Teresa de Ahumada y Cepeda tiene quince años; a su edad, su madre
ya estaba casada; ella, sin embargo, junto a un padre preocupado, una hermana distraída
y unos hermanos a quienes admira, estaba expuesta a todas las sorpresas del
corazón.
Uno de sus primos se
enamoró de ella, y Teresa se dejó enredar en el sentimiento que inspiraba:
“Como comenzaba a entender que una persona me tenía voluntad, y si me caía en
gracia, me aficionaba tanto, que me ataba en gran manera la memoria a pensar en
él…”
Aunque no da
nombres, silenciando el de quien consigue turbarla, sabemos que a uno de sus
primos nunca le volvió a ver; aunque continuó relacionándose con los otros; se
trata de Pedro. ¿Acaso no puede deducirse de ello que estuvo enamorada de él?
¿Qué motivo había, si no, para evitarlo, ella que fue siempre tan fiel a los
lazos familiares? Tal vez sólo uno: la importancia que siempre daría a “quitar
la ocasión”.
(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).
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