domingo, 31 de mayo de 2015

No temas. Yo estoy contigo.

Nosotros nos encontramos con el Señor y escuchamos su invitación:”Sígueme”. Tal vez al inicio lo seguimos con vacilaciones, mirando hacia atrás y preguntándonos si ese era realmente nuestro camino. Y tal vez en algún punto del recorrido vivimos la misma experiencia de Pedro después de la pesca milagrosa, es decir, nos hemos sentido sobrecogidos ante su grandeza, ante la grandeza de la tarea y ante la insuficiencia de nuestra pobre persona, hasta el punto de querer dar marcha atrás:”Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”. Pero luego él, con gran bondad, nos tomó de la mano, nos atrajo hacia sí y nos dijo:”No temas. Yo estoy contigo. No te abandono. Y tú no me abandones a mí”.

 (Homilía de Su Santidad Benedicto XVI. Basílica de San Pedro, jueves santo 13 de abril de 2006) 

sábado, 30 de mayo de 2015

Para que también seáis vosotras Madres de Cristo. P. Mendizábal (VII)

La Virgen quería que se perpetuase la virginidad en el mundo porque si Jesucristo nació de la Virgen allí en Belén, es ley general que también ahora en su nacimiento en las almas, Jesucristo siga naciendo de vírgenes.

Por eso, la Iglesia tiene tanto aprecio de la virginidad, porque es la que hace Madre de Cristo, hace que Jesucristo sea engendrado en las almas.

Lo decía precisamente S. Gregorio Magno a las jóvenes: “Jóvenes, sed vírgenes para que también seáis vosotras Madres de Cristo”.

Y ¿cómo podemos nosotros engendrar a Cristo en nosotros y en los demás? Por nuestra virginidad, nuestra consagración total a Él.


(En el Corazón de Cristo, P. Mendizábal).


viernes, 29 de mayo de 2015

En el lavadero. Santa Teresita del Niño Jesús (XXXIV).

En otra ocasión, estaba en el lavadero, enfrente de una hermana que me salpicaba de agua sucia la cara cada vez que golpeaba los pañuelos contra su banca.

Mi primer impulso fue echarme para atrás y enjugarme el rostro, a fin de hacer ver a la hermana que me asperjaba que me haría un gran favor obrando con más suavidad. Pero en seguida pensé que era bien tonta al rehusar unos tesoros que tan generosamente se me daban, y me guardé de manifestar mi lucha interior.

Me esforcé por sentir el deseo de recibir en la cara mucha agua sucia, de suerte que acabó por gustarme aquel nuevo género de aspersión, y me prometí a mí misma volver otra vez a aquel sitio afortunado en el que tantos tesoros se recibían.

Ya veis, Madre amantísima, que soy un alma muy pequeña que sólo puede ofrecer a Dios cosas muy pequeñas. Y aún me sucede muchas veces dejar escapar algunos de estos pequeños sacrificios, que tanta paz llevan al alma. Pero no me desanimo por eso; me resigno a tener un poco menos de paz y procuro estar más alerta en otra ocasión.


(Santa Teresita del Niño Jesús. Manuscrito dirigido a la Madre María Gonzaga).


jueves, 28 de mayo de 2015

Institutos Seculares VIII

Me complazco en constatar el buen trabajo realizado, y exhorto a todos los miembros, sacerdotes y laicos, a perseverar en el esfuerzo por comprender cada vez mejor las realidades y valores temporales en relación con la evangelización en sí; el sacerdote, para estar cada vez más atento a la situación de los laicos y poder aportar al presbiterio diocesano no sólo una experiencia de vida según los consejos evangélicos y con ayuda comunitaria, sino también una sensibilidad justa de la relación de la Iglesia con el mundo; el laico, para asumir el papel particular que corresponde a quien está consagrado al servicio de la evangelización en la vida seglar.

