lunes, 30 de enero de 2017

Particular esplendor


"La virginidad da a la Iglesia, particular esplendor, contribuyendo a comunicarle el brillo de la nota de santidad, que la distingue de las sectas que han renunciado a los consejos evangélicos"

(San Cipriano, San Ambrosio. Las tres edades de la vida interior)

domingo, 29 de enero de 2017

Empujados por el Espíritu para la Misión (III) Papa Francisco


Ciertamente, son muchas las preguntas que se plantean cuando hablamos de la misión cristiana: ¿Qué significa ser misionero del Evangelio? ¿Quién nos da la fuerza y el valor para anunciar? ¿Cuál es la lógica evangélica que inspira la misión? A estos interrogantes podemos responder contemplando tres escenas evangélicas: el comienzo de la misión de Jesús en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4,16-30), el camino que él hace, ya resucitado, junto a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35), y por último la parábola de la semilla (cf. Mc 4,26-27).


Jesús es ungido por el Espíritu y enviado. Ser discípulo misionero significa participar activamente en la misión de Cristo, que Jesús mismo ha descrito en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18). Esta es también nuestra misión: ser ungidos por el Espíritu e ir hacia los hermanos para anunciar la Palabra, siendo para ellos un instrumento de salvación.

(Mensaje del Santo Padre Francisco para la 54 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, Diciembre 2016)

sábado, 28 de enero de 2017

Avisos para conservar la castidad (III). San Francisco de Sales


A este propósito, te repito las palabras que el antiguo padre Juan Casiano refiere como salidas de labios del gran San Basilio, el cual, hablando de sí mismo, dijo un día: «Yo no sé lo que son las mujeres y, no obstante, no soy virgen». Ciertamente, la castidad puede perderse de tantas maneras cuantas son las clases de lascivias y de impurezas, las cuales, según sean grandes o pequeñas, unas debilitan, otras hieren y otras dan muerte al instante. Hay ciertas familiaridades y pasiones indiscretas, frívolas y sensuales, las cuales, propiamente hablando, no violan la castidad y, no obstante, la debilitan, la enflaquecen y empañan su hermosa blancura. Hay otras libertades y pasiones, no sólo indiscretas, sino viciosas; no sólo frívolas, sino deshonestas; no sólo sensuales, sino carnales, y de éstas, la castidad sale, a lo menos, malparada y comprometida. Digo «a lo menos», porque muere y sucumbe del todo, cuando las ligerezas y la lascivia producen en la carne el último efecto del placer voluptuoso, pues entonces la castidad sucumbe más indigna, vi¡ y desgraciadamente que cuando perece por la fornicación, el adulterio o el incesto, porque estas últimas especies de vileza son tan sólo pecado, mientras que las demás, como dice Tertuliano en su libro De pudicitia, son monstruos de iniquidad y de pecado. Ahora bien, Casiano no cree, ni yo tampoco, que San Basilio se refiera a un tal desorden, cuando se acusa de no ser virgen, porque, sin duda, se refiere tan sólo a los malos y voluptuosos pensamientos, los cuales, aunque no hubiesen maculado su cuerpo, podían, no obstante, haber contaminado el corazón, de cuya castidad las almas santas son en extremo celosas.


No trates, en manera alguna, con personas impúdicas, sobre todo si, además, son desvergonzadas, como suelen serlo casi siempre; porque así como los machos cabríos, al lamer los almendros dulces, los convierten en amargos, así también estas almas malolientes y estos corazones infectos no hablan con persona alguna, del mismo o de diferente sexo, a cuyo pudor no causen algún detrimento: tienen el veneno en los ojos y en el aliento, como el basilisco. Al contrario, trata con personas castas y virtuosas; piensa y lee con frecuencia las cosas sagradas, porque «la palabra de Dios es casta» y hace castos a los que se dan a ella, por lo que David la compara con el topacio, piedra preciosa que tiene la propiedad de adormecer el ardor de la concupiscencia. Procura estar siempre cerca de Jesucristo crucificado, espiritualmente por la meditación, y realmente por la sagrada Comunión, porque, así como los que duermen sobre la hierba llamada agnus-castus, se hacen castos y honestos, de la misma manera, si tu corazón descansa sobre Nuestro Señor, que es el verdadero Cordero casto e inmaculado, verás presto tu alma y tu corazón purificado de toda mancha y lubricidad.

