viernes, 29 de abril de 2016

Excelencia de la entrega del corazón al Señor: la castidad


La virginidad consagrada es una forma de amor. Dios ama de tal manera a la persona, que le hace entender en su mismo amor que la quiere sólo para Él.

El corazón humano tiene una parte indivisible, aquella que se entrega íntegramente a la persona que se ama con amor esponsal. Este amor esponsal tiene unas características especiales: es un amor total, fiel, exclusivo, fecundo, destinado a perdurar en el tiempo.

Sabemos muy bien a qué tipo de amor nos referimos. Cuando una chica escucha decir a su novio que le quiere solo a ella, es consciente de que ese chico también quiere a otras mujeres: quiere a su madre, a su hermana… Sin embargo, no hay problema en ello, ya que son amores compatibles. Ahora bien, la chica si espera que esta parte indivisible del corazón le pertenezca exclusivamente para ella, pues es muy consciente de que ese amor solo se puede destinar a una persona. Extrapolando la situación, entendemos que la persona que se consagra a Dios entrega esta parte esponsal del corazón solo a Él.

Grave error sería pensar que la virginidad es un vacío, una renuncia al amor. Así como en el orden del amor humano el matrimonio no es una renuncia aunque lleve consigo el rechazo de otros afectos, de una manera parecida en la virginidad consagrada es una gran amor, es el amor esponsal de Dios al alma y de la persona al Señor. Se trata de una forma de amar de Dios que no es el simple amor de caridad, sino un amor mucho más profundo: Dios ama de tal manera que suscita en el corazón esa entrega indivisible a Él, la entrega de lo indivisible del corazón.

Cuando este amor se establece lleva consigo el corazón entero y en consecuencia, el renunciar a otros afectos que han brotado o pueden brotar. No pensemos jamás que el alma consagrada se queda con el corazón vacío, porque este se encuentra rebosante del amor más grande que criatura humana alguna puede jamás igualar: el amor esponsal de Dios.

miércoles, 27 de abril de 2016

Negativa paterna. Santo Cura de Ars (V)


“Si yo fuese sacerdote, querría ganar para Cristo muchas almas” .

Bastó exponer el motivo de la vocación para que su madre llorara de alegría. Sin embargo, el padre se mostró inflexible con su negativa. En vano la mujer cristiana alegó que se trataba del más virtuoso de los hijos, del más trabajador, del más juicioso; todos estos argumentos se volvieron contra la causa que quería defender. Juan María era un buen trabajador y un campesino experimentado: razón de más para que se quedase en casa. 

Larga y porfiada fue la lucha por espacio de dos años. Juan María siempre callaba, pero sus deseos se reflejaban en sus ojos. Su conducta ejemplar era un perenne testimonio, ante su padre obstinado en la negativa, de la realidad de una vocación imperiosa, que tanto menos habría de ceder cuanto que contaba con la aprobación de su confesor.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).

lunes, 25 de abril de 2016

El joven rico


Luego se le acercó un hombre y le preguntó: 

«Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?».

Jesús le dijo: 

«¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos».

«¿Cuáles?», preguntó el hombre. 

Jesús le respondió: 

«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo».

El joven dijo: «Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?».


«Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».

Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.

(Mt 19, 16-22)

domingo, 24 de abril de 2016

Por la puerta. Papa Francisco en África (I)


Cuando se leía la Carta de San Pablo me tocó: «Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús» (Flp 1,6).

El Señor nos ha elegido, y Él comenzó su obra el día que nos miró en el bautismo, y el día que nos miró después, cuando nos dijo «si tenés ganas vení conmigo». Y, bueno, ahí nos metimos en fila y empezamos el camino; pero el camino lo empezó Él, no nosotros. En el Evangelio leemos de uno curado que quiso seguir el camino y Jesús le dijo: «No». En el seguimiento de Jesucristo, sea en el sacerdocio, sea en la vida consagrada, se entra por la puerta; la puerta es Cristo; Él llama, Él empieza, Él va haciendo el trabajo. Hay algunos que quieren entrar por la ventana. No sirve eso. Por favor, si alguno ve que un compañero o una compañera entró por la ventana, abrácelo y explíquele que mejor que se vaya, y que sirva a Dios en otro lado, porque nunca va a llegar a término una obra que no empezó Jesús por la puerta.
(Papa Francisco en Nairobi. 
Viaje apostólico a Kenia, Uganda y República Centroafricana, Noviembre 2015)

viernes, 22 de abril de 2016

Otra vez volando. P. Segundo Llorente (XVII)


(El P. Segundo sufre un accidente volando en aeroplano).

