jueves, 30 de junio de 2016

¿Quién no devolvería un amor como este?


Cada detalle conocido de la vida de Cristo, desde la Anunciación a la Ascensión, eran objeto de largas y fervorosas meditaciones del joven monje, que iba madurando. La cueva abierta en la ladera de Belén atraía poderosamente el pensamiento y la imaginación de Roberto.

La hombría del Hombre-Dios era lo que más arrebataba el alma de aquel joven viril. Veía a Jesús como al más bravo entre los valientes, y le enorgullecía sentirse armado por Él “Caballero de la Roja Cruz del Calvario” antes de cumplir los veintiún años.

Cuando Mauro le halló una vez con un dibujo de la Cruz sobre la cual, en el lugar del Cuerpo divino había superpuesto un libro abierto de la Regla, le preguntó con ligereza:

- ¿Qué título orgulloso habéis ideado para esa fantasía?

Roberto levantó sus llameantes ojos y repuso solemnemente:

- ¿Quién no devolvería un amor como este?


Después, señalando con el índice, primero el libro de la Regla y luego la Cruz, añadió:

- Esto es lo que yo le devuelvo por el suyo.

Y así fue creciendo la idea. El amor solo podía ser pagado con amor; la nobleza, con la nobleza; y la Cruz con la Regla.

(Tres monjes rebeldes, P. Raymond)

miércoles, 29 de junio de 2016

El señor Balley. Santo Cura de Ars (XV)


“Hubiera acabado yo por ser mejor si hubiese tenido la dicha de estar siempre con el señor Balley”. Nadie como él hacía ver hasta qué punto el alma puede desasirse de los sentidos y el hombre asemejarse a los ángeles… Para tener deseos de amar a Dios, bastaba oírle decir: “Dios mío, os amo de todo corazón”.

El señor Balley llevaba un cilicio; el Rdo. Vianney pidió secretamente a Claudina Bibost que le hiciesen “un chaleco de crines, que él vestía sobre sus carnes”. Cuando la visita de algún colega no los sacaba de su vida ordinaria era, como decía el Rdo. Vianney, una santa emulación: nada de vino, algunas patatas con pan moreno; a fuerza de reaparecer sobre la mesa un trozo de carne hervida había acabado por ennegrecerse. Fueron tan lejos en esto que algunos feligreses se creyeron obligados a dar parte al señor Courbon. “Felices vecinos de Ecully –replicó el Vicario general- que tenéis dos sacerdotes que hacen penitencia por vosotros”. Más aún: el párroco denunció a su vicario a la autoridad “porque traspasaba los justos límites” y el vicario denunció a su párroco por exceso de mortificación. El señor Courbon se echó a reír y los despidió a los dos.

Así transcurrió en Ecully el año 1816 y las primeras semanas de 1817. El señor Balley no pasaba los sesenta y cinco años; pero había vivido proscrito durante el Terror y los años de persecución valen por dos. Envejecido antes de tiempo, se apresuraba hacia la eternidad.

Cuéntase que después de administrada la extremaunción, los feligreses se retiraron y cura y vicario quedaron solos. El moribundo dio a su “amado Vianney” los últimos consejos y se encomendó a sus oraciones; sacó de la cabecera los instrumentos de penitencia: “Toma, hijo mío –murmuró a su oído- esconde esto; si lo encontrasen después de mi muerte pensarían que he expiado suficientemente mis pecados y me dejarían en el purgatorio hasta el fin del mundo”. Las disciplinas y los cilicios del señor Balley no quedaron ociosos.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

martes, 28 de junio de 2016

Cuatro cosas perjudiciales a la vida espiritual


Cuatro cosas hay que son muy perjudiciales a la vida espiritual, y en las cuales se fundan ciertas máximas perversas que se infiltran en las comunidades religiosas: 1ª la estima del talento y de cualidades puramente humanas; 2ª el afán de ganarse amigos con miras terrenas; 3ª una conducta demasiado naturalista que solo escucha a la humana prudencia, y un espíritu astuto muy opuesto a la simplicidad evangélica; 4ª las distracciones superfluas que el alma busca, y las conversaciones o lecturas que solo traen al alma satisfacciones naturales.