(S. Francisco de Sales, Introducción a la vida devota)

viernes, 27 de enero de 2017

Dios llama a muchos. P. Segundo Llorente (XXIV)


Cada vez que veo estudiantes rebosando salud; chicos guapísimos con el cabello partido en crenchas muy galanas; jóvenes esbeltos que parecen cincelados por el buril del mismísimo Fidias; al pensar luego que o no son católicos, o si lo son, no aspiran más que a terminar una carrera que les facilite trabajar a la sombra, cobrar un sueldo ramplón, criar media docena de hijos y llegar luego a viejos sentados en la butaca de algún casino con compadres tan canos y calvos como ellos, se me subleva la sangre y me viene la tentación de agarrarlos por las solapas y decirles con acento lastimero:


- Pero, hombre, ¿no ves que estás perdiendo la ocasión de poderte cubrir de gloria marchando a las misiones donde con tus fatigas, con tus dolores, con tus esfuerzos, con sufrimientos de todo género llevados alegremente por amor de Dios puedes convertir un sinnúmero de almas que glorifiquen eternamente contigo a Jesucristo?

Nos sobran ya abogados, ingenieros, médicos y veterinarios. Lo que nos hace falta con toda urgencia son chicos como tú que vayan hoy mismo a los noviciados y marchen luego a conquistar el mundo para Cristo. Si me dices que Dios no te llama, vete a la iglesia; arrodíllate ante el sagrario; di a la santísima Virgen que presente ella tu petición a su divino Hijo. Diles que tú quieres venirte aquí de voluntario. Veremos luego si te llama Dios o no te llama.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 26 de enero de 2017

Un papel de primer orden


En sus éxtasis y en su sublime doctrina los sacerdotes desempeñaron un papel de primer orden y será este uno de los temas que con más frecuencia tendrá a flor de labios. Magdalena cantará un glorioso himno de alabanza al sacerdocio de Cristo. 

“La dignidad del sacerdocio es enorme. Sobrepasa a todo entendimiento humano, ya que son la obra más bella de la Iglesia y de la humanidad del Verbo.

Cristo se transforma en sus ministros y así transformado, obra en ellos, sobre todo en el Santo Sacrificio del Altar, que es la oferta más rica y grande que se puede hacer al Padre Celestial.

¡Qué grande es la dignidad del sacerdote a quien está permitido tocar tu sacratísimo Cuerpo y administrarlo bien a los fieles!

Los sacerdotes son los secretarios y tesoreros de Dios porque, al predicarnos la palabra de Dios, nos descubren sus secretos, y al administrarnos los sacramentos nos dan sus tesoros…”


(Santa María Magdalena de Pazzi)

miércoles, 25 de enero de 2017

33. Guerra a los bailes (III). Santo Cura de Ars (XXXIII)


La señorita Claudina Tréve cuenta de sí misma que una vez bailó en unas bodas, hacia el mes de febrero. El Cura de Ars difirió absolverla hasta la fiesta de la Ascensión.

Durante su juventud, la señora Butillon hubo de esperar, en varias ocasiones, quince días o tres semanas para ser absuelta, por haber ido a la feria de Montmerle. No había bailado, pero “había frecuentado el lugar donde bailaban”.

Un padre de familia, que no conocía bien a su pastor, le propuso este sencillo caso de conciencia: “¿Puedo acompañar a mi hija al baile?

- No, amigo mío.

- Es que no la dejaré danzar.