En resolución, se decidió en juicio sumarísimo que me volasen inmediatamente a Bethel donde tenemos hospital y médico. Un minero aficionado a la aviación tenía allí mismo un aeroplano diminuto en el que me podían volar sin novedad. Entretanto iba anocheciendo.

Creo no exagerar si afirmo que jamás en la he sentido tanta paz y gozo interno como en aquellas horas que siguieron al accidente. Con el susto y excitación nerviosa todo adquirió muy pronto caracteres de tragedia catastrófica, aunque en realidad y mirado en frío, no pasó de un susto y de un aeroplano menos.


Por primera vez en la vida me pareció que juntaba mi sangre a la sangre redentora de Cristo para ayudarle a completar la redención y salvación del mundo; pues como había celebrado Misa aquel día y había consumido el cáliz, me pareció que aquella sangre era tanto de Cristo como mía.

Me inundaban oleadas de gozo interior al ver y palpar que Dios se acordaba de mí y me trataba como trató a su Hijo, aunque el parecido era de proporciones infinitamente menores; y entonces tuve atisbos de que el martirio puede ser una explosión de gozo y es y debe ser un privilegio inmerecido que nunca podremos agradecer bastante.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 21 de abril de 2016

Sacerdote para la eternidad (XIII)


Enseña el Concilio de Trento que en la Misa se realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez se ofreció El mismo cruentamente en el altar de la Cruz... Una sola y la misma es, en efecto, la Víctima; y el que ahora se ofrece por el ministerio de los sacerdotes, es el mismo que entonces se ofreció en la Cruz, siendo sólo distinta la manera de ofrecerse (Concilio de Trento, Doctrina acerca del Santísimo Sacrificio de la Misa (Denzinger-Schön. 1743 (940)).

La asistencia o la falta de asistencia de fieles a la Santa Misa no altera para nada esta verdad de fe. Cuando celebro rodeado de pueblo, me encuentro muy a gusto sin necesidad de considerarme presidente de ninguna asamblea. Soy, por un lado, un fiel como los demás; pero soy, sobre todo, ¡Cristo en el Altar! Renuevo incruentamente el divino Sacrificio del Calvario y consagro in persona Christi representando realmente a Jesucristo, porque le presto mi cuerpo, y mi voz y mis manos, mi pobre corazón, tantas veces manchado, que quiero que El purifique.


Cuando celebro la Santa Misa con la sola participación del que me ayuda, también hay allí pueblo. Siento junto a mí a todos los católicos, a todos los creyentes y también a los que no creen. Están presentes todas las criaturas de Dios -la tierra y el cielo y el mar, y los animales y las plantas-, dando gloria al Señor la Creación entera. 

Y especialmente, diré con palabras del Concilio Vaticano II, nos unimos en sumo grado al culto de la Iglesia celestial, comunicando y venerando sobre todo la memoria de la gloriosa siempre Virgen María, de San José, de los santos Apóstoles y mártires y de todos los santos (Cfr. Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Lumen Gentium n. 50).

(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)

miércoles, 20 de abril de 2016

¿Sacerdote? Santo Cura de Ars (IV)


Sería sacerdote… mas ¿cómo podría llegar a conseguirlo? Frisaba ya en los diecisiete años, no poseía sino incompletos conocimientos de la enseñanza primaria, que se imponía al estudio del latín. Y en torno suyo, ¿qué pensarían de su caro deseo? 

En lo que toca a su madre, estaba seguro; se apresuraría a dar a Dios a su hijo predilecto. Mas ¿el padre? Aunque muy caritativo, su piedad era más corriente, y el rudo trabajo del campo le absorbía por completo. ¿Y Francisco, próximo al servicio militar, al que era menester redimir? ¿Y Catalina, prometida ya, a la cual, al casarla, habrían de dar algo en dote?... La esperanza de Juan María fluctuaba en un mar de angustias.