De ahí nace la ambición, el afán de honras, el deseo de sobresalir y el buscar las propias comodidades: cosas todas muy opuestas al progreso espiritual.

(Las tres edades de la vida interior, Garrigou-Lagrange)

lunes, 27 de junio de 2016


"No es verdadera virtud la que no tiene la contrariedad de una verdadera prueba"

(Santa María Magdalena de Pazzi)


domingo, 26 de junio de 2016

“Lo que hiciste al más pequeño de estos hermanos, me lo hiciste a mí”


“Lo que hiciste al más pequeño de estos hermanos, me lo hiciste a mí”. Hay servicios pastorales que pueden ser más gratificantes desde el punto de vista humano, sin ser malos ni mundanos, pero cuando uno busca en la preferencia interior al más pequeño, al más abandonado, al más enfermo, al que nadie tiene en cuenta, al que nadie quiere, el más pequeño, y sirve al más pequeño, está sirviendo a Jesús de manera superlativa. A vos te mandaron donde no querías ir. Y lloraste. Lloraste porque no te gustaba, lo cual no quiere decir que seas una monja llorona, no. Dios nos libre de las monjas lloronas, ¿eh?, que siempre se están lamentando. Eso no es mío, eso lo decía Santa Teresa, ¿eh?, a sus monjas. Es de ella. Guay de aquella monja que anda todo el día lamentándose porque me hicieron una injusticia. En el lenguaje castellano de la época decía: “guay de la monja que anda diciendo: hiciéronme sin razón”. Vos lloraste porque eras joven, tenías otras ilusiones, pensabas quizás que en un colegio podías hacer más cosas, y que podías organizar futuros para la juventud. Y te mandaron ahí –“Casa de Misericordia” –, donde la ternura y la misericordia del Padre se hace más patente, donde la ternura y la misericordia de Dios se hace caricia. Cuántas religiosas, y religiosos, queman –y repito el verbo, queman–, su vida, acariciando material de descarte, acariciando a quienes el mundo descarta, a quienes el mundo desprecia, a quienes el mundo prefiere que no estén, a quienes el mundo hoy día, con métodos de análisis nuevos que hay, cuando se prevé que puede venir con una enfermedad degenerativa, se propone mandarlo de vuelta, antes de que nazca. Es el más pequeño. Y una chica joven, llena de ilusiones, empieza su vida consagrada haciendo viva la ternura de Dios en su misericordia. A veces no entienden, no saben, pero qué linda es para Dios y que bien que hace a uno, por ejemplo, la sonrisa de un espástico, que no sabe cómo hacerla, o cuando te quieren besar y te babosean la cara. Esa es la ternura de Dios, esa es la misericordia de Dios. O cuando están enojados y te dan un golpe. Y quemar mi vida así, con material de descarte a los ojos del mundo, eso nos habla solamente de una persona. Nos habla de Jesús, que, por pura misericordia del Padre, se hizo nada, se anonadó, dice el texto de Filipenses, capítulo dos. Se hizo nada. Y esta gente a la que vos dedicás tu vida imitan a Jesús, no porque lo quisieron, sino porque el mundo los trajo así. Son nada y se los esconde, no se los muestra, o no se los visita. Y si se puede, y todavía se está a tiempo, se los manda de vuelta. Gracias por lo que hacés y en vos, gracias a todas estas mujeres y a tantas mujeres consagradas, al servicio de lo inútil, porque no se puede hacer ninguna empresa, no se puede ganar plata, no se puede llevar adelante absolutamente nada “constructivo” entre comillas, con esos hermanos nuestros, con los menores, con los más pequeños. Ahí resplandece Jesús. Y ahí resplandece mi opción por Jesús. Gracias a vos y a todos los consagrados y consagradas que hacen esto.


(Papa Francisco, Viaje Apostólico a Cuba y Estados Unidos, Septiembre 2015)

viernes, 24 de junio de 2016

Remedio para las tentaciones contra la castidad. Santo Cura de Ars (XIV)


Si predicaba la pureza de costumbres y la perfección de la vida cristiana, el Rdo. Vianney era el primero en dar ejemplo. Aquel sacerdote de treinta años se conducía ya con una admirable reserva; era muy sencillo y muy bueno, pero “evitando toda familiaridad”. Poseía aquel don peculiar de los santos de que habla el dulce San Francisco de Sales, el cual consiste “en ver a todos sin mirar a nadie”. Oraba y se mortificaba para dominar la carne, pues experimentaba, también en la parte baja de su naturaleza, lo estímulos del mal.


