jueves, 31 de marzo de 2016

Consideración del Santo Sacrificio. Sacerdote para la eternidad (XIII)


Dejad que me detenga, todavía un poco, en la consideración del Santo Sacrificio: porque, si -para nosotros- es el centro y la raíz de la vida del cristiano, lo debe ser de modo especial de la vida del sacerdote. Un sacerdote que, culpablemente, no celebrase a diario el Santo Sacrificio del Altar (Cfr. Ibidem). demostraría poco amor de Dios; sería como echar en cara a Cristo que no comparte su afán de Redención, que no comprende su impaciencia por entregarse, inerme, como alimento del alma.

Conviene recordar, con machacona insistencia, que todos los sacerdotes, seamos pecadores o sean santos, cuando celebramos la Santa Misa no somos nosotros. Somos Cristo, que renueva en el Altar su divino Sacrificio del Calvario. La obra de nuestra Redención se cumple de continuo en el misterio del Sacrificio Eucarístico, en el que los sacerdotes ejercen su principal ministerio, y por eso se recomienda encarecidamente su celebración diaria, que, aunque los fieles no puedan estar presentes, es un acto de Cristo y de la Iglesia (Cfr. Ibidem).

(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)

martes, 29 de marzo de 2016

Excelencia de la virtud de la castidad


Es tanto lo que agrada a Dios esta virtud que haciéndose el Hijo de Dios hombre quiso nacer de madre virgen y consagrada con voto de castidad. San Juan Evangelista tiene la prerrogativa de ser el discípulo amado porque era virgen, y esa es la razón de ese amor especial. Y así lo canta la Iglesia el día de su festividad: que por su especial prerrogativa de la castidad se había hecho digno de señalado amor, pues como hubiese sido elegido virgen, virgen permaneció perpetuamente. 

"El que ama la limpieza de corazón, tendrá por amigo al rey" (Prov 22, 11).


miércoles, 23 de marzo de 2016

La mayor prueba de amor, dar la vida por el amado


Cierto que Jesucristo podía salvarnos sin padecer y llevando en la tierra vida cómoda y regalada; pero no quiso. Renunció las riquezas, los placeres y las honras mundanas, y se escogió vida pobre, que acabó con muerte cargada de afrentas y de dolores. ¿Por qué padecer tantos trabajos y muerte tan cruel?


Responde San Juan Crisóstomo: “Lo que bastaba para la redención, no bastaba para manifestarnos su amor”. Una simple plegaria de Cristo era harto suficiente para redimirnos, pero no lo era para declararnos el amor que nos tenía. 

“Quiso padecer mucho, dice S. Bernardo, a fin de recabar del hombre que le amase con todo su corazón”. 

(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)

martes, 22 de marzo de 2016

La Cruz, manifestación del amor de Cristo


¡Amadísimo Jesús mío! Demasiado habéis sufrido para manifestar vuestro amor y cautivar mi afecto con vuestra bondad; por esto os haría gravísima injusticia si os amase con tibieza, o si dividiese mi amor entre Vos y mis criaturas.


La prueba más patente del amor que nos tiene Jesucristo es presentarse a nuestra vida cubierto de llagas, crucificado y muerto por nosotros. San Buenaventura dijo que Jesús en su Pasión nos dio a entender su amor incomparable, llevado hasta los últimos límites. Cuando el Redentor quiso morir por nuestra salvación se puso de manifiesto hasta donde llegaba el amor que un Dios tenía a sus criaturas.

¡Oh Dios enamorado del hombre!, ahora comprendo cómo todas vuestras llagas están pregonando el amor que me tenéis; ¿Quién podrá resistir a tantas pruebas de vuestro amor y negaros el suyo?

(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)

domingo, 20 de marzo de 2016

La Pasión de Cristo nos obliga a amarle


La sangre de Cristo es fuente de confianza, pero nos obliga también a consagrar todos los afectos del corazón a nuestro amoroso Redentor. ¿Por ventura ignoráis, dice S. Pablo, que ya no sois de vosotros, puesto que fuisteis comprados a gran precio?

¡Oh, Jesús mío!, sin manifiesta injusticia no puedo disponer de mí y de mis cosas, porque habiéndome comprado con vuestra muerte, he venido a ser propiedad vuestra; mi cuerpo, mi alma y mi vida ya no son míos, son vuestros, con absoluto dominio y señorío.