Que a los laicos toca una obligación específica en este campo, he tenido ocasión de subrayarlo en distintos momentos, en correspondencia exacta con las indicaciones dadas por el Concilio. «Como pueblo santo de Dios -dije por ejemplo en Limerick en mi peregrinación a Irlanda-, estáis llamados a desempeñar vuestro papel en la evangelización del mundo. Sí, los laicos son llamados a ser también "sal de la tierra" y "luz del mundo". Su específica vocación y misión consisten en manifestar el Evangelio en su vida y, por tanto, en introducir el Evangelio como una levadura en la realidad del mundo en que viven y trabajan. Las grandes fuerzas que configuran el mundo (política, mass-media, ciencia, tecnología, cultura, educación, industria, trabajo) constituyen precisamente las áreas en las que los seglares son especialmente competentes para ejercer su misión. Si estas fuerzas están conducidas por personas que son verdaderos discípulos de Cristo y, al mismo tiempo, plenamente competentes en el conocimiento y la ciencia seculares, entonces el mundo será ciertamente transformado desde dentro mediante el poder redentor de Cristo» (Homilía pronunciada en Limerick el 1 de octubre de 1979; L´Osservatore Romano, 14 de octubre de 1979, p. 6).


(Al II Congreso Mundial de II.SS. S.S. Juan Pablo II 28 de Agosto de 1980).

miércoles, 27 de mayo de 2015

Una hermana con una curiosa manía. Santa Teresita del Niño Jesús (XXXIII).

Durante mucho tiempo, en la oración de la tarde estuve colocada delante de una hermana que tenía una curiosa manía, y según pienso… muchas luces interiores, pues rara vez se servía de algún libro. Ved cómo reparé en ello.

Apenas llegaba esta hermana, se ponía a hacer un ruidillo extraño, semejante al que se haría frotando dos conchas una contra otra.

Imposible me resulta, Madre mía, deciros cuánto me molestaba aquel ruidillo. Sentía grandes deseos de volver la cabeza y mirar a la culpable, que con toda seguridad no se daba cuenta de su mala costumbre; ésta hubiera sido la única manera de hacérsela notar.

Pero en el fondo del corazón comprendía que era mejor sufrir aquello por amor de Dios, y por no causar pena a la hermana. Así que permanecía tranquila, procurando unirme bañada en sudor, y me veía obligada a hacer sencillamente una oración de sufrimiento.

Pero al mismo tiempo que sufría, trataba de hacerlo, no con irritación, sino con alegría y con paz, al menos en lo íntimo del alma. Me esforzaba por hallar gusto en aquel ruidillo tan desagradable; en lugar de procurar no oírlo (cosa imposible), ponía toda mi atención en escucharlo bien, como si se tratara de un concierto maravilloso, y toda mi oración se me pasaba en ofrecer a Jesús ese concierto.


(Santa Teresita del Niño Jesús. Manuscrito dirigido a la Madre María Gonzaga).


martes, 26 de mayo de 2015

La paciencia

Retomamos la explicación de la vida de virtud y nos vamos a detener en algunos aspectos de una virtud especial como es la paciencia.

La paciencia es la virtud de las almas grandes, la paciencia es “soportar al insoportable” como dice S Francisco de Sales. La paciencia es la virtud que inclina a soportar sin tristeza de espíritu ni abatimiento de corazón los padecimientos físicos y morales”; es decir, nos dispone a soportar los males de esta vida sin tristeza, sin turbarnos o intranquilizarnos interiormente, ni pronunciando exteriormente palabras o ademanes menos decorosos y convenientes.

               “Una onza de paciencia vale más que una libra de victoria”. “El alma llena de paciencia se eleva a medida que crecen las tribulaciones”.  “La persona que prueba que tiene una paciencia invencible es una persona perfecta” (San Veda el Venerable).


lunes, 25 de mayo de 2015

La verdadera mortificación

“La vida eterna, por la que el alma suspira día y noche, no se consigue más que por la renuncia, el sacrificio y abrazándose a la Cruz de Cristo.

Luchemos día tras día sin desanimarnos, unas veces con el alma arrobada en su amor, y otras, triste condición humana, caminando al ras del suelo.

Me he dado cuenta de que la verdadera mortificación es hacer lo que no gustas, ni deseas, aunque tus deseos te parezcan santos y buenos”.


