martes, 29 de noviembre de 2016

Guerra a las tabernas. Santo Cura de Ars (XXIX)


El Rdo. Vianney arremetía especialmente contra dos bodegones instalados en el centro mismo del pueblo. Poco le importaba que los dueños tuviesen o no influencia entre aquellas gentes rurales; esto le traía sin cuidado y los estigmatizaba sin temor ni miramientos.

“Los taberneros –decía- roban el pan de las pobres mujeres y de sus hijos, dando vino a estos borrachos que gastan el domingo el jornal de la semana…” “El sacerdote no puede ni debe dar la absolución, sin condenarse, a los dueños de la tabernas que dan de beber a los borrachos por la noche o durante los divinos oficios”.


Tan duras expresiones conmovieron más a los fieles que a los tenderos, pero poco a poco el predicador iba alcanzando su fin: la clientela era cada vez más rara. Uno de los dueños fue a exponer al señor cura que aquello era su ruina. Rdo. Vianney le dio dinero y le determinó que cerrara la casa. Aquel hombre llegó a ser un excelente feligrés.

Los otros taberneros también acabaron por desaparecer. Uno tras otro, siete taberneros abrieron tienda y los siete hubieron de cerrar. “Ya lo veréis –había profetizado el siervo de Dios- ya lo veréis: los que abran aquí tabernas se arruinarán”.

Esta lucha produjo resultados inesperados. La plaga del pauperismo disminuyó. Al suprimir los bodegones, el señor cura suprimió la causa principal de la miseria.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).

Perlas divinas

               
Dichos cortos, fácilmente memorizables, que nos dan criterios claros de vida de entrega generosa, para tener siempre la brújula bien orientada…ayudan a tener el ánimo y los ojos siempre vueltos al Señor.

“Quien supiere morir a todo tendrá vida en todo”.

“Apártate del mal, obra el bien y busca la paz”.

“Quien se queja o murmura ni es perfecto ni aun buen cristiano”.

“Humilde es el que se esconde en su propia nada y se sabe dejar a Dios”.

“Manso es el que sabe sufrir al prójimo y sufrirse a sí mismo”.

“¿Qué quien no sabe padecer por Cristo?”

domingo, 27 de noviembre de 2016

Papa Francisco en Azerbaiyán (III)


Hay una segunda tentación en la que se puede caer, no por ser pasivos, sino por ser «demasiado activos»: es la de pensar como dueños, de trabajar sólo para ganar prestigio y llegar a ser alguien. Entonces, el servicio se convierte en un medio y no en un fin, porque el fin es ahora el prestigio, después vendrá el poder, el querer ser grandes. «Entre vosotros —nos recuerda Jesús a todos— no será así: el que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor» (Mt 20,26). Así se edifica y se embellece la Iglesia.

(Papa Francisco en Bakú, Viaje Apostólico a Uganda y Azerbaiyán, Octubre 2016)

viernes, 25 de noviembre de 2016

Fustigar los vicios. Santo Cura de Ars (XXVIII)


El pobre predicador harto lo sabía: se dirigía a los ausentes y “hablaba a las paredes”. A pesar de todo, en ciertas solemnidades, por tradición se reunía en la iglesia casi toda la parroquia. Ocasión excelente para el joven sacerdote de fustigar los vicios que perdían a tantas almas.

“Me diréis algunos: ¡Hablarnos del baile y del mal que allí se hace es perder el tiempo! No importa, al obrar así, hago lo que debo hacer; no hay para qué irritarse; vuestro pastor cumple con su deber”.
¡Pobre Cura de Ars! ¡Mil ocasiones de pecado se ofrecían a las almas, ante sus ojos! ¿Había de soportarlo? ¿Tenía obligación de salvar aquellas almas y de vengar el honor de Dios ultrajado? Blasfemia y trabajo del domingo, bailes y tabernas, citas en los caminos, canciones y pláticas obscenas, todo lo englobará en una común maldición y declarará guerra sin cuartel a todos estos enemigos reunidos. Durante varios años, según el consejo de San Pablo, “insistirá, reprenderá, amenazará y exhortará”, “oportuna e inoportunamente” en el púlpito, en el confesionario, en las visitas y en las conversaciones. Nada le arredrará.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

jueves, 24 de noviembre de 2016

Los lenitivos no son para los hombres


Al advertir que un buen número de monjes demostraban una oposición evidente ante la vivencia al pie de la letra de la Regla, el abad Roberto clamó:

- ¡Hombres de Dios, no estoy diciendo nada nuevo! Solo os pido prescindir de cosas que jamás debieron haberse introducido en un monasterio benedictino. Los lenitivos no son para hombres, por lo menos para hombres ansiosos de mostrar su valor para con Dios; tan ansiosos de hacerlo, que prometieron voluntariamente abandonar sus vidas para poder vivir solo para Él. He de deciros que los lenitivos, en cuanto al alimento, a las ropas, al trabajo manual, no cuadran en absoluto a los hombres que raparon su cabeza para que el mundo entero les reconociera como esclavos de Jesucristo. 


(Tres monjes rebeldes, P. Raymond)

miércoles, 23 de noviembre de 2016

El cultivo de las almas. Santo Cura de Ars (XXVII)


En el cultivo de las almas no basta saber arrancar, también es menester plantar. Dócil a las enseñanzas del Concilio de Trento, según las cuales los pastores están obligados a explicar a sus ovejas los ritos tan llenos de sentido del santo sacrificio de la Misa, el Cura de Ars se esforzaba en comunicarles la inteligencia y el amor a tales ceremonias. Les explicaba sucesivamente la necesidad, la naturaleza, el valor y los bienes de la Eucaristía. Puede afirmarse que la idea madre de su vida sacerdotal fue desasir las almas de las preocupaciones terrenas para elevarlas hacia el altar.


(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

martes, 22 de noviembre de 2016

Sabiduría divina


Dichos de San Juan de la Cruz, que nos introducen en la sabiduría divina, para pensar, obrar y sentir según el corazón de Dios. 

“La sabiduría entre por el amor, silencio y mortificación. Grande sabiduría es saber callar y no mirar dichos ni hechos ni vidas ajenas”. 

“Déjate enseñar, déjate mandar, déjate sujetar y despreciar y serás perfecta”. 

“El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande desnudez, y padecer por el Amado”. 

“No mirar imperfecciones ajenas, guardar silencio y continúo trato con Dios desarraigan grandes imperfecciones del alma y la harán señora de grandes virtudes”. 

“Si un alma tiene más paciencia para sufrir y más tolerancia para carecer de gustos, es señal que tiene más aprovechamiento en la virtud”. 

“Doce estrellas para llegar a la suma perfección: amor de Dios, amor del prójimo, obediencia, castidad, pobreza, asistir al coro, penitencia, humildad, mortificación, oración, silencio y paz”.

lunes, 21 de noviembre de 2016

domingo, 20 de noviembre de 2016

Papa Francisco en Azerbaiyán (II)


Por tanto, no estamos llamados a servir sólo para tener una recompensa, sino para imitar a Dios, que se hizo siervo por amor nuestro. Y no estamos llamados a servir de vez en cuando, sino a vivir sirviendo. El servicio es un estilo de vida, más aún, resume en sí todo el estilo de vida cristiana: servir a Dios en la adoración y la oración; estar abiertos y disponibles; amar concretamente al prójimo; trabajar con entusiasmo por el bien común.