Pero… ¡y las almas! ¡Todas las parroquias sin sacerdotes, tantos niños abandonados sin instrucción religiosa, sin sacramentos, sin Eucaristía!... ¡Tanta mies en peligro por falta de obreros para recogerla! ¿No valía la pena despreciar todos los sinsabores y vencer todos los obstáculos?

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).

lunes, 18 de abril de 2016

No dejar a Cristo caer con la Cruz


“Y así se determine, aunque toda la vida le dure esa sequedad, a no dejar a Cristo caer con la Cruz”.


(Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús)

domingo, 17 de abril de 2016

Esperanza (II). Jubileo de la Vida Consagrada (VIII)


A mí me hace mucho bien leer ese pasaje de la escritura, en el cual Ana —la mamá de Samuel— rezaba y pedía un hijo. Rezaba y movía sus labios, y rezaba… Y el viejo sacerdote, que era un poco ciego y que no veía bien, pensaba que estaba ebria. Pero el corazón de aquella mujer [decía a Dios]: «¡Quiero un hijo!». Yo os pregunto a vosotros: ¿vuestros corazones, ante este descenso de las vocaciones, reza con esta intensidad? «Nuestra congregación tiene necesidad de hijos, nuestra congregación tiene necesidad de hijas…». El Señor que ha sido tan generoso no faltará a su promesa. Pero debemos pedirlo. Debemos tocar la puerta de su corazón. Porque hay un peligro —y esto es feo, pero debo decirlo—: cuando una congregación religiosa ve que no tiene hijos y nietos y comienza a ser más pequeña y más pequeña, se apega al dinero. Y vosotros sabéis que el dinero es el estiércol del diablo. Cuando no pueden tener la gracia de tener vocaciones e hijos, piensan que el dinero salvará la vida y piensan en la vejez: que no me falte esto, que no falte este otro… ¡Y así no hay esperanza! ¡La esperanza está solo en el Señor! El dinero no te la dará jamás. Al contrario: ¡te tirará abajo! ¿Entendido? 


(Papa Francisco, Jubileo de la Vida Consagrada. Febrero 2016)

sábado, 16 de abril de 2016

Di a la caza alcance (San Juan de la Cruz)


Tras de un amoroso lance
y no de esperanza falto
volé tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.

Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino
tanto volar me convino
que de vista me perdiese
y con todo en este trance
en el vuelo quedé falto
mas el amor fue tan alto
que le di a la caza alcance.


Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba
dije: "No habrá quien alcance".
Abatíme tanto tanto
que fui tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.

Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera
esperé solo este lance
y en esperar no fui falto
pues fui tan alto tan alto,
que le di a la caza alcance.

(San Juan de la Cruz)

miércoles, 13 de abril de 2016

En el fondo de su alma... Santo Cura de Ars (III)


Juan María procuraba instruirse mejor en las cosas de la religión cristiana, pero fuera del domingo no podía disponer sino de unos momentos por la noche. Tomaba él los Evangelios o la Imitación de Cristo y a la débil luz de una candela de resina comenzaba a leer. Su hermano Francisco, que estaba con él en la misma cama, prefería dormir. Mostróse paciente al principio, pero al fin avisó a su madre, la cual muy prudentemente le prohibió velar hasta tan entrada la noche y mandóle tomar el necesario descanso. Juan María obedeció sin queja; pero en la oscuridad continuaba en vela, pensando en Dios y en el porvenir.

¿Cuáles podían ser sus pensamientos? Escuchaba cómo en el fondo de su alma iba despertándose aquel sígueme que pronunciado en las riberas del mar de Galilea arrastró en pos del Señor a Pedro, a Andrés, a Santiago y a Juan. Juan María Vianney quería ser sacerdote, y este deseo tan íntimo era lo que le hacía tan bueno. 

