¿logran colmar en todas partes las necesidades espirituales de las poblaciones cada vez más numerosas? Y aquellos que ya trabajan en los múltiples e inmensos campos que el Señor ha confiado a su Iglesia, ¿sienten todos el amor evangélico, la valentía cristiana, el fervor apostólico necesarios para cumplir fiel, generosa y eficazmente su sublime misión?
Estas preguntas inquietantes nos hacen experimentar y sufrir nuestra poquedad frente a acontecimientos y problemas que consideramos muy grandes. Pero el Buen Pastor, cuya figura campea en la liturgia de este domingo, nos sale al encuentro y nos tiende la mano. Él conoce nuestras dificultades; ha dicho, en efecto, que "la mies es mucha, pero los obreros pocos". Por eso nos invita, más aún, nos manda: "Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies". Y Él mismo nos dio ejemplo de esta plegaria, ya que, antes de elegir a los Apóstoles, pasó la noche en coloquio con el Padre y al final de la última Cena elevó a Él su oración sacerdotal.
Sí, el Señor nos ha mandado orar y nosotros oramos. Ora la Iglesia en todas partes del mundo, unida en la misma fe y en la misma invocación, elevando aún más fervorosamente en esta Jornada su súplica universal, que no se interrumpe jamás.
Esta oración debe hacernos comprender y amar más a fondo cuanto el Señor ha querido decir acerca del don enaltecedor y gozoso de la vocación. Él habló a los primeros que llamó. Les enseñó muchas cosas. Los quiso junto a sí. Los iluminó acerca de su vida y de su misión al dirigir a sus discípulos el mensaje de las, el discurso misionero y, en particular, el testamento sacerdotal, antes de su inmolación.

(Mensaje de Pablo VI para la XV Jornada Mundial de oración por las vocaciones)

sábado, 8 de noviembre de 2014

Hágase en mí según su palabra



       “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según su palabra”. Con estas palabras la Virgen María acepta la misión que Dios quiere para ella, responde una vez más al Amor de Dios, como venía haciendo desde que nació.
          Cuando tuvo lugar la Anunciación del Ángel, la Virgen María tendría unos 14 años, y con esa corta edad, Dios le llamó a la vocación más  grande,  más importante y más especial que ha habido jamás: ¡ser Madre de Dios! Aquí vemos que es posible que Dios nos esté llamando a seguirle aunque seamos muy jóvenes, al igual que de la respuesta de esa niña de 14 años dependía la redención de toda la humanidad, de nosotros también depende la salvación de muchas otras almas, así que, como María,  debemos responder con generosidad y prontitud a la llamada del Señor: “Hágase en mí según su palabra”.


viernes, 7 de noviembre de 2014

San Francisco de Asís (II)


Aunque ignoraba lo que tenía que hacer para ello, una serie de claras inspiraciones sobrenaturales le hizo comprender que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos.  Paseándose en cierta ocasión a caballo por la llanura de Asís, encontró a un leproso. Las llagas del mendigo aterrorizaron a Francisco; pero, en vez de huir, se acercó al leproso, que le tendía la mano para recibir una limosna. Francisco comprendió que había llegado el momento de dar el paso al amor radical de Dios. A pesar de su repulsa natural a los leprosos, venció su voluntad, se le acercó y le dio un beso. Aquello cambió su vida. Fue un gesto movido por el Espíritu Santo, pidiéndole a Francisco una calidad de entrega, un "sí" que distingue a los santos de los mediocres.

         San Buenaventura nos dice que después de este evento, Francisco frecuentaba lugares apartados donde se lamentaba y lloraba por sus pecados. Desahogando su alma fue escuchado por el Señor. Un día, mientras oraba, se le apareció Jesús crucificado. La memoria de la pasión del Señor se grabó en su corazón de tal forma, que cada vez que pensaba en ello, no podía contener sus lágrimas y sollozos.


           A partir de entonces, comenzó a visitar y servir a los enfermos en los hospitales. Algunas veces regalaba a los pobres sus vestidos, otras, el dinero que llevaba. Les servía devotamente, porque el profeta Isaías nos dice que Cristo crucificado fue despreciado y tratado como un leproso. De este modo desarrollaba su espíritu de pobreza, su profundo sentido de humildad y su gran compasión. 



miércoles, 5 de noviembre de 2014

La oración es el espejo del alma

         


              La oración es el espejo del alma.
           San Buenaventura enseña “que es la oración mental una especie de espejo, que nos pone delante de los ojos todas las manchas del alma”.
          Santa Teresa escribía al obispo de Osma: “Aunque a nuestro parecer, no haya imperfecciones en nosotros, cuando Dios abre los ojos del alma, como en la oración lo suele hacer, parécense bien estas imperfecciones”.
           El que no hace oración “tampoco conoce sus defectos y por consiguiente, no los aborrece” dice S Bernardo. No conoce los peligros y puede descubrirlos para poder ponerles remedio.


martes, 4 de noviembre de 2014

San Francisco de Asís (I)


     Francisco nació en Asís en el año 1182. Su padre, Pedro Bernardone, era comerciante. El joven Francisco era muy dado a las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en abundancia y lo gastaba pródigamente. Ni los negocios de su padre, ni los estudios le interesaban mucho, sino el "gozar de la vida”.

          Cuando Francisco tenía unos 20, determinó ir a combatir al sur de Italia. Con ese fin, se compró una costosa armadura y un hermoso manto. Pero un día en que paseaba ataviado con su nuevo atuendo, se topó con un caballero mal vestido que había caído en la pobreza. Movido a compasión ante aquel infortunio, Francisco cambió sus ricos vestidos por los del caballero pobre. Esa noche vio en sueños un espléndido palacio con salas colmadas de armas, sobre las cuales se hallaba grabado el signo de la cruz y le pareció oír una voz que le decía que esas armas le pertenecían a él y a sus soldados.

          Francisco partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de triunfar, pero nunca llegó al frente de batalla. Al principio volvió a su antigua vida, aunque tomándola menos a la ligera. La gente, al verle ensimismado, le decían que estaba enamorado. "Sí", replicaba Francisco, "voy a casarme con una joven más bella y más noble que todas las que conocéis". Poco a poco, con mucha oración, fue concibiendo el deseo de vender todos sus bienes y   comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio.


lunes, 3 de noviembre de 2014

"Yo soy la luz del mundo"


          Sin oración no hay luz. “El que tiene cerrados los ojos, escribe S Agustín, no puede ver el camino que lleva a la patria”.

          Las verdades eternas son realidades espirituales que no se ven con los ojos del cuerpo, sino con los ojos del alma, es decir con el pensamiento y la consideración. Ahora bien, el que no hace oración mental no las puede ver, y , por consiguiente, tampoco ve la importancia de la salvación ni de la vida de entrega a Dios, ni los medios que debe tomar para conseguir la salvación y poder responder a la vocación.


          “La tierra está desolada porque no hay quien reflexione” (Jr. 12,11). En cambio dice Dios, nuestro Señor que cuando se tienen los ojos puestos en las verdades de la fe, en la eternidad, se cae menos en el pecado, y se es más generoso con el Señor: “Acuérdate de tus postrimerías y no pecarás jamás” (Ecli 7,40); “acercaos a Dios y series iluminados” dice el propeta David (Sal 33, 6), porque como dice San Buenaventura, la oración es una antorcha, porque ella nos habla de Dios y nos ilumina para que acertemos con el camino. “tu palabra es la luz que ilumina mis pasos” (Sal 118, 105)