También los creyentes sufren tentaciones que alejan del estilo de servicio y terminan por hacer la vida inservible. Donde no hay servicio, la vida es inservible. Aquí podemos destacar dos. Una es dejar que el corazón se vuelva tibio. Un corazón tibio se encierra en una vida perezosa y sofoca el fuego del amor. El que es tibio vive para satisfacer sus comodidades, que nunca son suficientes, y de ese modo nunca está contento; poco a poco termina por conformarse con una vida mediocre. El tibio reserva a Dios y a los demás algunos «porcentajes» de su tiempo y de su corazón, sin exagerar nunca, sino más bien buscando siempre recortar. Así su vida pierde sabor: es como un té que era muy bueno, pero que al enfriarse ya no se puede beber. Estoy convencido de que vosotros, viendo los ejemplos de quienes os han precedido en la fe, no dejaréis que vuestro corazón se vuelva tibio. Toda la Iglesia, que tiene una especial simpatía por vosotros, os mira y os anima: sois un pequeño rebaño pero de gran valor a los ojos de Dios.

(Papa Francisco en Bakú, Viaje Apostólico a Uganda y Azerbaiyán, Octubre 2016)

sábado, 19 de noviembre de 2016

Adoración y entrega. P. Mendizábal (XXIII)


En el portal, tenemos que mirar a María cómo adora, cómo ama, cómo se entrega. Renueva su entrega al entrar en este mundo: “No has querido holocaustos ni sacrificios; me has dado un cuerpo, vengo ¡oh Padre!, para cumplir tu voluntad”. Y eso mismo tenemos que hacer nosotros en la adoración eucarística. En ella Cristo se sigue entregando de la misma manera. Y en ella tenemos que adorarle entregándonos, como María se entregaba, diciéndole también nosotros que queremos ser suyos de verdad, que queremos adorarle y amarle, y acoger, como María, con espíritu de fe, con entrega sincera, su revelación de amor, su obra de amor, su obra de Redención.


El modelo de María nos ha de llevar a esa generosidad de entrega según las exigencias del Señor sobre cada uno de nosotros, acercándonos al misterio de Cristo, donde María nos enseña a adorarle. Que de veras, en los momentos de adoración que hagamos, sean momentos de aceptación del amor que Dios nos ofrece, y de entrega, reparando al mismo tiempo al Amor que no es amado.

(Con María, P. Mendizábal).

viernes, 18 de noviembre de 2016

Los instrumentos de Dios. P. Segundo Llorente (XXII)

        
¿Cómo conquista Dios? Ved a las monjitas que parten para el oriente con el crucifijo en el pecho.

No llegan a una docena. No tienen más arma que el crucifijo. No llevan en los ojos odio satánico a los japoneses. Al contrario, quieren a los japoneses.

Y en cuanto a los ojos, van llorando aún por estar todavía reciente la despedida de sus familias que también quedaron llorando. Van llorosas, temblorosas ante la incertidumbre de lo que las espera en el lejano oriente.


A estas y a otras como estas ha encargado Dios la conquista para él del pueblo japonés.

Dios quiso mandar más, muchas más; pero las otras no le escucharon. Prefirieron los bailes, los cines, las modas, los casorios y el hacer en todo su voluntad. O tal vez se opusieron a ello los padres, convertidos de repente en seres barbarizados que tendrán que dar de ello una cuenta tremenda el día del juicio.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 17 de noviembre de 2016

Sacerdote para la eternidad (XX)


Un sacerdote que vive la Santa Misa adorando, expiando, impetrando, dando gracias, identificándose con Cristo; y que enseña a los demás a hacer del Sacrificio del Altar el centro y la raíz de la vida del cristiano, demostrará realmente la grandeza incomparable de su vocación, ese carácter con el que está sellado, que no perderá por toda la eternidad.


Sé que me comprendéis cuando os afirmo que, al lado de un sacerdote así, se haya de considerar un fracaso -humano y cristiano- la conducta de algunos que se comportan como si tuviesen que pedir excusas por ser ministros de Dios. Es una desgracia, porque les lleva a abandonar el ministerio, a mimetizarse de seglar, a buscar una segunda ocupación que poco a poco suplanta la que es propia por vocación y por misión. Con frecuencia, al huir del trabajo de cuidar espiritualmente las almas, tienden a sustituirlo por una intervención en campos propios de los seglares -en las iniciativas sociales, en la política-, apareciendo entonces ese fenómeno del clericalismo que es la patología de la verdadera misión sacerdotal.