El Rdo. Tailhades le preguntó cómo había logrado liberarse de las tentaciones contra la santa virtud de la castidad. Respondiole que era efecto de un voto. El voto, pronunciado hacía veintitrés años, consistía en rezar todos los días una vez la Salve Regina y seis veces esta invocación: “Sea para siempre bendota a santa e Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Amen”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

jueves, 23 de junio de 2016

Sacerdote para la eternidad (XVII)


En la Santa Misa adoramos, cumpliendo amorosamente el primer deber de la criatura para su Creador: adorarás al Señor, Dios tuyo, y a El sólo servirás (Dt VI, 13; Mt IV, 10). No adoración fría, exterior, de siervo: sino íntima estimación y acatamiento, que es amor entrañable de hijo.

En la Santa Misa encontramos la oportunidad perfecta para expiar por nuestros pecados, y por los de todos los hombres: para poder decir, con San Pablo, que estamos cumpliendo en nuestra carne lo que resta que padecer a Cristo (Cfr. Col I, 24). Nadie marcha solo en el mundo, ninguno ha de considerarse libre de una parte de culpa en el mal que se comete sobre la tierra, consecuencia del pecado original y también de la suma de muchos pecados personales. Amemos el sacrificio, busquemos la expiación. ¿Cómo? Uniéndonos en la Santa Misa a Cristo, Sacerdote y Víctima: siempre será El quien cargue con el peso imponente de las infidelidades de las criaturas, de las tuyas y de las mías.

(Homilía de s. José María Escrivá de Balaguer)

miércoles, 22 de junio de 2016

El vicario de Ecully. Santo Cura de Ars (XIII)


El primer acto de su ministerio data del día 27 de agosto de 1815. Fue un bautismo. Desde que se supo que estaba “aprobado” por los señores del Arzobispado, su confesionario se vio sitiado y los enfermos no preguntaron sino por él. “Esto le quitaba mucho tiempo y llegó hasta descuidar la comida”, algo que más tarde se hará habitual. Mas su trabajo comenzaba a ser muy fructuoso y de gran consolación, pues “un gran número de personas que hasta entonces no habían sido muy edificantes en la parroquia cambiaron de conducta después de haber acudido a él”.

“En el púlpito de Ecully era breve, pero claro”. Comenzaba con ello un ministerio que había de costarle rudos esfuerzos, pero que le valdría éxitos sorprendentes. “Según mi parecer, todavía no predicaba bien –dice su hermana Margarita- y sin embargo, cuando le tocaba a él todo el mundo corría a la iglesia”. No tenía reparo en decir verdades muy recias y en fustigar ciertos vicios. Ecully no era ningún oasis de virtudes: la Revolución había abierto profundas llagas, y la proximidad de una gran ciudad no era lo más a propósito para cerrarlas; se iba en pos de los placeres y se bailaba siempre que se ofrecía ocasión.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

lunes, 20 de junio de 2016

domingo, 19 de junio de 2016

Espíritu de pobreza. Papa Francisco en Cuba y Estados Unidos (II)


El espíritu de pobreza, el espíritu de despojo, el espíritu de dejarlo todo, para seguir a Jesús. Este dejarlo todo no lo invento yo. Varias veces aparece en el Evangelio. En un llamado de los primeros que dejaron las barcas, las redes, y lo siguieron. Los que dejaron todo para seguir a Jesús. Una vez me contaba un viejo cura sabio, hablando de cuando se mete el espíritu de riqueza, de mundanidad rica, en el corazón de un consagrado o de una consagrada, de un sacerdote, de un Obispo, de un Papa, lo que sea. Dice que, cuando uno empieza a juntar plata, y para asegurarse el futuro, ¿no es cierto?, entonces el futuro no está en Jesús, está en una compañía de seguros de tipo espiritual, que yo manejo, ¿no? Entonces, cuando, por ejemplo, una Congregación religiosa, por poner un ejemplo, me decía él, empieza a juntar plata y a ahorrar y a ahorrar, Dios es tan bueno que le manda un ecónomo desastroso que la lleva a la quiebra. Son de las mejores bendiciones de Dios a su Iglesia, los ecónomos desastrosos, porque la hacen libre, la hacen pobre. Nuestra Santa Madre Iglesia es pobre, Dios la quiere pobre, como quiso pobre a nuestra Santa Madre María. Amen la pobreza como a madre. Y simplemente les sugiero, si alguno de ustedes tiene ganas, de preguntarse: ¿Cómo está mi espíritu de pobreza?, ¿cómo está mi despojo interior? Creo que pueda hacer bien a nuestra vida consagrada, a nuestra vida presbiteral. Después de todo, no nos olvidemos que es la primera de las Bienaventuranzas: Felices los pobres de espíritu, los que no están apegados a la riqueza, a los poderes de este mundo.