(Saber Esperar, S. Rafael Arnaiz.)


domingo, 24 de mayo de 2015

No podemos producir vocaciones


“Rogad, pues, al Dueño de la mies” quiere decir también: no podemos “producir” vocaciones; deben venir de Dios. La llamada, que parte del corazón de Dios, siempre debe encontrar la senda que lleva al corazón del hombre.


(Viaje apostólico de Su Santidad Benedicto XVI a Munich, Altötting y Ratisbona, 2006)


sábado, 23 de mayo de 2015

A las 4 de la tarde

Muchas veces, Señor, a la hora décima
-sobremesa en sosiego-,
recuerdo que, a esa hora, a Juan y a Andrés
les saliste al encuentro.
Ansiosos caminaron tras de ti...
«¿Qué buscáis...?» Les miraste. Hubo silencio.

El cielo de las cuatro de la tarde
halló en las aguas del Jordán su espejo,
y el río se hizo más azul de pronto,
¡el río se hizo cielo!
«Rabbí -hablaron los dos-, ¿en dónde moras?»
«Venid, y lo veréis». Fueron, y vieron...

«Señor, ¿en dónde vives?
«Ven, y verás». Y yo te sigo y siento
que estás... ¡en todas partes!,
¡Y que es tan fácil ser tu compañero!

Al sol de la hora décima, lo mismo,
que a Juan y a Andrés
-es Juan quien da fe de ello-,
lo mismo, cada vez que yo te busque,
Señor, ¡sal a mi encuentro!

viernes, 22 de mayo de 2015

¿Las almas de los cubanos valen lo mismo que las de los esquimales? P. Segundo Llorente (III)

      Como para mí Segundo fue siempre una inspiración y un ideal, en 1953 sentí la necesidad de verlo y saber dónde estaba y qué hacía. Así, me lancé a una bonita epopeya. Al final de un largo y difícil viaje lo encontré en Alaska.

Yo que venía de La Habana, le pregunté: “Pero Segundo, ¿qué haces tú aquí? ¿Tú quieres salvar almas? Ven… Allí hay 15.000 almas que salvar. Oye, ¿las almas de los cubanos valen lo mismo que las de los eskimales por lo menos, no?”

Me contestó: “¡Cómo nos gusta a nosotros decir que la Iglesia es católica, universal, que tiene que estar en todas partes! Los eskimales también son hijos de Dios, y a mí me ha tocado el privilegio de ser su misionero. Aquí está la Iglesia católica, gracias a nosotros los misioneros.”


(Hermano del P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)


jueves, 21 de mayo de 2015

Dios está allí

Me he acostumbrado muy bien a la Regla, que a primera vista y desde fuera, parece muy dura, pero aquí lo único duro es la cama…, lo demás es austero, pero no inhumano, ni mucho menos… Si vieras qué paz se respira tan grande, esa silenciosa alegría que flota en la Abadía, y que no se puede explicar, porque esa alegría y esa paz es Dios que reina en la casa, y Él es el único punto de mira de  la vida monástica. Alrededor del Sagrario gira toda la actividad del monje cisterciense; los oficios divinos en el coro no cansan nunca; las horas que se pasan en la Iglesia nos parecen minutos…, la fe nos dice que estamos alabando a Dios, y Dios está allí, muy cerca, a unos pasos en el Sagrario.


(S. Rafael Arnaíz, Saber Esperar)


miércoles, 20 de mayo de 2015

Acompañando a Sor San Pedro (II). Santa Teresita del Niño Jesús (XXXII).

Una tarde de invierno, estaba yo cumpliendo, como de costumbre, mi dulce tarea para con sor San Pedro, hacía frío, anochecía… De pronto, oí a lo lejos el sonido armonioso de un instrumento musical. Entonces, me imaginé un salón muy bien iluminado, todo resplandeciente de ricos dorados; y en él, jóvenes elegantemente vestidas, prodigándose mutuamente cumplidos y delicadezas mundanas.

Luego, mi mirada se posó sobre la pobre enferma que yo sostenía. En lugar de una melodía, escuchaba de vez en cuando sus gemidos lastimeros; en vez de ricos dorados, veía los ladrillos de nuestro claustro austero, apenas iluminado.