(Homilía de s. José María Escrivá de Balaguer)

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Es necesario que vayamos al cielo. Santo Cura de Ars (XXVI)


“Oh, mis queridos feligreses; procuremos ir al cielo; allí veremos a Dios, ¡qué felices seremos! Si la parroquia se convierte iréis todos en procesión con vuestro cura a la cabeza”. “Es necesario que vayamos al cielo –repetía- ¡qué tristeza si alguno de vosotros estuviese al otro lado!”


Se complacía en decirles que es más fácil salvarse en el campo, donde puede unirse la continua oración con el trabajo. También tenía felicitaciones muy discretas y llenas de tacto, para los jóvenes y las muchachas que renunciaban a los desórdenes y emprendían resueltamente el camino del bien.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

martes, 15 de noviembre de 2016

Puntos de amor


Se trata de consejos breves, pero sustanciosos que llevan con sencillez y rapidez a “calentarse el corazón en el Amor de Dios”.

“Refrene mucho la lengua y el pensamiento y traiga de ordinario el afecto en Dios, y calentársele ha el espíritu divinamente”.

“No apaciente el espíritu en otra cosa que en Dios. Deseche las advertencias de las cosas y traiga paz y recogimiento en el corazón”.

“Traiga sosiego espiritual en advertencia amorosa, y cuando fuere necesario hablar, sea con el mismo sosiego y paz”.

“Alégrense ordinariamente en Dios, que es su salud, y mire que es bueno padecer de cualquier manera por el que es bueno”.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Papa Francisco en Uganda (I)


Pero, ¿qué es el servicio? Es posible pensar que consista sólo en ser fieles a nuestros deberes o en hacer alguna obra buena. Pero para Jesús es mucho más. En el Evangelio de hoy, él nos pide, incluso con palabras muy fuertes, radicales, una disponibilidad total, una vida completamente entregada, sin cálculos y sin ganancias. ¿Por qué Jesús es tan exigente? Porque él nos ha amado de ese modo, haciéndose nuestro siervo «hasta el extremo» (Jn 13,1), viniendo «para servir y dar su vida» (Mc 10,45). Y esto sucede aún hoy cada vez que celebramos la Eucaristía: el Señor se presenta entre nosotros y, por más que nosotros nos propongamos servirlo y amarlo, es siempre él quien nos precede, sirviéndonos y amándonos más de cuanto podamos imaginar y merecer. Nos da su misma vida. Y nos invita a imitarlo, diciéndonos: «El que quiera servirme que me siga» (Jn 12,26).

(Papa Francisco en Bakú, Viaje Apostólico a Uganda y Azerbaiyán, Octubre 2016)

viernes, 11 de noviembre de 2016

Predicación. Santo Cura de Ars (XXV)


Todavía fue más devorador el celo que desplegó el Rdo. Vianney para instruir a los fieles de su parroquia por medio de la predicación.

Para ello se instaló en la sacristía. Se abría ésta hacia el altar mayor y así podía trabajar a la vista del divino Maestro. Arrodillado en las gradas del altar, meditaba lo que leía y se imaginaba presentes aquellos pobres feligreses a quienes había de dirigir la palabra. Estaba ante el divino Maestro, que supo explicar las verdades más sublimes al alcance de los pescadores, campesinos y pastores, y le suplicaba con lágrimas que le inspirase los pensamientos y palabras que habían de conmover y convertir a su pueblo.

