sábado, 31 de octubre de 2015

Las tentaciones

Una tentación es un pensamiento o idea que el diablo presenta a nuestro entendimiento con la intención de apartarnos del bien y acercarnos al mal. El diablo, que es un ángel caído, es por tanto un ser sumamente inteligente, y usará de mil y una artimañas para alcanzar sus propósitos.

El ejemplo típico de tentación por antonomasia lo encontramos en el libro 3º del génesis, el cual iremos siguiendo (a partir de ahora en cursiva) para ver un poquito cuál es la dinámica y alguna de las tretas de la serpiente.


La serpiente era más astuta que las demás bestias el campo, así que ¡ojo!


1ª técnica de la serpiente: Decir una media verdad. Y dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín? No es totalmente cierto esto que nos dice, Dios de hecho había dado al hombre todos los árboles del jardín excepto uno, del cual no debía comer. El diablo nos presenta en nuestra vida cotidiana la tentación de que son muchas las cosas que los cristianos no podemos hacer y eso es falso. Los cristianos tenemos una libertad enorme, grandísima, más que cualquiera, porque al apartarnos del pecado que es la destrucción del hombre podemos hacer tantísimas cosas… pero de esto hablaremos en otra entrada.

2ª técnica de la serpiente: presentarle al hombre la idea de que obedecer a Dios es perder la libertad. Es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrían los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal. El diablo que conoce nuestra debilidad y soberbia nos quiere engañar haciéndonos creer que siendo autónomos e independientes de Dios es la manera en la que seremos plenos y libres, ¡bien sabe satanás que es al contrario! La más plena realización del hombre consiste en la donación amorosa de su libertad a Dios. Esto lo iremos viendo poco a poco.

Tenemos por tanto que el diablo tienta “bajo capa de bien”, como es tan inteligente nunca nos presentará el mal como objetivamente malo, si no que en primer lugar llegará a nuestro entendimiento para hacernos ver lo razonablemente bien que vamos a actuar y en segundo lugar a nuestra voluntad para hacernos gustar de los beneficios y bondades que vamos a obtener. Así que, pensamientos tales como “lo hace todo el mundo y no va a pasar nada” tienen una fuerte carga demoniaca: la primera parte intenta justificar (falsamente) racionalmente nuestro obrar: como lo hace todo el mundo es algo racional; la segunda parte afecta a nuestra voluntad, no me voy a sentir mal, no me voy a corromper, no va a haber consecuencias negativas, por lo tanto apetécelo, qué bien lo vas a pasar.


En la vida cristiana deberemos analizar muchas veces nuestro obrar y la justificación del mismo, Dios nos ha dado una cabeza para que, iluminada por la fe, la utilicemos y no obremos tantas veces en la vida “a lo loco”. Esto será necesario solo en algunas ocasiones si hemos recibido una buena formación y  criterios morales. En otras ocasiones será prudente consultar a un sacerdote o persona de confianza, siendo siempre humildes y sabiendo que nunca somos buenos jueces en causa propia, la cual, como enemigo también de nuestra alma trabaja en perfecta cooperación con el diablo. La oración en cualquier caso será nuestro mejor auxilio. Como dice s. Pedro: “Sed sobrios, velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Resistidle, firmes en la fe” (1 Pe 5, 8).

viernes, 30 de octubre de 2015

¿Por qué vino usted a Alaska? P. Segundo Llorente (IX)

-      ¿Dice usted, padre, que no está acostumbrado a estas durezas?

-      Así es. Nunca pasé tantas horas expuesto al frío.

-      Pero ¿no viajan en trineo en su tierra?

-      No, hombre, no, qué van a viajar en trineo. Yo soy español. Los españoles no han visto trineos más que en las revistas de misiones.

-      Pues entonces, ¿cómo viajan?

-      Pues en tren, en automóvil, en coche, en bicicleta, en aeroplano, a caballo, en burro, en carro de bueyes y a pie.

-      Eso será en verano; pero en invierno con la nueve ¿cómo viajan?

-      En España cae poca nueve. No te vayas a creer que España es como esto. Cuando tengas dinero date un viaje por España, y entonces verás lo que es mi tierra. Si vas, no vuelves.

-      Pues entonces ¿por qué vino usted?

-      Pues hombre, tú que estuviste once años en nuestra escuela deberías saberlo. Vine porque vosotros los esquimales no tenéis sacerdotes, y sin sacerdotes ya ves qué paganismo reinaría en la región; y Jesucristo dijo que Él haría que su evangelio fuese predicado en toda la redondez de la tierra. Alaska tendrá siempre sacerdotes, si no indígenas, extranjeros; alguno tiene que venir: y, si alguno, ¿por qué no yo?


