Como
todos los cristianos, los miembros del Opus Dei, sacerdotes o seglares,
cristianos corrientes siempre, se incluyen entre los destinatarios de estas
palabras de San Pedro: vosotros sois el linaje escogido, una clase de
sacerdotes reyes, gente santa, pueblo de conquista, para publicar las grandezas
de aquel que os sacó de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros que antes no
erais pueblo, y ahora sois el pueblo de Dios; que no habíais alcanzado
misericordia, y ahora la habéis alcanzado (1 Pet II, 9-10).
Una y la
misma es la condición de fieles cristianos, en los sacerdotes y en los
seglares, porque Dios Nuestro Señor nos ha llamado a todos a la plenitud de la
caridad, a la santidad: bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha colmado en Cristo de toda suerte de bendiciones
espirituales del Cielo; así como por El mismo nos escogió antes de la creación
del mundo, para ser santos y sin mácula en su presencia por la caridad (Eph I,
3-4).
No hay
santidad de segunda categoría: o existe una lucha constante por estar en gracia
de Dios y ser conformes a Cristo, nuestro Modelo, o desertamos de esas batallas
divinas.A todos invita el Señor, para que cada uno se santifique en su propio
estado. En el Opus Dei esta pasión por la santidad -a pesar de los errores y
miserias individuales- no encuentra diferencia en el hecho de ser sacerdote o
seglar; y, por lo demás, los sacerdotes son sólo una pequeñísima parte,
comparados con el total de los miembros.
No se
trata por tanto de renuncia alguna, si se mira con ojos de fe, cuando se llega
al sacerdocio; y llegar al sacerdocio no supone tampoco un coronamiento de la
vocación al Opus Dei. La santidad no depende del estado -soltero, casado,
viudo, sacerdote-, sino de la personal correspondencia a la gracia, que a todos
se nos concede, para aprender a alejar de nosotros las obras de las tinieblas y
para revestirnos de las armas de la luz: de la serenidad, de la paz, del
servicio sacrificado y alegre a la humanidad entera (Cfr. Rom XIII, 12).
(Homilía
de S. José María Escrivá de Balaguer)