Por tanto, solo en Vos espero, ¡oh Salvador mío!, solo a Vos quiero amar, ¡oh Dios crucificado y muerto por mí! No tengo que ofreceros más que esta alma rescatada con vuestra sangre, y esto es lo que os ofrezco. Ya que solo Vos sois el objeto de todos mis deseos, dadme licencia para amaros, ¡oh Salvador y Dios mío!, mi amor y mi todo.

¡Oh Jesús mío! Dadme confianza en vuestra Pasión y arrancad de mi corazón todos los afectos que a Vos no vayan dirigidos.

(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)

sábado, 19 de marzo de 2016

Jesucristo ofrece su vida por el esclavo


La historia nos refiere un suceso en el cual se pone de manifiesto tan gran prodigio de amor, que será la admiración de todos los siglos. Un rey, señor de muchos estados, tenía un solo hijo, tan santo, tan amable y agraciado, que formaba las delicias de su padre, el cual le amaba como a sí mismo. El joven príncipe alimentaba en su corazón entrañable cariño a uno de sus esclavos. Mas aconteció que el esclavo cometió un crimen, que debía expiar con la muerte. Al saberlo, el príncipe se ofreció a morir por el culpable, y el rey justiciero y celoso de sus derechos, convino en dar la muerte a su hijo idolatrado para librar al rebelde del merecido castigo. De este modo subió al cadalso el hijo inocente y el esclavo culpable quedó en libertad.


Este suceso, sin segundo en los anales de la humanidad, está consignado en el santo Evangelio; en él leemos que el Hijo de Dios y Señor del Universo, se dignó tomar carne humana y pagar con su muerte la pena eterna, que el hombre merecía por haber sido rebelde a su hacedor. Se ofreció, dice Isaías, porque Él mismo lo quiso. Y el Padre Eterno consistió que su Hijo muriera en cruz para salvarnos a nosotros, desventurados pecadores.

¡Amadísimo Redentor mío!, ¡con que para alcanzarme el perdón de los pecados habéis querido sacrificar vuestra vida en el ara de la cruz! ¿Qué os daré en agradecimiento por tan gran beneficio? Con mil títulos me habéis obligado a amaros, y si no os amase con todo mi corazón sería un monstruo de ingratitud. Vos habéis puesto a mi servicio vuestra vida divina; yo, aunque miserable pecador, os ofrezco también la mía. Sí, Dios mío, a lo menos lo que me resta de vida quiero emplearlo en amaros, obedeceros y complacerlos.

(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)

viernes, 18 de marzo de 2016

El Crucifijo, Escuela de Santidad


“Si quieres, alma devota, crecer siempre de virtud en virtud y de gracia en gracia, procura meditar todos los días en la Pasión de Jesucristo” Esto es de S. Buenaventura, y añade: “No hay ejercicio más a propósito para santificar tu alma que la meditación de los padecimientos de Jesucristo”.

En efecto, si nuestro amantísimo Salvador padeció tantos trabajos, fue para que de continuo los recordásemos, porque pensando en ellos es de todo punto imposible que no ardamos en las llamas de su santo amor. El amor de Cristo, dice S. Pablo, nos apremia.


Pocos son los que aman a Jesucristo, porque son también pocos los que se detienen a pensar lo mucho que por nosotros padeció; al paso que no puede vivir sin amarle el que con frecuencia medita en su dolorosa Pasión, porque el amor de Cristo nos fuerza a amarle; de tal modo se sentirá apretado por su amor, que no podrá resistir a las caricias de un Dios tan enamorado de los hombres y que tanto ha padecido por ellos.

(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)



jueves, 17 de marzo de 2016

Los Santos aprendieron en la Pasión de Cristo a padecer y amar de veras


¿De dónde sacaron los Santos valor y entereza para soportar tantos géneros de tormentos, de martirios y de muertes, sino de la Pasión de Jesús Crucificado?

Profetizó Isaías que Jesús guardaba silencio, sin abrir siquiera la boca, como el corderito que está mudo delante del que le esquila. ¿Quién podrá decir que padece sin razón al ver a Jesús despedazado por nuestras maldades? ¿Quién rehusará sujetarse a obediencia, so pretexto de que le mortifica, al recordar que Jesús fue obediente hasta morir? ¿Quién se atreverá a hurtar el cuerpo de la humillación viendo a Jesús tratado como loco, como rey de burlas y como malhechor; al verle abofeteado, escupido y clavado en un patíbulo infame?