No puedo expresar lo que pasó en mi alma. Lo que sé es que el Señor la iluminó con los ratos de la verdad los cuales superaron de tal modo el brillo tenebroso de las fiestas de la tierra, que no podía creer en mi felicidad. ¡Ah! No hubiera cambiado los diez minutos empleados en cumplir mi humilde tarea caritativa en gozar mil años de fiestas mundanas…

Si ya en el sufrimiento, en medio del combate, es posible gozar un instante de dicha que sobrepuja todos los placeres de la tierra al pensar que Dios nos ha sacado del mundo, ¿qué será en el cielo cuando, abismadas en gozo y descanso eternos, veamos la gracia incomparable que el Señor nos ha concedido escogiéndonos para habitar en su casa, verdadero pórtico de los cielos?

Así, cuando conducía a sor San Pedro lo hacía con tanto amor, que no lo hubiera podido hacer mejor si hubiese tenido que conducir al mismo Jesús.


(Santa Teresita del Niño Jesús. Manuscrito dirigido a la Madre María Gonzaga).


martes, 19 de mayo de 2015

Conferencia de San Juan Bosco a unos novicios (XXII)


No murmuréis. La murmuración es un viento helado que aridece el alma. Dice San Francisco de Sales que de una acción de cien aspectos distintos, si noventa y nueve son manifiestamente malos y uno solo se puede tomar en buen sentido, bajo ese aspecto se debe tomar la acción y jamás murmurar o criticar.

Procurad, mis queridos hijos, poner en práctica estas cosas. Si así lo hacéis, tendréis la verdadera alegría, la verdadera paz del corazón. Haréis también mucho bien a vosotros y a las almas del prójimo. Procuremos no hacernos indignos de las bendiciones del Señor, haciendo todo aquello que podemos para adornar nuestro corazón de virtudes, trabajando asiduamente siempre a la mayor gloria de Dios.


lunes, 18 de mayo de 2015

Jesús seguramente no se hubiese entristecido

“Cuando oigo decir que es lo mismo servir a Dios en el claustro que en el mundo, no puedo por menos de sonreírme, pues veo claramente que el mundo es un enemigo de Dios, y con un enemigo de Dios no se puede hacer ningún pacto, por pequeño que sea.

Si algunos les parece cobardía dejar el mundo y sus criaturas, por seguir a Jesús, también a veces es cobardía y mucho mayor el no atreverse a dar el salto.

Yo digo: si aquel joven que se acercó a Jesús para seguirle, no se hubiese asustado del salto que tenía que dar por encima de sus padres, de su hacienda, y se hubiese decidido y tenido coraje para saltar por todo…., Jesús seguramente no se hubiese entristecido”


(Saber Esperar, S. Rafael Arnaiz.)


domingo, 17 de mayo de 2015

No lo habéis buscado vosotros

Muchos de vosotros habéis reconocido esta llamada secreta del Espíritu Santo y habéis respondido con todo el entusiasmo de vuestro corazón. El amor a Jesús, “derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que os ha sido dado”, os ha indicado el camino de la vida consagrada. No lo habéis buscado vosotros. Ha sido Jesús quien os ha llamado, invitándoos a una unión más profunda con él. 

(Viaje apostólico de Benedicto XVI a Polonia. Czestochowa, 2006)


sábado, 16 de mayo de 2015

P. Mendizábal (VI).

En aquella consagración a Jesucristo pidió la virgen que su función se perpetuase en el mundo.

Esa función se perpetúa en el sacerdocio y en la vida virginal: personas dedicadas exclusivamente al cuidado de Jesucristo,  exclusivamente a acoger la palabra de Dios y a hacer que se encarne en ellas mismas, a fomentar la palabra de Dios y a darla a los hombres.

María es así Madre de vírgenes y regeneradora de vírgenes.

Madre de vírgenes, por su oración, Madre de vírgenes por la inspiración de su amor. Tiene cuidado de que existan corazones virginales.

Y es también regeneradora de vírgenes. Cuando algún corazón, por desgracia suya y quizás por negligencia y aún por mala intervención nuestra, ha perdido esa virginidad, la Virgen todavía regenera vírgenes.