Y el señor Cura de Ars concluyó con esta reflexión llena de profundísima psicología:

- ¡Oh, si ella no baila, ya bailará su corazón!”

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

domingo, 22 de enero de 2017

Empujados por el Espíritu para la Misión (II) Papa Francisco


Aunque experimentemos en nosotros muchas fragilidades y tal vez podamos sentirnos desanimados, debemos alzar la cabeza a Dios, sin dejarnos aplastar por la sensación de incapacidad o ceder al pesimismo, que nos convierte en espectadores pasivos de una vida cansada y rutinaria. No hay lugar para el temor: es Dios mismo el que viene a purificar nuestros «labios impuros», haciéndonos idóneos para la misión: «Ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?”. Contesté: “Aquí estoy, mándame”» (Is 6,7-8).

Todo discípulo misionero siente en su corazón esta voz divina que lo invita a «pasar» en medio de la gente, como Jesús, «curando y haciendo el bien» a todos (cf. Hch 10,38). En efecto, como ya he recordado en otras ocasiones, todo cristiano, en virtud de su Bautismo, es un «cristóforo», es decir, «portador de Cristo» para los hermanos (cf. Catequesis, 30 enero 2016). Esto vale especialmente para los que han sido llamados a una vida de especial consagración y también para los sacerdotes, que con generosidad han respondido «aquí estoy, mándame». Con renovado entusiasmo misionero, están llamados a salir de los recintos sacros del templo, para dejar que la ternura de Dios se desborde en favor de los hombres (cf. Homilía durante la Santa Misa Crismal, 24 marzo 2016). La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes así: confiados y serenos por haber descubierto el verdadero tesoro, ansiosos de ir a darlo a conocer con alegría a todos (cf. Mt 13,44).

(Mensaje del Santo Padre Francisco para la 54 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, Diciembre 2016)

viernes, 20 de enero de 2017

Guerra a los bailes (II). Santo Cura de Ars (XXXII)


De las palabras pasaba el Sr. Vianney a las obras. Con las que permanecían rebeldes a sus consejos y amonestaciones, el señor Vianney se mostró excesivamente severo. Partiendo del principio de que no podían ser absueltos los pecadores si no renunciaban a la ocasión de pecar, cuando esta existía, el Cura de Ars negaba la absolución, aun por una sola falta, hasta la conversión total. Para ello tenía sus razones. De esta manera, buen número de feligreses, sin ser escandalosos, hubieron de aguardar meses, y aun años, antes de ser admitidos a los sacramentos. Una prueba de ello es el siguiente diálogo:

“Estuve seis años sin cumplir con el precepto pascual -decía en marzo de 1895 a Mons. Convert una venerable anciana cuyo marido iba confirmando sus dichos.

- ¡Seis años!

- Sí, de los 16 a los 22. Cada año iba a casa de mis padres, a la fiesta de Mizerieux, y allí bailaba un poco. En todo el año, no salía sino en aquella ocasión. En Ars entonces ya no se bailaba. Pues bien; esta única salida, que se renovaba todos los años, era la causa de que yo no recibiese la absolución.

- ¿Y qué le decía?

- “¡Si no te corriges en esto de bailar, estás condenada!...” Era muy lacónico.

- Pero, ¿es que bailabas en otras ocasiones?

- Jamás.

- Entonces, ¿por qué iba usted a confesar?

- Pensaba yo: “Si Dios me envía la muerte antes de que reciba la absolución, espero que tendrá en cuenta mis deseos de recibirla”. Mi madre preguntó al señor Cura si podría confesarme en otra parte.

- “Como usted quiera, -respondióle- pero prefiero que se quede sin cumplir con la parroquia a que se vaya a confesar a otra parte”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

jueves, 19 de enero de 2017

¿Qué concepto tenéis de Citeaux? Tres monjes rebeldes


- Esteban, ¿qué concepto tenéis de la vida que llevamos en Citeaux?

- Somos penitentes por un mundo que no se arrepiente.

