martes, 29 de septiembre de 2015

El movimiento se demuestra andando...

Es de personas virtuosas no enfadarse ni contestar a personas que nos ofenden con otra ofensa. San Isidoro en sus libros de las sentencias dice: “Dais prueba de una gran virtud, sino respondéis a una ofensa con otra ofensa: manifestáis una gran fuerza de alma si perdonáis al ser ofendidos, y adquirís una gran gloria si perdonáis a un enemigo a quien pudierais dañar”.

Declaración de su voluntad a su padre. Santa Teresa de Jesús (X)

Dramática declaración. Alfonso Sánchez nunca pudo prever que aquella hija suya, que sólo le preocupaba por su excesiva afición al mundo, quisiera ahora dejarle: “Lo más que se pudo acabar con él fue que, después de muerto él, haría lo que quisiese”.

         Teresa hizo intervenir a amigos y parientes, pero ninguno logró convencerle. El que se había comprometido por contrato a entregar anualmente varias fanegas de trigo a los pobres se resistía a entregar a Dios a su hija preferida; su piedad no llegaba a la renuncia, su generosidad no cedía más que lo superfluo.

         Teresa, por su parte, se preguntaba si sería capaz de mantener su decisión de una manera inquebrantable: “Me temía a mí y a mi flaqueza”. ¿Y el cielo? ¿Y el infierno?... Para volver su pensamiento a Dios tenía que retorcerse y forzarse. Ahora sabía, gracias a su experiencia en Nuestra Señora de Gracia, que una vez estuviera en el convento no lo lamentaría: lejos de las ocasiones, llevaría a cabo con rigor y método el lento trabajo de su transformación interior. Allí, nada la distraería de Dios. Ardía, pues, en deseos de comenzar.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).       

lunes, 28 de septiembre de 2015

Correspondencia

“Creo que para que mis cartas hagan provecho, es necesario que vayan escritas por obediencia, y que sienta yo más bien repugnancia que placer en escribirlas. Me parece que no se puede hacer bien alguno buscándose una a sí misma.”

(Santa Teresita del Niño Jesús. Manuscrito dirigido a la Madre María Gonzaga).


domingo, 27 de septiembre de 2015

Palabras improvisadas (II). Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (II).

Veo aquí a los seminaristas. Os digo una cosa: si vosotros no tenéis a Jesús en el centro, postergad la ordenación. Si no estáis seguros de que Jesús es el centro de vuestra vida, esperad un poco más de tiempo, para estar seguros. Porque, de lo contrario, comenzaréis un camino que no sabéis cómo acabará.

Este es el primer testimonio: que se vea que Jesús es el centro. El centro no son ni las habladurías ni la ambición de ocupar este puesto o aquel otro ni el dinero —del dinero quiero hablar después—, sino que el centro debe ser Jesús. ¿Cómo puedo estar seguro de caminar siempre con Jesús? Está su Madre que nos conduce a Él. Un sacerdote, un religioso, una religiosa que no ama a la Virgen, que no reza a la Virgen, diría también que no reza el rosario... si no quiere a la Madre, la Madre no le dará al Hijo.

El cardenal me regaló un libro de san Alfonso María de Ligorio, no sé si «Las Glorias de María»... De este libro me gusta leer las historias de la Virgen que están al final de cada uno de los capítulos: en ellos se ve cómo la Virgen nos conduce siempre a Jesús. Ella es Madre, el centro del ser de la Virgen es ser Madre, conducir a Jesús. Y el padre Rupnik, que pinta y hace mosaicos muy bonitos y muy artísticos, me regaló un icono de la Virgen con Jesús delante. Jesús y las manos de la Virgen están ubicadas de tal modo que Jesús baja y con la mano toma el manto de la Virgen para no caer. Es ella quien hizo descender a Jesús entre nosotros; es ella quien nos da a Jesús. Dar testimonio de Jesús, y para ir tras Jesús una buena ayuda es la Madre: es ella quien nos da a Jesús. Este es uno de los testimonios.


(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)

viernes, 25 de septiembre de 2015

Lucha interior. Santa Teresa de Jesús (IX)

La decisión de vencerse estaba tomada, pero la lucha interior no cesaba. Teresa argumentaba consigo misma: “que los trabajos y pena de ser monja no podían ser mayor que la del purgatorio, y que yo había bien merecido el infierno; que no era mucho estar lo que viviese como en el purgatorio, y que después me iría derecha al cielo, que éste era mi deseo”. Pero al mismo tiempo, “poníame el demonio que no podría sufrir los trabajos de la Religión, por ser tan regalada”… “A esto me defendía con los trabajos que pasó Cristo, porque no era mucho yo pasase algunos por Él; que Él me ayudaría a llevarlos”. “Pasé hartas tentaciones estos días… más me parece me movía un temor servil que amor”.
         Por fin decidió declarar a su padre su voluntad de entrar en religión; algo que para ella era tan decisivo como tomar el hábito, “porque era tan honrosa que me parece que no tornara atrás por ninguna manera, habiéndolo dicho una vez”. Así fue como el puntillo de honra dio a Teresa de Ahumada la fuerza que no lograba encontrar aún en el amor de Dios.