Cada uno de sus sermones duraba una hora entera. Los pronunciaba con voz gutural, en la que dominaban las notas elevadas. “¿Por qué grita usted tanto cuando predica?- le preguntaba la señorita de Ars, inquieta por el esfuerzo que hacía desde el púlpito- Debe usted cuidarse un poco”. “Señor Cura –le decía otra persona- ¿cómo es que cuando reza habla tan bajo y tan fuerte cuando predica?” “Es que cuando predico- replicaba el santo varón- hablo con sordos, a gente dormida, mas cuando rezo hablo con Dios, que no está sordo”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Instrucción religiosa de los jóvenes. Santo Cura de Ars (XXIV)


La instrucción religiosa de los jóvenes fue su principal solicitud. A los niños de Ars se les empleaba muy pronto en los trabajos agrícolas, y por ese motivo no podían acudir ni al catecismo ni a la escuela.


Gracias a los infatigables cuidados del hombre de Dios, los niños de Ars llegaron a ser los mejores instruidos de la comarca. Monseñor Devie lo proclamó bien alto un día de confirmación. Y más tarde, los sacerdotes que sucedieron al Rdo. Vianney en la parroquia de Ars se maravillaron con frecuencia ante los conocimientos religiosos que demostraban los simples fieles al administrarles los últimos sacramentos. Es que desde su infancia habían recibido las lecciones de un santo.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

martes, 8 de noviembre de 2016

Agradar a Dios



Recogemos una serie de avisos espirituales breves, sencillos y muy prácticos de San Juan de la Cruz que nos muestra las actitudes del alma que pone su corazón en agradar a Dios.

“Más quiere Dios en ti el menor grado de pureza de conciencia que cuantas obras puedas hacer”.

“Más quiere Dios en ti el menor grado de obediencia y sujeción que todos esos servicios que le piensas hacer”.

“Más estima Dios en ti el inclinarte a sequedad y el padecer por su amor que todas las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que pudieras tener”.

“Más agrada a Dios el alma que con sequedad y trabajo se sujeta a lo que es razón, que la que, faltando en esto, hace todas las cosas con consolación”.

“Más agrada a Dios una obra, por pequeña que sea hecha en lo escondido no teniendo voluntad de que se sepa, que mil hechas con gana de que la sepan los hombres, porque el que con purísimo amor obra por Dios, no solamente no se le da nada de que lo vean los hombres, pero ni lo hace porque lo sepa el mismo Dios, el cual, aunque nunca lo hubiese de saber, no cesaría de hacerle los mismos servicios con la misma alegría y pureza de amor”.

“Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza, más en la grandeza de su humildad”.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Todo lo posible por evitar el pecado


"Haced todo lo posible para impedir el pecado, 
aunque solo fuera un pecado venial"


(S. Juan Bosco)

No es verdadera esposa de Cristo


"No es verdadera esposa de Cristo 
quien no se afana por la salvación de las almas 
y por la destrucción del pecado".


(Santa María Magdalena de Pazzi)

sábado, 5 de noviembre de 2016

Avisos para conservar la castidad (I). San Francisco de Sales


Seas extremadamente pronta en alejarte de todos los senderos y de todos los incentivos de la impureza, porque este mal obra insensiblemente, Y, de comienzos muy insignificantes, va a parar a grandes catástrofes; siempre es más fácil huir que curarse. Los cuerpos humanos son corno los vasos de cristal, que no se pueden llevar de manera que froten los unos con los otros, sin peligro de que se rompan, y como la fruta, que, por entera y sazonada que esté, se avería, si toca la una con la otra. La misma agua, por fresca que sea dentro de un vaso, no puede conservar la frescura durante mucho tiempo, si es tocada por algún animal de la tierra. 



No permitas jamás, Filotea, que nadie te toque, ni para bromear ni para acariciarte, porque, aunque, por casualidad, se pudiera conservar la castidad en medio de estas acciones, antes ligeras que maliciosas, no obstante, la frescura y la flor de la castidad reciben de ellas detrimento y pérdida; pero dejarse tocar deshonestamente es la ruina completa de la castidad. 