(Papa Francisco, Viaje Apostólico a Cuba y Estados Unidos, Septiembre 2015)

viernes, 17 de junio de 2016

Delicadeza en la Confesión


San Buenaventura tratando de la confesión dice que se guarden todos mucho no dejen de confesar algunas cosillas vergonzosas que suelen acontecer, con decir “esto no es pecado” o a lo menos no será mortal, y los pecados veniales no estamos obligados a confesarlos; porque han entrado grandes males, y a muchos les ha sido esto principio de su perdición. Dios os libre de dar esta entrada al demonio, y de abrirle este portillo, que no ha menester más para hacer su hecho: presto, juntándose la vergüenza con la vileza de la cosa, os hará creer que no fue pecado lo que era, o a lo menos había duda si lo era, y que lo dejéis y confesor y en gente que ha sido buena, y que no suele tener pecados.


Otras veces no se calla la culpa del todo, pero se dice tan diminutamente y por tales términos y rodeos, que casi no se entiende, o a lo menos no parece tan grave, que es como si no se dijese; porque lo que se confiesa se ha de confesar claramente; de manera que el confesor entienda la gravedad del pecado: y si uno confiesa alguna cosa de manera que no parezca pecado, o de manera que no se entienda la gravedad y circunstancia necesaria, es como si del todo la dejase de confesar. Ciégales y engáñales la vergüenza, o por mejor decir la soberbia, para que no se declaren del todo.

(P. Alonso Rodríguez, Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas)

miércoles, 15 de junio de 2016

Ordenación. Santo Cura de Ars (XII)


Por fin llegó el día deseado por el ordenando lionés. Mons. Simón entraba en la iglesia de los Mínimos con muy sencillos ornamentos. Era un prelado profundamente piadoso, lleno de afecto y de condescendencia. Se le hizo presente que le habían molestado por muy poca cosa: ¡una sola ordenación y de un seminarista forastero! 

El anciano obispo contempló un momento al diácono de ascético aspecto, a quien no acompañaba ni un familiar, ni un solo amigo. “No es trabajo –replicó con grave sonrisa- ordenar un buen sacerdote”.

Incapaz de poder expresar las emociones de aquella mañana celestial, el Rdo. Vianney no las reveló a nadie. Pero después, cuando hablara en sus catequesis de la sublime dignidad del sacerdocio revivirán en él impresiones de aquel 13 de agosto de 1815: “¡Oh, el sacerdote es algo grande! No, no se sabrá lo que es sino en el cielo. Si lo entendiéramos en la tierra, moriría uno, no de espanto, sino de amor”.


A la edad de veintinueve años, después de tantas incertidumbres, de tantos fracasos, de tantas lágrimas, Juan María Vianney veía abiertas las puertas del santuario; ¡por fin subiría al altar del Señor! Desde el momento de su ordenación se consideró en cuerpo y alma como un vaso sagrado destinado exclusivamente al ministerio divino.

Cuando era muy joven y vivía con su madre había dicho un día entre suspiros: “Si fuese sacerdote, querría ganar muchas almas”. Las almas, pues, ya le aguardaban.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

martes, 14 de junio de 2016

"Entre santa y santo pared de cal y canto"


Un sabio consejo para guardar la castidad: "Entre santa y santo pared de cal y canto", nos dice San Agustín.