(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

jueves, 24 de septiembre de 2015

Sacerdote para la eternidad (V)

El sacerdocio lleva a servir a Dios en un estado que no es, en sí, ni mejor, ni peor que otros: es distinto. Pero la vocación de sacerdote aparece revestida de una dignidad y de una grandeza que nada en la tierra supera. Santa Catalina de Siena pone en boca de Jesucristo estas palabras: no quiero que mengüe la reverencia que se debe profesar a los sacerdotes, porque la reverencia y el respeto que se les manifiesta, no se dirige a ellos, sino a Mí, en virtud de la Sangre que yo les he dado para que la administren. Si no fuera por esto, deberíais dedicarles la misma reverencia que a los seglares, y no más... No se les ha de ofender: ofendiéndolos, se me ofende a Mí, y no a ellos. Por eso lo he prohibido, y he dispuesto que no admito que sean tocados mis Cristos (Santa Catalina de Siena, El Dialogo cap. 116; Cfr. Ps CIV, 15).

Algunos se afanan por buscar, como dicen, la identidad del sacerdote. ¡Qué claras resultan esas palabras de la Santa de Siena! ¿Cuál es la identidad del sacerdote? La de Cristo. Todos los cristianos podemos y debemos ser no ya alter Christus sino ipse Christus otros Cristos, ¡el mismo Cristo! Pero en el sacerdote esto se da inmediatamente, de forma sacramental.


(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Determinada determinación. Santa Teresa de Jesús (VIII)

 “Que no era todo nada, y la vanidad del mundo, y cómo acababa en breve, y a temer, si me hubiera muerto, cómo me iba al infierno; y aunque no acababa mi voluntad de inclinarse a ser monja, vi que era el mejor y más seguro estado, y así poco a poco me determiné a forzarme para tomarle”.

Teresa pronuncia por primera vez la palabra clave: determinación, decisión. “Pues digo va muy mucho en comenzar con gran determinación”.

En Nuestra Señora de Gracia se ha producido un cambio asombroso en ella, resultado de una sujeción primero impuesta y después comprendida y aceptada; ha experimentado personalmente los efectos de la disciplina. Ahora sabe que los sentimientos, los deseos, los gustos, las actitudes, lo que parece formar parte de nuestro carácter y no es más que un conjunto de tendencias que pueden ser dominadas o desarrolladas por el ejercicio y el hábito, estás sometidas al imperio de la voluntad. Dios ha creado al hombre libre para elegir la perfección. “El Señor ayuda a los que se determinan por su servicio y gloria”.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

martes, 22 de septiembre de 2015

Domina tu genio y serás varón perfecto

Preguntaron a Platón, con que señales se conocía a un hombre sabio y cuerdo, y contestó “Cuando le vituperan y desgarran y no se enfada. Y cuando lo alaban y no se enorgullece. Pero el insensato es esclavo de la cólera”.

       Guardar silencio en el insulto es una actitud grande, propia de un hombre grandioso. El silencio ante una persona que insulta y no responder ante una provocación es una victoria completa.

         Si queremos ser felices, en nuestro obrar hemos de tener siempre presente este adagio “Haz el bien y no mires a quien. Haz el bien a todos sin distinción”.

lunes, 21 de septiembre de 2015



“La mujer hacendosa mantiene la mente sana”

(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).


domingo, 20 de septiembre de 2015

Palabras improvisadas. Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (I).

Preparé un discurso, pero son aburridos los discursos. Lo entrego al cardenal y luego en el boletín lo dará a conocer. Prefiero responder un poco a algunas cosas. Me sugieren que hable sentado, así descanso un poco. Una hermana que está aquí, muy mayor, vino corriendo a decirme: «Bendígame en articulo mortis». «¿Por qué hermana?”. «Porque tengo que ir de misión a abrir un convento...». Esto es el espíritu de la vida religiosa. Esta hermana me hizo pensar. Es anciana, pero dice: «Sí, yo estoy en articulo mortis, pero tengo que ir a renovar o a hacer de nuevo un convento» y parte. Por lo tanto, también yo ahora obedezco y hablo sentado.