(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 29 de octubre de 2015

Una caballerosidad más grande que la caballería misma. Tres monjes rebeldes (III)

- Señor: yo he sido educado por los monjes, de quienes he aprendido algo más... De ellos aprendí esa otra forma de hidalguía. Fue mucho, señor, lo que vos disteis a los pobres y a los hambrientos y  me siento orgulloso de la sangre que llevo en mis venas. Pero -añadió con vehemencia- ¡los monjes dieron más que vos, señor! Durante los tres años últimos las puertas de San Pedro de la Celle estuvieron abarrotadas de pobres. Ni uno solo se separó de ellas con las manos vacías. Para que esto sucediera, los monjes se morían de hambre! ¿Me oís, señor? ¡Se morían de hambre y se necesidad!

Teodorico estaba atónito. Nunca hasta aquel momento había oído hablar de aquella manera  a su hijo:

- Viendo aquello entonces ¡comprendí que existe una caballerosidad más grande que la caballería misma!

El tono de Roberto se hizo más profundo.

- Desde entonces, señor, he orado mucho y he consultado a mis maestros. Los monjes están dispuestos a recibirme. Mi madre consiente en que me vaya. Confieso mi cobardía al no habéroslo dicho antes, padre mío, pero ahora os suplico vuestro perdón, vuestra bendición y vuestro consentimiento.


(Tres monjes rebeldes, P. Raymond).

miércoles, 28 de octubre de 2015

El Cristo muy llagado. Santa Teresa de Jesús (XVII)

       Un día del año 1533, al pasar por el oratorio, Teresa vio el busto de un Ecce Homo que acababan de dejar allí. “Era una imagen de Cristo muy llagado, y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”.

         Aquel Ecce Homo lleno de sangre y heridas, le reveló su pequeñez. Sólo Dios podía ayudarle; de allí no se movería hasta recibir una respuesta. Jesús, después de haber dado tantos aldabonazos en vano, penetró aquel “recio corazón”. Teresa va a descubrir que su amor “es sobre todos los gozos de la tierra y sobre todos los deleites y sobre todos los contentos”.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

¿Ave de corral o águila? Santa Teresa de Jesús (XVI)

         Si se excluyen monjas fervorosas, el monasterio de la Encarnación parecía más bien una pensión de señoritas en la que cada una, con arreglo a su fortuna, su rango y sus encantos personales, se organizaba su vida, una vida más o menos cómoda en la práctica de unas virtudes consideradas indispensables para alcanzar, sin demasiado esfuerzo, una posición discreta en el nuevo mundo.

         En el otro mundo, porque en éste, cuando el número de monjas “pasase de cuarenta es muy mucho y todo baratería; unas a otras se estorbarán para que no se haga cosa buena”. Teresa encontró muchas amigas entre las ciento ochenta monjas de la Encarnación para ayudarla a tropezar y caer, pero para levantarse se encontró sola.

 ¿Quién se hubiese atrevido a reprocharle el número de horas que pasaba en el locutorio? Era lo normal. Su conducta era perfectamente “lícita” para sus hermanas, sus superioras y su confesor.

Ahora bien, para ella no era esa la cuestión. Lo importante era lo que había ocurrido con su ansia de actos heroicos, con su impulso hacia la santidad. Cuando Teresa se reprochaba el obrar como las demás, actuaba consigo misma con la exigencia que el deportista que se maldice porque ha bebido una copa de licor que pone en peligro su buena forma, mientras que al que no aspira a ningún record no le importa beber sin tino.
“¡Oh, grandísimo mal, grandísimo mal de religiosos!; a donde no se guarda religión… la mocedad, la sensualidad y el demonio los convidan e inclinan a seguir algunas coas que son del mismo mundo…”

“Por una parte me llamaba Dios; por otra yo seguía al mundo. Parece que quería concertar estos dos contrarios, tan enemigo uno de otro, como es vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos sensuales.” Teresa viviría más de veinte años entre el mundo y Dios.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

lunes, 26 de octubre de 2015


“Gran cosa puede la santidad y la virtud.”


(Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús)


domingo, 25 de octubre de 2015

Palabras improvisadas (VI). Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (VI)

Vuelvo al espíritu de pobreza. En la diócesis que tenía antes había un colegio gestionado por religiosas, trabajaban mucho, pero en la casa donde vivían dentro del colegio había una parte que era el apartamento de las hermanas; la casa donde vivían era un poco antigua y era necesario rehacerla, y la reformaron bien, demasiado bien y lujosa: en cada habitación pusieron también un televisor. A la hora de la telenovela, no encontrabas a una hermana en el colegio... Estas son las cosas que nos conducen al espíritu del mundo, y aquí surge otra cosa que quisiera decir: el peligro de la mundanidad. Vivir mundanamente. Vivir con el espíritu del mundo que Jesús no quería. Pensad en la oración sacerdotal de Jesús cuando ora al Padre: «No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno» (Jn 17, 15). La mundanidad va contra el testimonio, mientras que el espíritu de oración es un testimonio que se ve: se ve quién es el hombre y la mujer consagrados que rezan, así como quien reza formalmente pero no con el corazón. Son testimonios que la gente ve.


(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)

viernes, 23 de octubre de 2015

Tras la larga enfermedad, mil vanidades. Santa Teresa de Jesús (XV)

    Al salir de su larga enfermedad, Teresa había experimentado el placer de renacer.  El gusto que encontraba en charlar con los amigos en el locutorio, las distracciones que la asaltaban durante sus ejercicios de piedad, los largos periodos de sequedad espiritual, la impaciencia con que esperaba que la campana anunciase el final de los oficios, contrastaba tanto con su ideal de fervor que creyó que todo estaba perdido, hasta el punto que no se atrevía a enfrentarse con Dios.

         Reconoció que ya no hacía oración, poniendo como excusa su mala salud: “Harto hago con poder servir al coro”. Ya no podía recogerse sin encerrar mil vanidades. Decepcionada, se castigaba con la mediocridad.  ¿Acaso no podía uno salvarse sin tantos rigores? El monasterio de la Encarnación parecía hecho ex profeso para esta dorada medianía.

         Todo servía de pretexto o de excusa razonable; la tolerancia parecía ser lo más importante, salvo para las novicias, a las que se hacía seguir estrictamente las Constituciones; por eso no se les dejaba recibir visitas casi nunca. Las monjas profesas, sin embargo, se adornaban con joyas, charlaban sin escrúpulo en las horas de silencio, iban fisgando de celda en celda y se divertían, en la recreación, con canciones profanas que los “devotos” visitantes les enseñaban; también les pasaban por entre las rejas del locutorio toda clase de golosinas que luego mordisqueaban a lo largo del día. ¿Cómo exigir un constante fervor de ciento ochenta mujeres que tenían un pie en el mundo y otro en el convento y que, en algunos casos, se habían hecho monjas para no quedarse solteras?

miércoles, 21 de octubre de 2015

Un nuevo gozo. Santa Teresa de Jesús (XIV)

Cada vez más fervorosa, caldeada ya por la llama del amor divino, se dispuso a exigirse todo de sí misma. Durante unas semanas pudo llegar a pensar que ya había hecho bastante dejando el mundo y a la familia y que desde aquel momento ya no tendría más luchas; pero después se dio cuenta de que su paz se asemejaba a la de una mujer que se acuesta tranquila tras haber corrido los cerrojos de las puertas sin percatarse de que tiene los ladrones dentro de casa: “ya sabéis que no hay peor ladrón, pues quedamos nosotras mismas”.

Decidió rectificar su conducta, al comprender que no existe progreso en la vida espiritual mientras no amemos al prójimo más que a nosotros mismos.

Había una religiosa afectada por una enfermedad tan repugnante que daba horror cuidarla. Teresa se hizo su enfermera para forzar el cielo y transformó en compasión su repugnancia ante aquel vientre ulceroso que despedía una mezcla de pus, sangre y excrementos. El hedor era tal que se le revolvía el estómago y tenía que alejarse para vomitar, pero al cabo de unos instantes volvía sonriente.

Pensaba que al convento se iba “a morir por Cristo y no a regalarnos por Cristo”. La vida le parecía tan dura que llegó a reafirmarse en el razonamiento de su infancia: el martirio era, sin duda, el medio más barato de ganar el cielo.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

lunes, 19 de octubre de 2015

¿Qué mujer honrada hay que no participe de las deshonras que a su esposo le hacen?