Nos avisan los santos y los maestros de vida espiritual que nos guardemos mucho de las ocasiones que pueden llevarnos a adquirir afectos inconvenientes y desordenados. Aunque la intención parezca buena y sea con personas de mucha virtud y santidad, y el trato sea de cosas espirituales y buenas, siempre hay que andar con mucho cuidado. La razón es clara, porque sino hay cuidado el amor espiritual suele adulterarse, y se transforma en principio en una amor natural para pasar rápidamente a sensual y carnal. Esta es estrategia empleada en muchos casos por el Demonio y personas que empezando por conversación espiritual, muy pronto fue degenerando la conversación para acabar de charlas livianas y ridículas. Se empezó por el espíritu y se acaba por la carne. 

lunes, 13 de junio de 2016

Tiene que haber hombres que se entreguen a Dios


"Tiene que haber hombres que se entreguen a Dios, 

porque hay un Dios que se entregó a los hombres"

(Tres monjes rebeldes)

domingo, 12 de junio de 2016

Papa Francisco en Cuba y Estados Unidos (I)


El espíritu del mundo no ama el camino del Hijo de Dios, que se vació a sí mismo, se hizo pobre, se hizo nada, se humilló, para ser uno de nosotros.

La pobreza que le dio miedo a aquel muchacho tan generoso –había cumplido todos los mandamientos– y cuando Jesús le dijo: “Mirá, vendé todo lo que tenés y dáselo a los pobres”, se puso triste, le tuvo miedo a la pobreza. La pobreza, siempre tratamos de escamotearla, sea por cosas razonables, pero estoy hablando de escamotearla en el corazón. Que hay que saber administrar los bienes, es una obligación, pues los bienes son un don de Dios, pero cuando esos bienes entran en el corazón y te empiezan a conducir la vida, ahí perdiste. Ya no sos como Jesús. Tenés tu seguridad donde la tenía el joven triste, el que se fue entristecido. A ustedes, sacerdotes, consagrados, consagradas, creo que les puede servir lo que decía San Ignacio –y esto no es propaganda publicitaria de familia, no–, pero él decía que la pobreza era el muro y la madre de la vida consagrada. Era la madre porque engendraba más confianza en Dios. Y era el muro porque la protegía de toda mundanidad. ¡Cuántas almas destruidas! Almas generosas, como la del joven entristecido, que empezaron bien y después se les fue apegando el amor a esa mundanidad rica, y terminaron mal. Es decir, mediocres. Terminaron sin amor porque la riqueza pauperiza, pero pauperiza mal. Nos quita lo mejor que tenemos, nos hace pobres en la única riqueza que vale la pena, para poner la seguridad en lo otro.

(Papa Francisco, Viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos, Septiembre 2015)

sábado, 11 de junio de 2016

Noche oscura. P. Mendizábal (XXI)


Si miramos el Corazón de la Virgen, tuvo que ser para ella una fatiga del corazón pensar que “el que ocupara el trono de David, su padre, el que reinará en la casa de Jacob para siempre”, se encuentra todas las puertas cerradas y no tiene un lugar para nacer.

¡Qué prueba de fe para ella! ¡Qué oscuridad de su fe! Y ahí está. En la vida podemos pasar momentos muy oscuros. Si el Señor nos quiere, nos llevará muchas veces por esos caminos. Tratemos de mantener la fidelidad al Señor en cada paso y tengamos presente que lo más oscuro de la noche está a pocos minutos de la aurora. Y muchas veces es así, la aurora está quizás cerca, hay que aguantar aun cuando no se vea nada, hay que soportar y adelante. Esta tendencia tiene que estar en nosotros si queremos llegar al éxtasis, al encuentro del Nacimiento. Es un camino duro, camino de fe, camino de oscuridad, pero ¡estamos cerca! Tenemos que vivir en esa actitud de desprendimiento.

(Con María, P. Mendizábal)

viernes, 10 de junio de 2016

Katie. P. Segundo Llorente (XIX)

   
A Katie la descubrí en una choza en la ya desaparecida aldea de Anarchik, en 1942. Era un encanto de niña con unos ojos grandes, purísimos, que rompieron a llorar cuando yo propuse en voz alta que fuese a nuestra escuela de Alakanuk a educarse.