Y ¿quién podrá amar a las criaturas y olvidarse del amor de Jesús al verle morir sumergido en el piélago de dolores y desprecios para ganar nuestro amor?

(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)


miércoles, 16 de marzo de 2016

La Pasión de Cristo nos inflama en su amor (II)


Considerar atentamente a aquel Señor, que sufrió tal contradicción de los pecadores contra su misma persona, a fin de que no desmayéis perdiendo vuestros ánimos- nos dice el Apóstol.

Por esto S. Agustín, contemplando a Jesús crucificado y cubierto de llagas, exclama: “Graba, Señor, tus llagas en mi corazón, para que me sirvan de libro donde pueda leer tu dolor y tu amor; para menospreciar por el tuyo todos los demás amores”. Porque teniendo ante mis ojos el retablo de los muchos trabajos que por mí, Dios santo, has padecido, sufriré con paz y alegría todas las penas que me sobrevengan, y en presencia de las pruebas de infinito amor que en la cruz me diste, ya nada amaré ni podré amar fuera de ti.


 (El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)

 



martes, 15 de marzo de 2016

La Pasión de Cristo nos inflama en su amor


Nuestro Redentor declaró que había bajado del cielo a la tierra para encender en el corazón de los hombres el fuego de su santo amor. Fuego vine a traer a la tierra, ¿y qué he de querer sino que arda? ¡Ah! ¿y qué incendios de caridad no ha levantado en muchas almas, especialmente al patentizar por los dolores de su pasión y muerte el amor inmenso que nos tiene! ¡Cuántos enamorados corazones ha habido que en las llagas de Cristo, como en hogueras de amor, se han inflamado de tal suerte, que para corresponderle con el suyo no titubearon en consagrarle sus bienes, su vida y todas sus cosas, superando con gran entereza de ánimo todas las dificultades que les salían al paso para estorbarles el cumplimiento de la ley divina, guiados por el amor de Jesús, que, no obstante ser Dios, quiso padecer tanto por amor nuestro!


         (El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)

lunes, 14 de marzo de 2016

Sección Delicadeza. Introducción,


Empezamos una nueva sección, que como su nombre indica pretende dar algunas pautas prácticas para fomentar la delicadeza que un alma consagrada debe tener con el Señor.


La flor de la delicadeza solo crece en los huertos del amor. El amor es así; capaz de los actos más heroicos y, al mismo tiempo, de las más ingenuas delicadezas. Cuanto más profundiza el amor en un corazón, más delicado lo vuelve; llega a estar todo él impregnado de suavidad y dulzura, y las obras que brotan del mismo son también dulces y exquisitas. El exterior es siempre indicador seguro del interior.

De cuando en cuando encontramos almas que son todo atención y exquisito miramiento con las personas y las cosas, en sus obras y en sus palabras. Tales almas ocultan un secreto: aman.


Fuente:

Íntimas.

domingo, 13 de marzo de 2016

Proximidad (II) Jubileo de la Vida Consagrada (VI)


Los santos tenían virtudes de proximidad. Santa Teresa del Niño Jesús jamás, jamás se ha lamentado del trabajo, del fastidio que le daba esa religiosa que debía llevar al comedor, todas las tardes: de la capilla al comedor. ¡Jamás! Porque la pobre religiosa era muy anciana, casi paralítica, caminaba mal, tenía dolores —¡también yo la entiendo!—, era también un poco neurótica… Jamás, jamás ha ido a otra religiosa a decir: «¡pero esta como da fastidio!». ¿Qué es lo que hacía? La ayudaba a acomodarse, le llevaba la servilleta, le partía el pan y le hacía una sonrisa. Esto se llama proximidad. ¡Proximidad! Si tú lanzas la bomba de un chismorreo en tu comunidad, esto no es proximidad: ¡esto es hacer la guerra! Esto es alejarte, esto es provocar distancias, provocar anarquismo en la comunidad. Y si, en este Año de la Misericordia, cada uno de vosotros lograse no hacer nunca el terrorista de chismorreos, sería un éxito para la Iglesia, ¡un éxito de grande santidad! ¡Animáos! La proximidad. 