“Cuando nos hicieren alguna honra o regalo o buen tratamiento, saquemos esas razones, que cierto es contra razón nos le hagan en esta vida. Mas cuando agravios –que así los nombran sin hacernos agravio-, yo no sé qué hay que hablar. O somos esposas de tan gran Rey o no. Si lo somos, ¿qué mujer honrada hay que no participe de las deshonras que a su esposo le hacen? Aunque no lo quiera por su voluntad, en fin, de honra o deshonra participan entrambos. Pues tener parte en su reino y gozarle, y de las deshonras y trabajos querer quedar sin ninguna parte, es disparate.”


(Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús)

domingo, 18 de octubre de 2015

Palabras improvisadas (V). Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (V)

El tercer testimonio —y aquí hablo en general, para los religiosos, para los consagrados y también para los sacerdotes diocesanos— es la misericordia. Hemos olvidado las obras de misericordia. Quisiera preguntar —no lo haré pero tendría ganas de hacerlo—, pedir que digáis las obras de misericordia corporales y espirituales. ¡Cuántos de nosotros las han olvidado! Cuando regreséis a casa buscad el catecismo y recordad estas obras de misericordia que son las obras que practican las ancianas y la gente sencilla en los barrios, en las parroquias, porque seguir a Jesús, ir tras Jesús es sencillo. Cito un ejemplo que pongo siempre. En las grandes ciudades, todavía ciudades cristianas —pienso en la diócesis que tenía antes, pero creo que en Roma sucede lo mismo, no sé en Nápoles, pero en Roma seguro—, hay niños bautizados que no saben hacer la señal de la cruz. Y, ¿dónde está, en este caso, la obra de misericordia de enseñar? «Te enseño a hacer la señal de la fe». Es sólo un ejemplo. Pero es necesario retomar las obras de misericordia, tanto las corporales como las espirituales. Si cerca de mi casa hay una persona que está enferma y quisiera ir a visitarla, pero el tiempo del que dispongo coincide con el momento de la telenovela, y entre la telenovela y hacer una obra de misericordia elijo la telenovela, eso no está bien.

(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)

sábado, 17 de octubre de 2015

P. Mendizábal (XIV)

El cardenal de Turín, Ballestrero, decía: “Sólo ama así a Dios, el que es amado así por Dios”. Ahí está la clave: la virginidad es una forma de amor. Lo podríamos expresar de esta manera: Dios, de tal manera envuelve el corazón humano en algunas ocasiones, que le hace entender en su mismo amor, que le quiere sólo para Él y le urge a que ponga lo indivisible del corazón en solo Dios. Cuando se da este amor, cuando Dios ama así al hombre, en ese amor con que ama al hombre hay una llamada a la virginidad. Por eso, la virginidad no es un sacrificio, es un amor que lleva consigo un sacrificio. Pero, así como en el orden del amor humano el matrimonio no es una renuncia aunque lleve consigo la renuncia a otros afectos, sino es un amor que se establece y que lleva consigo el corazón entero y en consecuencia, el renunciar a otros afectos que han brotado o pueden brotar; de una manera parecida, hay una forma de amar de Dios que no es el simple amor de caridad sino, Dios ama de tal manera que suscita en el corazón esa entrega  indivisible a Él, entrega de lo indivisible del corazón. Es el caso de la Virgen.


(Con María, P. Mendizábal).

viernes, 16 de octubre de 2015

Se dan por bien empleadas todas las fatigas. P. Segundo Llorente (VII)

Se dan por bien empleadas todas las fatigas del día cuando por la noche se ve uno rodeado de eskimales que escuchan la plática sin pestañear, y admira uno la providencia amorosísima de Dios, que no abandona espiritualmente a estos hijos desterrados en el extremo del globo.


(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)


jueves, 15 de octubre de 2015

Fundamento de la incomparable dignidad del sacerdote

Para realizar una obra tan grande -la de la Redención-, Cristo está siempre presente en la Iglesia, principalmente en las acciones litúrgicas. Está presente en el Sacrificio de la Misa, tanto en la persona del Ministro -"ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que se ofreció a sí mismo en la Cruz"- como sobre todo bajo las especies eucarísticas (Concilio Vaticano II, Const. Sacrosantum Concilium 7; Cfr. Concilio de Trento, Doctrina acerca del Santísimo Sacrificio de la Misa cap. 2).

Por el Sacramento del Orden, el sacerdote se capacita efectivamente para prestar a Nuestro Señor la voz, las manos, todo su ser; es Jesucristo quien, en la Santa Misa, con las palabras de la Consagración, cambia la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo, su Alma, su Sangre y su Divinidad.