Tenemos un ejemplo bien hermoso en S. Ignacio de Loyola. S. Ignacio, hombre dado a las vanidades de este mundo en una vida de soldado desagarrada y vana. En Loyola tiene aquella visita de la Virgen, de la cual él  decía que no se atrevía a decir que había sido verdadera visión de la Virgen, aunque por los efectos le parecía que sí. Y en aquella intervención de la Virgen, sea por visión real o no, al fin y al cabo una gracia de la Señora, siente S. Ignacio que le quitan de la mente las reliquias de todos los pecados de impureza y se queda con un alma pura, tersa. La obra de la Virgen, regeneradora de la pureza.


(En el Corazón de Cristo, P. Mendizábal).


viernes, 15 de mayo de 2015

Acompañando a Sor San Pedro (I). Santa Teresita del Niño Jesús (XXXI).

Recuerdo un acto de caridad que Dios me inspiró cuando todavía era novicia. No fue cosa de importancia, pero nuestro Padre que ve en lo secreto, que atiende más a la intención que al tamaño de la obra, me ha recompensado ya, sin esperar a la otra vida.

Era en los días en que sor San Pedro iba aún al coro y al refectorio. En la oración de la tarde se colocaba delante de mí. Diez minutos antes de las seis, era necesario que una hermana se tomase la molestia de conducirla al refectorio.

A mí me costaba mucho ofrecerme para prestar aquel pequeño servicio, pues sabía que no era cosa fácil contentar a la pobre sor San Pedro, la cual sufría mucho. No obstante, yo no quería perder aquella hermosa ocasión de ejercitar la caridad, acorándome de que Jesús había dicho: Lo que hicieres al más pequeño de los míos, a Mí me lo habéis hecho.

Me ofrecí, pues, muy humildemente, a conducirla. Es increíble lo que me costaba, sobre todo al principio, tomarme aquella molestia. Acudía, con todo, inmediatamente, y luego, daba comienzo la complicada ceremonia.

Había que mover y llevar la banqueta de una determinada manera y no de otra; sobre todo, sin apresurarse. Luego, venía el paseo. Se trataba de seguir a la pobre lisiada sosteniéndola por la cintura. Yo lo hacía con la mayor suavidad posible; pero si, por desgracia, ella daba un paso en falso, en seguida le parecía que no la sostenía bien y que iba a caerse: “¡Ay, Dios mío, vais demasiado aprisa, me voy a estrellar!”. Si yo entonces trataba de ir más despacio, ella se quejaba: “¡Pero vamos, seguidme! No siento vuestra mano, me habéis soltado, me voy a caer. ¡Ah, ya decía yo que erais demasiado joven para conducirme!” Por fin, llegábamos sin contratiempo al refectorio.

Con sus pobres manos deformadas echaba el pan en su escudilla como mejor podía. No tardé en darme cuenta de ello, y ya ninguna noche la dejaba sin haberle prestado también este pequeño servicio. Como ella no me lo había pedido, mi atención la conmovió mucho, y por este sencillo detalle, me gané eternamente sus simpatías. Y sobre todo (lo supe más tarde), porque después de cortarle el pan, le dirigía, antes de marcharme, la más graciosa de mis sonrisas.


(Santa Teresita del Niño Jesús. Manuscrito dirigido a la Madre María Gonzaga).


jueves, 14 de mayo de 2015

Pastores dabo vobis (III)

En línea con el Concilio Vaticano II acerca del Orden de los presbíteros y su formación, y deseando aplicar concretamente a las diversas situaciones esa rica y probada doctrina, la Iglesia ha afrontado en muchas ocasiones los problemas de la vida, ministerio y formación de los sacerdotes.

También en otras muchas ocasiones el Magisterio de la Iglesia ha seguido manifestando su solicitud por la vida y el ministerio de los sacerdotes. Se puede decir que en los años postconciliares no ha habido ninguna intervención magisterial que, en alguna medida, no se haya referido, de modo explícito o implícito, al significado de la presencia de los sacerdotes en la comunidad, a su misión y su necesidad en la Iglesia y para la vida del mundo.