(Papa Francisco, Jubileo de la Vida Consagrada. Febrero 2016)

sábado, 12 de marzo de 2016

Canciones del alma (II). San Juan de la Cruz


¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

(San Juan de la Cruz)

jueves, 10 de marzo de 2016

Institutos Seculares (XIII)


Si esto no sucede, si os habéis distraído, o peor aún, si no conocéis este mundo contemporáneo, sino que conocéis y frecuentáis sólo el mundo que os es más cómodo o que os fascina más, entonces es urgente una conversión. La vuestra es una vocación, por su naturaleza, en salida, no sólo porque os lleva hacia el otro, sino también y sobre todo porque os exige vivir allí donde vive todo hombre.

(Audiencia del Santo Padre Francisco a los participantes en un encuentro organizado por la Conferencia Italiana de los II.SS. en mayo de 2014)

miércoles, 9 de marzo de 2016

Últimas palabras. Santa Teresa de Jesús (XXXVIII)



El 2 de octubre, la Madre anunció a Ana de San Bartolomé que se iba a morir pronto, y pidió el Viático. El Vicario provincial, Antonio de Jesús, la confesó de rodillas junto a su lecho. Luego le rogó: “Madre, pida al Señor que no nos la lleve ahora, ni nos deje tan presto”. Ella murmuró: “¡Calla, Padre! ¿Y tú has de decir eso? Ya no soy menester en este mundo”.

 Su obra estaba realizada y ahora se dejaba anonadar por el amor de Dios y el anhelo de ir a su encuentro.

 Sus últimas recomendaciones a sus hijas fueron breves:

 “Hijas mías y señoras mías, por amor de Dios les pido tengan gran cuenta con la guarda de la Regla y las Constituciones, que si la guardan con la puntualidad que deben, no es menester otro milagro para canonizarlas; así miren el mal ejemplo que esta mala monja les dio y ha dado, y perdónenme”.

 Se compediaban así, en sus palabras, sus virtudes preferidas: el amor, la humildad, la obediencia, el trabajo….

 Luego repitió varias veces con clara solemnidad: “¡Señor, muero hija de la Iglesia!”

(La vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz)


lunes, 7 de marzo de 2016

Actos heroicos


“No hagan los ejercicios de la religión como por costumbre,
sino haciendo actos heroicos”

(Santa Teresa de Jesús)

domingo, 6 de marzo de 2016

Terrorismo en las comunidades. Jubileo de la Vida Consagrada (IV)


Yo sé que en sus comunidades jamás se murmura, jamás, jamás… Un modo de alejarse de los hermanos y de las hermanas de la comunidad es propio este: el terrorismo de los chismorreos. Escuchad bien: no al chismorreo, al terrorismo de los chismorreos, porque quien habla mal es un terrorista. Es un terrorista dentro la propia comunidad, porque lanza como una bomba la palabra contra este, contra aquel, y luego se va tranquilo. ¡Destruye! Quien hace esto destruye como una bomba y él se aleja. Esto, el apóstol Santiago decía que era la virtud quizás más difícil, la virtud humana y espiritual más difícil de tener, aquella de dominar la lengua. Si te entras ganas de decir algo contra un hermano o una hermana, lanzar una bomba de chismorreos, ¡muérdete la lengua! ¡Fuerte! Terrorismo en las comunidades, ¡no! «Pero, Padre, si hay algo, un defecto, algo que corregir — Tú se lo dices a la persona: tú tienes esta actitud que me fastidia o que no está bien. O si no es conveniente —porque a veces no es prudente— tú se lo dices a la persona que lo puede remediar, que puede resolver el problema y a ningún otro. ¿Entendido? Los chismorreos no sirven. «Pero, ¿en el capítulo?». ¡Ahí sí! En público todo lo que sientes que debes decir, porque existe la tentación de no decir las cosas en el capítulo y luego afuera: «¿Has visto a la superiora? ¿Has visto a la abadesa? ¿Has visto al superior?...». Pero, ¿por qué no lo has dicho, ahí, en el capítulo?... ¿Es claro esto? 

