Cosa
imperfecta me parece, hermanas mías, este quejarnos siempre con livianos males;
si podéis sufrirlo, no lo hagáis.
Acordémonos
de nuestros padres santos pasados, ermitaños, cuya vida pretendemos imitar;
¡qué pasarían de dolores y qué a solas, y de fríos y hambre y sol y calor, sin
tener a quién se quejar sino a Dios! ¿Pensáis que eran de hierro? Pues tan
delicados eran como nosotras. Y creed, hijas, que en comenzando a vencer estos
corpezuelos, no nos cansan tanto.
(Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús)
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