(S. Francisco de Sales, Introducción a la vida devota)

viernes, 4 de noviembre de 2016

Los tres clavos del misionero (III)


Ahora bien, cuando duerme uno en casa ajena y aprietan mil negocios de importancia, es muy difícil hacer una hora de oración. Cuando se padecen mil incomodidades en el viaje, se corre el peligro de impacientarse y ganar purgatorio en vez de cielo. 

Dios quiere que el misionero no se impaciente, que no se queje interiormente y que gane cielo. Pero esto requiere esfuerzo, y todo esfuerzo es costoso. El esforzarse es un acto personal y no un don, que le llueve a uno el día que pone los pies en la misión. Sin un esfuerzo suave, pero continuo, la vida espiritual del misionero queda hecha jirones en tantos viajes tan a propósito para la disipación del espíritu.

Los tres clavos que sujetan al misionero en la cruz se pueden convertir en clavos dulces, como llama la Iglesia a los clavos del Señor. Basta para ello que el misionero quiera ser fiel, que renueve la presencia de Dios y espiritualice las obras, que haga a Jesucristo el centro de sus aspiraciones. Y entonces Dios le dará consuelos en los que jamás había soñado. Al misionero le incumbe plantar y regar; la cosecha la recoge Dios.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 3 de noviembre de 2016

Hagamos olvidar a Dios que el mundo le está olvidando a Él


 Después de la Misa, la comunidad se reunió en la sala capitular. Roberto se sorprendió al comprobar la viveza de su pulso. Esperaba sacudir su apatía con la eficacia de su palabra:

- Hagamos olvidar a Dios el mundo que le está olvidando a Él.


A continuación les pintó un vivo panorama de lo que era el mundo en el año 1065. Les habló de la codicia que se había apoderado de los hombres, haciéndoles enloquecer en su ansia de poder, riqueza y placer. Dijo que una mundo “olvidado de Dios”, y rogó a sus monjes que hicieran a Dios olvidar su olvido.

Una vez captada su atención, varió de tono y les habló de la luz que inundara su mente desde los días de su noviciado, mostrándole la discrepancia entre la Regla escrita y la Regla que se observaba. Les habló del fuego que ardía en su alma por vivir la vida monástica de manera más generosa, de la manera de ser valerosos con Dios viviendo más estrictamente la observancia. Para hacer que Dios olvidara los pecados del mundo, debía haber más silencio y más soledad en los monasterios, los monjes debían ceñirse más estrechamente al texto de la Regla en cuando al alimento.

(Tres monjes rebeldes, P. Raymond)

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El ajuar de Dios. Santo Cura de Ars (XXIII)


El Rdo. Vianney amó en seguida aquella antigua iglesia como si fuese su casa paterna. Para embellecerla comenzó por lo principal, o sea, por el altar, centro y razón de ser de todo templo. Por respeto a la Sagrada Eucaristía, quiso que fuese lo mejor posible. Para esta primera adquisición no llamó a ninguna puerta. Lo pagó de su peculio y con franca alegría ayudó a los trabajadores a levantar el nuevo altar mayor. Con esto y otras modificaciones la iglesia ganó mucho en decencia y novedad.

Después procuró aumentar lo que llamaba “el ajuar de Dios”. Visitó en Lyon los talleres de bordados y orfebrerías y compró cuanto le pareció de más precio. “En la campiña –decían aquellos comerciantes admirados- hay un cura pobre, delgado y mal arreglado, que parece no tener un céntimo, y se lleva para su iglesia lo mejor”. Un día de 1825 fue con la señorita de Ars a comprar ornamentos para la misa. A cada cosa que le mostraban repetía: “¡No me parece bastante bien!... ¡Ha de ser mejor que esto!”


Estas transformaciones materiales no fueron en medida alguna inútiles. Fueron una prueba del celo del pastor y alegraron a las almas fervorosas; algunos, desconocidos en el templo, con más curiosidad quizás que devoción, se dejaron ver en la iglesia los domingos.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).