(Papa Francisco, Jubileo de la Vida Consagrada. Febrero 2016)

sábado, 5 de marzo de 2016

Obediencia en la fe. P. Mendizabal (XVIII)


La obediencia en la fe también tiene repercusión en nuestra vida. Nuestro diálogo interior con Dios tiene una repercusión en la sociedad, en los demás, aunque se viva en el escondimiento. El Señor viene a nosotros en todas partes, y tenemos que saber hacer de nuestro corazón el lugar de encuentro con Dios, el templo en el que Él viene a visitarnos. Entonces, tratar de mantener la escucha, el corazón siempre abierto al Señor, mientras damos un sí a lo que nos propone. En todas partes puede mantenerse ese diálogo. Pero que, en cualquier cosa que el Señor nos vaya pidiendo, a través de sus inspiraciones interiores, de sus normas, de sus preceptos, de sus mandamientos, de las circunstancias en las que nos coloca o permite que nos encontremos, vayamos más allá del mero cumplimiento de lo que nos pide, y nos habituemos a renovar nuestra entrega.

Pues bien, esto nos puede hacer reflexionar, fijarnos y aprender de María ese amor que se consagra. Que Ella nos renueve interiormente en la fuerza de un amor que sea capaz de darse porque ama, en amor: “el amor que se entrega y que sabe dar la vida”.

(Con María, P. Mendizábal)

viernes, 4 de marzo de 2016

Paseo en el Agulleit. P. Segundo Llorente (XVI)


Cuando a las diez de la mañana, terminado el desayuno, di una vuelta por la plataforma flotante, ya había salido el barco Agulleit para el río Medio a recoger los mil y pico salmones que le estaban esperando en las barquichuelas que se balanceaban en las olas, lo mismo que ocurrió ayer y lo mismo que ocurrirá mañana.


Yo creo firmemente que habrá por estos mundos gente millonaria que daría una fortuna por darse el€ paseo que yo me di ayer en el Agulleit, paseo que no me costó nada, para que se cumpla una vez más aquello de la vida eterna, y el ciento por uno en esta vida.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 3 de marzo de 2016

No estorbar la presencia de Cristo. Sacerdote para la eternidad (XII)


En una palabra: se pide al sacerdote que aprenda a no estorbar la presencia de Cristo en él, especialmente en aquellos momentos en los que realiza el Sacrificio del Cuerpo y de la Sangre y cuando, en nombre de Dios, en la Confesión sacramental auricular y secreta, perdona los pecados. La administración de estos dos Sacramentos es tan capital en la misión del sacerdote, que todo lo demás debe girar alrededor. Otras tareas sacerdotales -la predicación y la instrucción en la fe- carecerían de base, si no estuvieran dirigidas a enseñar a tratar a Cristo, a encontrarse con El en el tribunal amoroso de la Penitencia y en la renovación incruenta del Sacrificio del Calvario, en la Santa Misa.

(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)


miércoles, 2 de marzo de 2016

Economía. Santa Teresa de Jesús (XXXVII)



“Que se mire con mucho cuidado y advertencia los libros del gasto y no se pase ligeramente por ello. En especial, en las casas de renta, aunque se pasen como pudieren; pues, gloria a Dios, todas tienen las de renta para, si se gasta con concierto, pasar muy bien; y si no, poco a poco, si se comienzan a endeudar, se irán perdiendo, porque en habiendo mucha necesidad parecerá inhumanidad a los Prelados no darles sus labores y que a cada una provean sus deudos y cosas semejantes, que ahora se usan; que querría yo más ver desecho el Monasterio, sin comparación, que no venga a este estado… Por eso digo que de lo temporal suelen venir grandes daños a lo espiritual, y así es importantísimo esto.”

 “En los de pobreza, mirar y avisar mucho no hagan deudas, porque si hay fe y sirven a Dios no les ha de faltar, como no gasten demasiado. Saber en los unos y en los otros muy particularmente la ración que se da a las monjas, y cómo se tratan, y las enfermas, y mirar que se dé bastante lo necesario: que nunca para esto deja el Señor de darlo, como haya ánimo en la Prelada, y diligencia; ya se ve por experiencia”.


La Madre tenía, en lo concerniente al dinero, la misma libertad que en todo lo demás; para ella era un medio que utilizaba simplemente, sin despreciarlo y sin apegarse a él; no estaba condicionada por la pobreza ni por la abundancia. Si una novicia inteligente y virtuosa, pero sin dote, llegaba a un convento, la Madre daba gracias; “¡Gloria a Dios!”. Pero también las daba en caso contrario: “Mucho me holgué de que hubiera entrado aquella monja, que es muy rica. Todo se va haciendo bien, gloria a Dios”.

(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).