Katie no era lo que se dice un talento ni mucho menos; pero se empezó a portar tan bien, que las madres aseguraban que era un encanto de niña. Yo la empecé a llamar abadesa.

No hay como empezar a llamar a los niños lo que uno quisiera que fueran cuando crezcan. Nuestra abadesa se fue portando cada vez mejor, hasta que con los años fue tenida por todos como un alma lo que se dice buena.

Yo la solía preguntar si prefería casarse con un borracho que la apalease o ser una monja buena que fuese el encanto de Jesucristo. Confieso que la alternativa admitía un término medio, o varios, pero Katie me aseguraba que prefería lo segundo.

Cuando se pensó en resucitar a las difuntas hermanas de la Nieve, Katie fue la primera que nos vino a todos a la mente, y en efecto, fue la primera en tomar el hábito.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 9 de junio de 2016

¡No somos como San Benito!


El maestro respondió al joven novicio: 

-Me alegro de que hayáis hablado, hijo mío. Lo que decís no tiene nada de absurdo. ¿Cuál es el conflicto que habéis mencionado? 

-Mi padre me aconsejó entregar todo o nada –contestó Roberto, con el rostro encendido y los ojos fulgurantes-. Me dijo: “Desenvaina tu espada por Dios y no la envaines jamás”. Me dijo: “Sé un verdadero monje, un santo”. Para mí, eso significaba ser como San Benito. Por lo menos, eso es lo que creí que quería decir después de la charla del abad aquel día. Pero maestro, ¡no somos como San Benito! 

El muchacho hizo una pausa. Se sentía turbado por su propia intensidad. Sin embargo, no pudo evitar decir: 

-Estoy preocupado, Padre maestro. Quiero ser el mejor monje posible, lo que para mí significa ser como San Benito. Pero veo tantas desviaciones de su Regla, que no comprendo cómo… Reverendo Padre, ¿no sería la observancia original un regalo más generoso para Dios? 

(Tres monjes rebeldes, P. Raymond)

miércoles, 8 de junio de 2016

Ordenación. Santo Cura de Ars (XII)


Por fin llegó el día deseado por el ordenando lionés. Mons. Simón entraba en la iglesia de los Mínimos con muy sencillos ornamentos. Era un prelado profundamente piadoso, lleno de afecto y de condescendencia. Se le hizo presente que le habían molestado por muy poca cosa: ¡una sola ordenación y de un seminarista forastero! 

El anciano obispo contempló un momento al diácono de ascético aspecto, a quien no acompañaba ni un familiar, ni un solo amigo. “No es trabajo –replicó con grave sonrisa- ordenar un buen sacerdote”.

Incapaz de poder expresar las emociones de aquella mañana celestial, el Rdo. Vianney no las reveló a nadie. Pero después, cuando hablara en sus catequesis de la sublime dignidad del sacerdocio revivirán en él impresiones de aquel 13 de agosto de 1815: “¡Oh, el sacerdote es algo grande! No, no se sabrá lo que es sino en el cielo. Si lo entendiéramos en la tierra, moriría uno, no de espanto, sino de amor”.

A la edad de veintinueve años, después de tantas incertidumbres, de tantos fracasos, de tantas lágrimas, Juan María Vianney veía abiertas las puertas del santuario; ¡por fin subiría al altar del Señor! Desde el momento de su ordenación se consideró en cuerpo y alma como un vaso sagrado destinado exclusivamente al ministerio divino.

Cuando era muy joven y vivía con su madre había dicho un día entre suspiros: “Si fuese sacerdote, querría ganar muchas almas”. Las almas, pues, ya le aguardaban.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

domingo, 5 de junio de 2016

¿Por qué a estos no los canonizan mañana? Papa Francisco en África (VII)


Bueno, esto es lo que les quería decir, que sentí todo de golpe cuando escuché esta frase de san Pablo, confiado en que «Aquel que empezó la buena obra en ustedes la continuará, y la completará, hasta el día de Jesucristo». Me decía un cardenal mayor, un año más que yo, que cuando él va al cementerio donde ve misioneros, misioneras, sacerdotes, religiosos, religiosas que han dado su vida, él se pregunta: «¿Y por qué a estos no los canonizan mañana, porque pasaron su vida sirviendo?». Y a mí me emociona cuando saludo después de una misa a un sacerdote, una religiosa, que me dice: «Hace 30, 40 años que estoy en este hospital de niños autistas, o que estoy en las misiones del Amazonas o que estoy en tal lugar o en tal otro». Me toca el alma. Esta mujer o este hombre entendió que seguir a Jesús es servir a los demás y no servirse de los demás.