En esto se fundamenta la incomparable dignidad del sacerdote. Una grandeza prestada, compatible con la poquedad mía. Yo pido a Dios Nuestro Señor que nos dé a todos los sacerdotes la gracia de realizar santamente las cosas santas, de reflejar, también en nuestra vida, las maravillas de las grandezas del Señor. Quienes celebramos los misterios de la Pasión del Señor, hemos de imitar lo que hacemos. Y entonces la hostia ocupará nuestro lugar ante Dios, si nos hacemos hostias de nosotros mismos (San Gregorio Magno, Dialog. 4, 59).


(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)

miércoles, 14 de octubre de 2015

Matrimonio de amor. Santa Teresa de Jesús (XIII)

De aquel matrimonio de conveniencia, Teresa había decidido hacer un matrimonio de amor. Si en aquella fría madrugada, cuando se dirigía al convento, hubiera presentido que pasaría veinte años desgarrada entre el mundo y Dios, tampoco hubiese retrocedido; había hecho suya la divisa de Ávila “antes quebrar que doblar”.

No ignoraba que, ante todo, tendría que luchar consigo misma. Parecía menos dotada para la santidad que para el éxito mundano y se encontraba llena de defectos y contradicciones. Con todo, llegó a ser santa con su esfuerzo y con la gracia de Dios; un proceso de lenta y trabajosa transformación que hizo de su existencia un testimonio ejemplar.

Cuando la puerta de la clausura se abrió con chirrido de cerraduras y cerrojos y se cerró tras ella, persuadida de que todo es nada, admitió resueltamente que Dios lo es todo.

“Mudó Dios la sequedad que tenía mi alma en grandísima ternura. Dábanme deleite todas las cosas de la religión, y es verdad que andaba algunas veces barriendo en horas que yo solía ocupar en mi regalo y gala, y acordándoseme que estaba libre de aquello me daba un nuevo gozo, que yo me espantaba y no podía entender por donde venía”.

No se daba cuenta del alivio que proporciona una decisión llevada a cabo irrevocablemente.


 (La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

lunes, 12 de octubre de 2015

No sé yo para qué está en el monasterio…

“Muchas veces os lo digo, hermanas, y ahora lo quiero dejar escrito aquí, porque no se os olvide: que en esta casa –y aun toda persona que quisiere ser perfecta- huya mil leguas de “razón tuve”, “hiciéronme sin razón”, “no tuvo razón quien esto hizo conmigo”. ¡De malas razones nos libre Dios! ¿Parece que había razón para que nuestro buen Jesús sufriese tantas injurias y se las hiciesen, y tantas sinrazones? La que no quisiere llevar cruz, sino la que le dieren muy puesta en razón, no sé yo para qué está en el monasterio, tórnese al mundo, adonde aún no le guardarán esas razones. ¿Por ventura podéis pasar tanto que no debáis más? ¿Qué razón es ésta? Por cierto, yo no la entiendo.”


(Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús)


domingo, 11 de octubre de 2015

Palabras improvisadas (IV). Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (IV).

Los consagrados —sean sacerdotes, religiosas o religiosos— nunca deben ser especuladores. El espíritu de pobreza, sin embargo, no es espíritu de miseria. Un sacerdote, que no hizo voto de pobreza, puede tener sus ahorros, pero de una forma honesta y también razonable. Pero cuando tiene codicia y se mete en negocios... Cuántos escándalos en la Iglesia y cuánta falta de libertad por el dinero: «A esta persona le debería decir cuatro verdades, pero no puedo porque es un gran benefactor». Los grandes benefactores llevan la vida que quieren y yo no tengo la libertad de decírselo, porque estoy apegado al dinero que ellos me dan. ¿Comprendéis cuánto es importante la pobreza, el espíritu de pobreza, como dice la primera de la bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres de espíritu». Como dije, un sacerdote puede tener sus ahorros, pero no el corazón en ello, y que sean ahorros razonables. Cuando hay dinero de por medio, se hacen diferencias entre las personas; por ello os pido a todos examinar la conciencia: ¿cómo va mi vida de pobreza, lo que llega incluso de las pequeñas cosas? Y este es el segundo testimonio.

(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)

viernes, 9 de octubre de 2015

Matrimonio de conveniencia. Santa Teresa de Jesús (XII)

Antonio se vio envuelto en el torbellino, y lo mismo que la niña había convencido a Rodrigo para que la acompañara al martirio, así le convenció para que dejara la casa paterna al mismo tiempo que ella y entrara en los dominicos cuando ella se uniera a su amiga Juana Suárez en el convento de la Encarnación.