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).

martes, 12 de abril de 2016

Necesidad de la mortificación


Los padres antiguos que uno no podrá crecer en la virtud de la castidad sino es acostumbrándose a mortificar y quebrantar su propia voluntad en todas las cosas. San Basilio prueban que para alcanzar y conservar la castidad es menester el ejercicio de todas las virtudes, porque todas ellas sirven, ayudan y guardan la castidad.

lunes, 11 de abril de 2016

Vocación de Elías


Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada. Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: «Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos». Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente. Luego caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: 

«¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!».

Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo:

«¡Levántate, come!».



domingo, 10 de abril de 2016

Esperanza. Jubileo de la Vida Consagrada (VII)


Os confieso que a mí me cuesta mucho cuando veo el descenso de las vocaciones, cuando recibo a los obispos y les pregunto: «¿Cuántos seminaristas tenéis?» — «4, 5...». Cuando vosotros, en vuestras comunidades religiosas? —masculinas o femeninas— tenéis un novicio, una novicia, dos... y la comunidad envejece y envejece... Cuando hay monasterios, grandes monasterios, y el Cardenal Amigo Vallejo puede contarnos, en España, cuántos hay, que son llevados adelante por 4 o 5 religiosas ancianas, hasta el final… Y a mí esto me provoca una tentación que va contra la esperanza: «Pero, Señor, ¿qué cosa sucede? ¿Por qué el vientre de la vida consagrada se hace tan estéril?». Algunas congregaciones hacen el experimento de la «inseminación artificial». ¿Qué es lo que hacen? Reciben...: «Sí, ven, ven, ven…». Y luego los problemas que hay ahí adentro… No. ¡Se debe recibir con seriedad! Se debe discernir bien si esta es una verdadera vocación y ayudarla a crecer. Y creo que contra la tentación de perder la esperanza, que nos da esta esterilidad, debemos rezar más. Y rezar sin cansarnos.

(Papa Francisco, Jubileo de la Vida Consagrada. Febrero 2016)

sábado, 9 de abril de 2016

Pobreza voluntaria. P. Mendizábal (XIX)


En el nacimiento, María y José nos enseñan cómo prepararnos al encuentro con Jesucristo, al encuentro del misterio del Verbo hecho carne, que se nos presenta para que lo adoremos.

Jesucristo vino al mundo en suma pobreza. En la Iglesia, siempre habrá una llamada del Señor a una pobreza voluntaria. La pobreza voluntaria no es en sí misma la mera ausencia de bienes, sino un amor a Cristo tal, que le tiene a Él como único tesoro, y es una necesidad. Así como la virginidad es un amor a Cristo que lleva intrínsecamente la polarización de lo indivisible del corazón en el Señor, y por ello la renuncia a lo sociedad conyugal; hay un amor a Cristo que lleva a la renuncia de la riqueza, de los bienes de este mundo, que se contenta con tener con qué comer y vestir, como dice San Pablo. Pero no es para unirse a los pobres, ¡aunque no hubiese pobres! Así como la virginidad no es una condición del apóstol para predicar a los solterones, no es por eso por lo que uno abraza el celibato. Así también la pobreza o la condición por la que yo quiero vivir en pobreza es por tener a Jesucristo como único tesoro, y consiguientemente, corresponde a una especie de necesidad interior de pasar con lo mínimo, de no querer más, de no tener su morada en este mundo.


El Señor nos muestra el valor de esa pobreza voluntaria, y para ello prepara a María y a José: les despoja de lo poco que tenían y les hace que le lleven a Belén, donde va a nacer en suma pobreza.

(Con María, P. Mendizábal).

viernes, 8 de abril de 2016

Grandes acciones pequeñas. Santo Cura de Ars (II)


El cuidado de los animales del establo, el segar el heno, el granero, la vendimia, el lagar… Hay acciones pequeñas en sí, pero que pueden ser grandes, según la intención que las anima.

Para Juan María eran de gran valor, porque las ofrecía a Dios de corazón todos los días. Más tarde, él mismo nos explicará el secreto de la vida interior de su juventud. “Es menester ofrecer a Dios nuestros pasos, nuestro trabajo y nuestro reposo. ¡Oh, qué hermoso es hacerlo todo por Dios! Alma mía, si trabajas por Dios, trabajarás tú, mas Dios bendecirá tus obras; serás tú quien andarás, mas Dios bendecirá tus pasos. Todo lo tendrá en cuenta; la privación de una mirada, de un gusto, todo quedará escrito… Hay personas que saben aprovecharse todo, aun de las inclemencias del tiempo; hace frío y ofrecen a Dios sus pequeñas molestias. ¡Oh, qué belleza ofrecerse a Dios en sacrificio todas las mañanas!”. 