En estos últimos años y desde varias partes se ha insistido en la necesidad de volver sobre el tema del sacerdocio, afrontándolo desde un punto de vista relativamente nuevo y más adecuado a las presentes circunstancias eclesiales y culturales. La atención ha sido puesta no tanto en el problema de la identidad del sacerdote cuanto en problemas relacionados con el itinerario formativo para el sacerdocio y con el estilo de vida de los sacerdotes. En realidad, las nuevas generaciones de los que son llamados al sacerdocio ministerial presentan características bastante distintas respecto a las de sus inmediatos predecesores y viven en un mundo que en muchos aspectos es nuevo y que está en continua y rápida evolución. Todo esto debe ser tenido en cuenta en la programación y realización de los planes de formación para el sacerdocio ministerial.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Último recurso: la deserción. Santa Teresita del Niño Jesús (XXX).

Ya os he dicho, Madre mía amantísima, que el último recurso que tengo para no ser vencida en los combates es la deserción.

Durante una de vuestras bronquitis, fui una mañana muy despacito a dejar en vuestra celda las llaves de la reja del comulgatorio, pues era sacristana. Me agradaba mucho esa ocasión que tenía de veros.

Una hermana, animada de santo celo, al verme entrar en vuestra celda creyó que iba a despertaros; quiso cogerme las llaves, pero yo era demasiado lista para entregárselas y ceder mis derechos. Le dije, lo más finamente que pude, que tan buenos deseos tenía yo como ella de no despertaros, y que me tocaba a mí devolver las llaves.

Ahora comprendo que hubiera sido mucho más perfecto ceder ante aquella hermana. No lo comprendí entonces; por eso, queriendo a toda costa entrar en vuestra celda detrás de ella, a pesar de que empujaba la puerta para impedirme que pasase, pronto llegó la desgracia que ambas temíamos: el ruido que hicimos os hizo abrir los ojos…

martes, 12 de mayo de 2015

Conferencia de San Juan Bosco a unos novicios (XXI)


Buena voluntad en el trabajo. Se dirá: “Pero algunos trabajos son enojosos, pesan”. Y bien, aquí es donde debemos ejercitarnos; son estas continuas ocupaciones las que nos conservan la vocación y la virtud.


lunes, 11 de mayo de 2015

Pelo nabos por amor… ¡por amor a Jesucristo! (V)

Cuando terminó el trabajo y en la oración me puse al pie de Jesús…; allí a sus plantas deposité un cesto de nabos peladitos y limpios…., no tenía otra cosa que ofrecerle…; pero a Dios le basta cualquier cosa ofrecida con el corazón entero, sean nabos, sean imperios.

La próxima vez que vuelva a pelar raíces, sean las que sean, aunque estén frías y heladas, le pudo a María que no permita que se me acerquen los diablillos rojos a hacerme rabiar. En cambio, le pido que me envíe a los ángeles del Cielo, para, poniendo a los pies de la Virgen María rojas zanahorias, a los pies de Jesús blancos nabos, y patatas y cebollas; coles y lechugas…

En fin, si vivo muchos años en la Trapa, voy a hacer del Cielo una especie de mercado de hortalizas, y cuando el Señor me llame y me diga: “Basta de pelar…., suelta la navaja y el mandil, y ven a gozar de lo que has hecho….” Cuando me vea en el Cielo entre Dios y los santos y tanta legumbre…, Señor, Jesús mío, no podré por menos de echarme a reír.

(S. Rafael Arnaiz, Saber Esperar)




domingo, 10 de mayo de 2015

La alegría de ser generosos

Queridísimos jóvenes, comprendéis que os hablo de cosas muy importantes. Se trata de dedicar la vida entera al servicio de Dios y de la Iglesia, de hacerlo con fe segura, con convicción madura y decisión libre, con generosidad a toda prueba y sin arrepentimiento.
Abrid vuestro corazón al encuentro gozoso con Cristo. Pedid consejo. La Iglesia de Jesús debe continuar su misión en el mundo. Al hablaros de la vocación y al insistiros en seguir este camino, soy yo el humilde y apasionado servidor de aquel amor, que movía a Cristo cuando llamaba a los discípulos a seguirle.
Estad seguros de que si le escuchaseis y le siguieseis os sentiríais llenos de gozo y alegría. Sed generosos, tened valor y recordad su promesa: “mi yugo es suave y mi carga ligera”.
Jóvenes: Cristo necesita de vosotros y os llama para ayudar a millones de hermanos vuestros a salvarse. Abrid vuestro corazón a Cristo, a su ley de amor; sin condicionar vuestra disponibilidad, sin miedos a respuestas definitivas, porque el amor y la amistad no tienen ocaso.