Una de las mañanas de Octubre de 1535, cuando la tenue aurora rozaba las cimas de los árboles del jardín familiar, salió de su alcoba sin consentirse mirar atrás, caminando con paso de lobo y deteniendo la respiración delante de los dormitorios donde su padre y sus hermanos  dormían aún. Antonio, su hermano de 15 años, le ayudó a correr sigilosamente los cerrojos de la pesada puerta de entrada, a  abrirla, y luego a sujetarla para que ella se cerrase sin ruido sobre todo lo que dejaban detrás de ella. Era para siempre, y Teresa lo notaba por su desgarramiento.

         “Acuérdaseme, a todo mi parecer, y con verdad, que cuando salí de casa de mi padre, no creo será más el sentimiento cuando me muera; porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, que, como no había amor de Dios que quitarse el amor de padre y parientes, era todo haciéndome una fuerza tan grande, que si el Señor no me ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante. Aquí me dio ánimo contra mí, de manera que lo puse por obra”.

         Y así fue como Doña Teresa de Ahumada y Cepeda se entregó a su celestial Esposo en un matrimonio de conveniencia.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

jueves, 8 de octubre de 2015

¡Yo conozco una caballerosidad más noble! (II) Tres monjes rebeldes (II)

- ¿Quieres sentarte, hijo y explicarte con más claridad? Yo conozco sólo una caballerosidad digna. ¿En qué consiste esa elevada que tú afirmas conocer?

- Señor: ¿creéis que soy tan fuerte como mi primo Jacobo?

Teodorico asintió con un gesto.

- ¿Y que monto a caballo con tanta soltura y gallardía como él?

El padre volvió a asentir.

- ¿Y que puedo ajustar con la misma destreza que mi primo Jacobo? Le he desmontado dos veces, rompiendo unas lanzas en nuestro propio patio.

Preguntándose adónde iba a parar su hijo, asintió por tercera vez.

- Mi primo Jacobo recibió el espaldarazo en Troyes la semana pasada. Esta tarde le hemos ofrecido un banquete para honrarle y mostrarle nuestro júbilo. Yo no le envidio. Tampoco temo la caballería ni cuanto supone el ser armado caballero. Pero he tenido dos motivos para no ser armado caballero la semana pasada. Uno, la edad; otro -añadió poniéndose la mano sobre el corazón-, éste.

El rostro del muchacho pareció iluminarse al añadir:

- Señor: quiero ser un valeroso servidor de Dios. Quiero hacerme monje.


(Tres monjes rebeldes, P. Raymond).

martes, 6 de octubre de 2015

Ayuda de San Jerónimo. Santa Teresa de Jesús (XI)

La tentación se disfrazaba a veces con apariencia de bien.

S. Jerónimo respondía a muchas tentaciones en su tremenda “Epístola a Heliodoro”: “Vendrá tu hermana viuda y te abrirá los brazos; llegarán tus criados, la nodriza que te amamantó y su marido que son para ti como segundos padres, saliéndote al paso diciendo: “Señor, ¿a quién vas a encomendar nuestra vejez y quién nos asistirá en la muerte? ¿Quién nos enterrará?” Sobre todo tu madre, venerable y anciana, con la frente surcada de arrugas, los pechos lacios y débiles, también te estorbará el paso y te recordará toda la vida, desde el día que te trajo al mundo hasta ahora…”

Así evocaría Don Alonso la infancia de Teresa y así consternaría su partida a familiares y criados… Ella seguía leyendo: “Toda la casa descansa en ti y está para caer…” Era verdad: la casa entera de su padre descansaba en ella. Volvía la página: “¿Qué haces bajo el techo paterno, soldado cobarde? Aunque tu madre, con la cabellera suelta y el vestido a jirones, y aunque tu madre, con la cabellera suelta y el vestido a jirones, y aunque tu mismo padre se tumbe en el umbral, pisa sobre su cuerpo… Aquí la piedad de un hijo consiste en no tener piedad.”


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

domingo, 4 de octubre de 2015

Lo hago por obediencia y eso me basta

         “No creáis, Madre mía, que me preocupo en buscar la utilidad que pueda tener mi pobre trabajo de escribir mi vida. Lo hago por obediencia, y eso me basta. No sentiría pena alguna, si lo quemaseis delante de mis ojos antes de haberlo leído.”


(Santa Teresita del Niño Jesús. Manuscrito dirigido a la Madre María Gonzaga).