De esta manera, en los campos y en la granja santificaba Juan María su alma; un mundo invisible estaba siempre presente ante él; mas no por esto era indolente y soñador; su complexión era robusta y por temperamento inclinado siempre a la acción.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).

jueves, 7 de abril de 2016

Novicio modelo. Tres monjes reeldes


El Padre Guillermo, Maestro de novicios, llamó a Roberto a su presencia.

-Hijo mío, ya no falta mucho para que hagáis los votos. ¿Creéis que estáis en condiciones de hacerlo?

-En absoluto –contestó rápida y sinceramente el novicio.

Su calma habitual impidió al maestro manifestar su enorme sorpresa ante tal respuesta. A Roberto le llamaban “el novicio modelo”. Muchos de los monjes antiguos habían asegurado que les favorecía tenerle junto a ellos. La energía que Roberto manifestaba en sus actos –desde el canto de un salmo al barrido del suelo- elevaba, efectivamente, los corazones. Lo que todos encontraban eemplar era la manera en que el muchacho se había entregado a aquella vida. Para él no existían vacilaciones ni medias tintas. Se entregaba del todo. ¡Y ahora decía que no se hallaba preparado para formular los votos!

(Tres monjes rebeldes, P. Raymond).

miércoles, 6 de abril de 2016

Delicadeza innata. Santo Cura de Ars (I)


Juan María se había escondido para rezar entre los plateados sauces que bordeaban el arroyo de Planches. “¿Dónde está?, preguntaban los labriegos de los campos vecinos. Francisco Duclos, señalando con indiscreto dedo la pequeña ermita, los condujo hacia los sauces y le vieron de rodillas.

Un día, después de comer, salía el niño de la casa paterna con el pollino cargado de sacos de trigo, que había de llevar hasta el molino de Saint-Didier. La hija de los vecinos, Marión Vicent, que tenía siete años como él, quiso acompañarle. Los padres de ambos no opusieron reparo alguno. Hacía mucho calor y se sentaron a la sombra para descansar. Esta fue la hora de las confidencias. Marión apreciaba mucho a su amiguito, tan pacífico, tan obediente y cuyos ojos azules miraban con cierta dulzura.


-Juan María -dijo ella con gran candidez- si nuestros padres estuviesen conformes, haríamos muy buena pareja.

-Oh, no, ¡jamás! –replicó con viveza y sorprendido- no, ¡no hablemos de esto, Marión!

Se levantó en seguida, y espoleando al jumento, continuaron su camino hacia el molino.

Sesenta años más tarde, Marión Vicent, sentada en el umbral de la puerta, con la rueca en la mano, contaba con voz conmovida aquel gracioso idilio.

En Juan María se manifestaba ya aquella modestia, aquella delicadeza innata que le llevó hasta a contrariar los más puros y los más legítimos afectos. “Ya sé que es cosa permitida –decía después confidencialmente- no obstante, en algunas ocasiones me negué a abrazar a mi pobre madre”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).

martes, 5 de abril de 2016

En la intimidad del corazón de Cristo


Es San Juan el que en la Última Cena se recuesta en el pecho del Salvador para preguntarle quién será el traidor. Es el discípulo amado el que reconoce al Señor en la pesca milagrosa en el lago Tiberiades y dice "Es el Señor". Y es al discípulo amado a quien el Señor le confía el cuidado de la Santísima Virgen María a los pies de la Cruz. La virginidad consagrada que nos introduce en la intimidad del corazón de Cristo.


lunes, 4 de abril de 2016

Obras quiere el Señor


"Obras quiere el Señor; y que si ves a una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esta devoción y te compadezcas de ella, y si tiene algún dolor te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes para que ella lo coma. Esta es la verdadera unión con la voluntad de Dios".

(Santa Teresa de Jesús)