sábado, 17 de octubre de 2015

P. Mendizábal (XIV)

El cardenal de Turín, Ballestrero, decía: “Sólo ama así a Dios, el que es amado así por Dios”. Ahí está la clave: la virginidad es una forma de amor. Lo podríamos expresar de esta manera: Dios, de tal manera envuelve el corazón humano en algunas ocasiones, que le hace entender en su mismo amor, que le quiere sólo para Él y le urge a que ponga lo indivisible del corazón en solo Dios. Cuando se da este amor, cuando Dios ama así al hombre, en ese amor con que ama al hombre hay una llamada a la virginidad. Por eso, la virginidad no es un sacrificio, es un amor que lleva consigo un sacrificio. Pero, así como en el orden del amor humano el matrimonio no es una renuncia aunque lleve consigo la renuncia a otros afectos, sino es un amor que se establece y que lleva consigo el corazón entero y en consecuencia, el renunciar a otros afectos que han brotado o pueden brotar; de una manera parecida, hay una forma de amar de Dios que no es el simple amor de caridad sino, Dios ama de tal manera que suscita en el corazón esa entrega  indivisible a Él, entrega de lo indivisible del corazón. Es el caso de la Virgen.


(Con María, P. Mendizábal).

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