(S. Juan Pablo II) 

viernes, 8 de mayo de 2015

El adiós a la familia. P. Segundo Llorente (II)

       Así pues, a prepararse para Alaska. Por supuesto, adiós a toda la familia para siempre; de allí no había vuelta –mi hermano no vio nunca más a mis padres, ni mis padres lo conocieron como sacerdote, ni pudieron oír nunca misa suya-…

         En una carta me escribió muchos años después diciéndome lo que le costó decir adiós a la familia. Me decía Segundo:

         “Cuando pasé por casa y os vi, no os quise decir nada; pero por dentro estaba convencido de que ya no volvería a ver más los patrios lares. Recuerdo que un día mientras dormía la siesta en una habitación de arriba, oí juguetear a los pequeños allá abajo y me vino un llanto muy copioso. Una vez más se me daba a escoger entre quedarme remendando redes o seguir a Jesús. Afortunadamente, relictis retibus, secutus sum Jesum; dejadas las redes, me fui con Jesús… Otra vez en el colegio de La Habana, al bajar con la maleta ya para ir al barco yanqui, que se balanceaba en la bahía, un niño del colegio, recién llegado fue detenido en la portería por donde quería escaparse para casa; y al ser detenido lloraba desconsoladamente llamando a su madre. Yo me estremecí todo y, sin poderlo evitar, sentí que se me llenaban los ojos de agua; estábamos los dos en semejante posición; él como niño, lamentaba la ausencia de una semana; yo, crecidote, divagaba sobre la ausencia de por vida."

         A los veintitrés años, solito y sin saber una palabra de inglés, fue a los Estados Unidos para estudiar teología en Kansas City. Allí pasó cuatro años de estudios; y en cuanto se ordenó sacerdote, en 1935, a los veintiocho años, salió para Alaska.


(Hermano del P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)


jueves, 7 de mayo de 2015

Institutos Seculares (VII)

"Antes de concluir, quisiera subrayar todavía un punto fundamental: esto es, que la realidad última, la plenitud, está en la caridad. «El que vive en el amor, permanece en Dios, y Dios en Él» (1 Jn 4, 16). También la finalidad última de toda vocación cristiana es la caridad; en los Institutos de vida consagrada, la profesión de los consejos evangélicos viene a ser su camino maestro, que lleva a Dios amado sobre todas las cosas y a los hermanos, llamados todos a la filiación divina.


miércoles, 6 de mayo de 2015

Una hermana con el don de disgustarme en todo (II). Santa Teresita del Niño Jesús (XXIX).

No me contentaba con rogar mucho por la hermana que era para mi motivo de tantas luchas interiores, sino que procuraba también prestarle todos los servicios posibles; y cuando sentía la tentación de contestarle de manera desagradable, me limitaba a dirigirle la más encantadora de mis sonrisas, procurando cambiar de conversación.

Muchas veces también, cuando en las recreaciones de oficio que tenía que mantener con esta hermana los combates eran demasiado violentos, yo huía como un desertor.

Ella, ignorando en absoluto mis sentimientos hacia su persona, nunca ha llegado a sospechar los motivos de mi conducta, y ésta es la hora en que está persuadida de que su carácter me resulta agradable.

Un día, en la recreación me dijo, toda contenta: “¿Quisierais decirme, sor Teresa del Niño Jesús, qué es lo que tanto os atrae en mi?” Cada vez que me miráis, veo que sonreís.” ¡Ah! El que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma…Jesús, que hace dulce lo que hay de más amargo… Le contesté que sonreía porque me alegraba de verla (sin añadir, bien entendido, que era bajo un punto de vista espiritual).


(Santa Teresita del Niño Jesús. Manuscrito dirigido a la Madre María Gonzaga).