(Papa Francisco en Nairobi. 
Viaje apostólico a Kenia, Uganda y República Centroafricana, Noviembre 2015)

viernes, 3 de junio de 2016

Bajo una cláusula... Santo Cura de Ars (XI)


Por un inesperado favor, debido sin duda a las gestiones de su abnegado maestro, mas también a la fama de sus virtudes, después del diaconado se trató de que fuese admitido a la ordenación sacerdotal.

Por segunda vez sufrió el examen canónico en Ecully, ante el vicario general señor Bochard. “El docto examinador interrogó por espacio de más de una hora al Rdo. Vianney sobre los puntos más difíciles de teología moral. Quedó muy satisfecho de sus respuestas y admirado de tanta claridad y precisión… Decidióse que el nuevo diácono, después de algunos días de ejercicios, sería ordenado sacerdote.

El 9 de Agosto el Rdo. Vianney se presentó en las oficinas del arzobispado, donde el señor Couborn le entregó las cartas testimoniales. Decían éstas que Mons. Grenoble podía ordenar para la diócesis de Lión a Juan María Vianney, pero bajo esta cláusula: que el nuevo sacerdote no recibiría sino más tarde la licencia de absolver los pecados, cuando pluguiere a su ordinario.


“Los juicios de los hombres no son ciertamente los de Dios”: ¡el tímido diácono que con tales condiciones partía para Grenoble había de pasar las tres cuartas partes de su vida sentado en un confesionario! “La Iglesia -dijo el señor Couborn al firmar los testimoniales- no necesita tan sólo de sacerdotes sabios, sino también y aun más de sacerdotes piadosos”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

jueves, 2 de junio de 2016

Todos los afectos y necesidades del corazón. Sacerdote para la eternidad (XVI)


Todos los afectos y las necesidades del corazón del cristiano encuentran, en la Santa Misa, el mejor cauce: el que, por Cristo, llega al Padre, en el Espíritu Santo. El sacerdote debe poner especial empeño en que todos lo sepan y lo vivan. No hay actividad alguna que pueda anteponerse, ordinariamente, a esta de enseñar y hacer amar y venerar a la Sagrada Eucaristía.

El sacerdote ejerce dos actos: uno, principal, sobre el Cuerpo de Cristo verdadero; otro, secundario, sobre el Cuerpo Místico de Cristo. El segundo acto o ministerio depende del primero, pero no al revés (Santo Tomás, S. Th. Supl. q. 36, a. 2, ad 1).

Por eso lo mejor del ministerio sacerdotal es procurar que todos los católicos se acerquen al Santo Sacrificio siempre con más pureza, humildad y veneración. Si el sacerdote se esfuerza en esta tarea, no quedará defraudado, ni defraudará las conciencias de sus hermanos cristianos.

(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)

miércoles, 1 de junio de 2016

¿Un modelo de piedad? Santo Cura de Ars (X)


Se acercaba el tiempo de las ordenaciones. El examen canónico comenzaba a fines de mayo y el señor Balley se aventuró a presentar a su discípulo. La diócesis todavía estaba falta de sacerdotes; el candidato iba a cumplir los veintinueve años; hacía tres que había recibido la tonsura; era ya tiempo, si no había que desesperar del todo, de que recibiera al menos las órdenes menores; éstas fueron las razones que parecieron bastantes para no tardar más.

Apenas habían pasado tres meses desde su salida del seminario cuando Juan María Vianney apareció de nuevo entre los antiguos condiscípulos, muy satisfechos de verle.

El señor Courbon, bueno y sencillo, se limitó a preguntar: “Juan María Vianney es piadoso?... ¿Es devoto de la Santísima Virgen?... ¿Sabe rezar el rosario?”


- Sí; es un modelo de piedad.

- ¿Un modelo de piedad? Pues bien, yo le admito. La gracia de Dios hará lo que falte.

Nunca el señor Courbon estuvo más inspirado.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)