- ¡Muy bien! ¿Y nada más?

- Sí, sí, no seais impaciente. También somos ángeles de la Consolación para Cristo agonizante.


- Eso me gusta más. Hemos de convertirnos en escudos para el Sagrado Corazón. Es mucho el mal que el mundo está haciendo al Señor a quien servimos. Creéis que escondidos aquí en este pantano y dedicados a cantar salmos, cortar leña, arar los campos y cuidar del ganado, estamos cumpliendo el fin para el que fuimos creados por Dios, ¿no es así?

- Así es.

- ¿Creéis también que, a pesar de no hacer nada, como cree el mundo, estamos ayudando a salvar a ese mundo?

Los ojos de Esteban se iluminaron:

- Estoy plenamente convencido de que ayudamos a salvar al mundo aunque el mundo piense que nuestra vida es inútil. Por tanto, resulta que los que no hacemos nada contribuimos a la salvación del mundo.

(Tres monjes rebeldes, P. Raymond)

miércoles, 18 de enero de 2017

Guerra a los bailes (I). Santo Cura de Ars (XXXI)


Una joven apasionada por el baile no podrá gustar de los goces sencillos y puros; no tendrá espíritu cristiano. Su familia, si se lo aprueba, no será una familia en la que se haga el debido honor a las prácticas piadosas. Esta joven y los suyos no tendrán una religión seria sino renunciando a sus ideas y a sus costumbres mundanas; quien quiere evitar el pecado ha de huir de la ocasión… El Cura de Ars era hombre de principios e iba recto a su objeto. Lo que él veía y atacaba al mismo tiempo que la danza era la pasión impura a la que da lugar. La ignorancia y la inconsciencia eran tal vez alguna excusa para aquellas pobres gentes. Sea de ello lo que fuere, tan vergonzosos desórdenes comenzaron a cesar cuando el señor Vianney los estigmatizó y los declaró infames desde el púlpito.


En este punto, la resistencia fue muy tenaz y el terreno no fue conquistado sino palmo a palmo. Durante más de diez años, el Cura de Ars hubo de volver sin cesar al mismo tiempo en sus prédicas. No hay un solo mandamiento de la ley de Dios que el baile no haga quebrantar…

lunes, 16 de enero de 2017

domingo, 15 de enero de 2017

Empujados por el Espíritu para la Misión (I) Papa Francisco


Con ocasión de la 54 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, quisiera centrarme en la dimensión misionera de la llamada cristiana. Quien se deja atraer por la voz de Dios y se pone en camino para seguir a Jesús, descubre enseguida, dentro de él, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad. Todos los cristianos han sido constituidos misioneros del Evangelio. El discípulo, en efecto, no recibe el don del amor de Dios como un consuelo privado, y no está llamado a anunciarse a sí mismo, ni a velar los intereses de un negocio; simplemente ha sido tocado y trasformado por la alegría de sentirse amado por Dios y no puede guardar esta experiencia solo para sí: «La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera» (Exht. Ap. Evangelium gaudium, 21).

Por eso, el compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que, por el contrario, está en el corazón mismo de la fe: la relación con el Señor implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor.

(Mensaje del Santo Padre Francisco para la 54 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, Diciembre 2016)

sábado, 14 de enero de 2017

Colaboradores de la Redención de Cristo. P. Mendizábal (XXIV)


María aparece siempre como “portadora de Cristo” y “conductora a Cristo”. Aparece así en las Bodas de Caná, en las que envía a los servidores a Jesús, preparándoles para su encuentro; aparece así en la cruz, donde recibe de Cristo esa misión y lleva hacia Cristo; y aparece así también en sus manifestaciones de Lourdes o Fátima, donde Ella aparece “orante”. No es ella la Mediadora, ella orante, conduce a Cristo: pide que se haga un templo, que el Hijo sea venerado. Lleva a las almas a la Eucaristía, a la comunión, a Cristo. Cristo es el Redentor, María es redimida por Él y constituida colaboradora de la Redención de Cristo.


Lo que le sucede a María, para nosotros es ejemplar, porque tiene que darse en su grado: nosotros, redimidos por Cristo, somos constituidos colaboradores de la Redención de Cristo y tenemos que cuidar esa colaboración.

(Con María, P. Mendizábal)

viernes, 13 de enero de 2017

El banquete de Navidad. P. Segundo Llorente


A las siete de la noche, solo ya en mi cocina, me puse a pasear pensativo para planear el banquete de Navidad. Poco a poco me empezó a invadir un como tedio de la vida que me es muy familiar. No tenía malditas las ganas de guisar nada. ¡Si hubiera una taberna a mano!... Porque de restaurantes ni hablar.

En un cajón me quedaban dos zanahorias viejas y arrugadas que habían venido por barco durante el verano. Las lavé y las corté en rajas que hoy no me hicieron gracia alguna. Abría una lata que decía: sopa consomé.

Corté un pedazo de pan y puse sobre la mesa el turrón que me mandó de México la señora Berta Téllez, viuda de Berruecos.

Al ver juntos el turrón y las zanahorias me reí sin ganas, pero me reí, porque el contraste me trajo a la memoria el dicho gracioso de un profesor mío de filosofía muy viejo que, cuando echábamos una elegancia latina y luego se nos escapaba un disparate de sintaxis, decía: “Eso es como uno que llevase una corbata de seda y los calzones rotos”.


Al sentarme solo a la mesa me invadió una tristeza que llevaba camino de aplastarme. Como no era cosa de terminar de mala manera un día tan solemne, y como había que evitar que el egoísmo saliese con la suya, me planté, le agarré por el cuello y lo estrangulé sin compasión y con la ayuda de un pensamiento sencillísimo:

-¿No celebramos hoy tres misas y recibimos tres veces al mismo Jesucristo? ¿Y puede haber alimento terreno que se compare a mil leguas con Jesucristo? Pues entonces ¿a qué vienen esas quejas? ¿Qué alimento puede tener sabor después de haber gustado a Jesucristo? ¿A estas alturas salimos con esas?

Vergüenza primero y gozo interno después me dejaron como nuevo y pude terminar el día como Dios manda. Todos los problemas se resuelven como por encanto con solo sacar a plaza a Jesucristo.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

                                                                               

jueves, 12 de enero de 2017

Pelear el abandono del Sagrario


"Un sacerdote no es ni más ni menos que un hombre elegido y consagrado por Dios 
para pelear contra el abandono del Sagrario".


(S. Manuel González)

miércoles, 11 de enero de 2017

Guerra a la blasfemia. Santo Cura de Ars (XXX)


Con la blasfemia, siempre mala y culpable, era necesario ser implacable. Para un alma respetuosa con el santo nombre de Dios, era una cosa de todo punto insoportable. En aquella reducía aldea “tenía la pena de oír las blasfemias de labios de muchos niños que ni sabían rezar el Padrenuestro”. Jamás pudo tratar de asunto tan doloroso sin derramar lágrimas y volvía siempre a lo mismo en sermones y en el catecismo. Amenazaba a los blasfemos con todos los males posibles en este mundo y en el otro:

“¿No es un milagro extraordinario, que en una casa donde se halla un blasfemo no sea destruida por un rayo o colmada de toda suerte de desgracias? ¡Tened cuidado! Si la blasfemia reina en vuestra casa, todo irá pereciendo”.


De esta manera reprimía la blasfemia con unas enérgica severidad y procuraba por todos los medios hacerla objeto de horror para los niños y jóvenes.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

lunes, 9 de enero de 2017

No echar en olvido el adelantamiento espiritual


"La salvación de un religioso va estrechamente unida a su perfección; 
de modo que si echa en olvido el cuidado de su adelantamiento espiritual, 
va poco a poco acercándose a su ruina y perdición".


(P. Lallemant)