Este es uno de los testimonios sobre los que preguntabas: estar siempre en camino. El camino en la vida consagrada es el seguimiento de Jesús; también la vida consagrada en general, también para los sacerdotes se trata de ir tras Jesús, y con ganas de trabajar por el Señor. Una vez —relaciono con lo que dijo la religiosa— me dijo un anciano sacerdote: «Para nosotros no existe la jubilación y cuando vamos a la residencia seguimos trabajando con la oración, con las pequeñas cosas que podemos hacer, pero con el mismo entusiasmo de seguir a Jesús». ¡El testimonio de caminar por la senda de Jesús! Por eso el centro de la vida debe ser Jesús. Si en el centro de la vida —exagero... pero sucede en otros sitios, en Nápoles seguramente no— está el hecho de que yo estoy en contra del obispo o contra el párroco o contra otro sacerdote, toda mi vida estará invadida por esa lucha. Y eso es perder la vida. No tener una familia, no tener hijos, no tener el amor conyugal, que es tan bueno y tan hermoso, para acabar peleando con el obispo, con los hermanos sacerdotes, con los fieles, con «cara de vinagre», esto no es un testimonio. El testimonio es Jesús, el centro es Jesús. Y cuando el centro es Jesús están, de todos modos, estas dificultades, están en todos lados, pero se afrontan de diversa forma. En un convento tal vez la superiora no me gusta, pero si mi centro es la superiora que no me gusta, el testimonio no funciona. Si mi centro en cambio es Jesús, rezo por esta superiora que no me gusta, la tolero y hago todo lo necesario para que los demás superiores conozcan la situación. Pero la alegría no me la quita nadie: la alegría de ir tras Jesús.


(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)

sábado, 19 de septiembre de 2015

P. Mendizábal (XIII)

       En efecto, la fe no es un montaje, es vivir la realidad en su sentido verdadero y profundo, tal como existe a la luz de Dios. Ahora, la realidad es que tenemos que vivir de fe, no solamente hacer actos de fe. María es “la que vive de fe”, en la obediencia de fe y a la luz de la fe; ha vivido siempre así. S. Pablo repetirá también: “El justo vive de la fe”.

         La oración es uno de los puntos fundamentales. Orar es entrar en contacto con Dios: “Olvido de  lo creado, memoria del Creador, atención al interior y estarse amando al Amado”, o como decía Sta. Teresa: “No es pensar mucho, sino amar mucho” y estarse largamente tratando de amistad con quien sabemos nos ama.  Es importante, porque el mundo sensible nos absorbe y necesitamos sintonizar con Dios, sintonizar con la realidad verdadera. Eso es orar.

         Este orar con el Señor es muy importante para nosotros. A veces no lo hacemos porque nos aburrimos: -yo voy allí a la capilla delante del Sagrario, y no sé qué pensar o qué decir, se me acaba…. Bien, no se trata de ir a decir cosas, a hablar mucho. El Papa unas de una expresión hablando a los religiosos y religiosas: “Tenéis que tener largos ratos delante del Señor ante el sagrario, para reparar, para amar y para dejaros amar.” ¡Necesitamos “dejarnos amar”! Tenemos prisa, somos muy activos, parece que la iniciativa viene de nosotros, que somos nosotros la salvación de todo y no nos dejamos amar.  ¡Dejarse amar!, hace falta más amor para dejarse amar, que para amar.

         La oración tiene mucho de ese dejarse querer por el Señor, ir allí para estar con Él, ¡esos “baños de Eucaristía”!, sabiendo que Jesucristo vive y actúa sobre nosotros. Así nos iremos entonando en la vida de la fe.

(Con María, P. Mendizábal).

viernes, 18 de septiembre de 2015

Una pieza de ajedrez. P. Segundo Llorente (VI)

            El primero de diciembre de 1941, llegó el criado del padre Fox y nos entera de que anda bastante alicaído. Me escribe rogándome le haga una visita para ayudarle a resolver varios problemas que trae entre manos.

         Me encomiendo a Dios con todo fervor y le hago ofrecimiento de todas las penalidades que me esperan en el largo viaje cuya perspectiva pugna por amedrentarme. Pero me apresto a la lucha poniendo en Dios mi confianza y esperándolo todo de Él, porque “sin Mí no podéis hacer nada”, que dijo Jesucristo.

         Pasamos por Cañak, una aldea de dos casas. En una de ellas se estaba muriendo una mujer que había estado de niña en nuestra escuela de Akulurak. Se alegró mucho al verme entrar a gatas en su choza subterránea; y no fue menor mi alegría interior al ver y admirar la providencia de Dios en semejante coincidencia, al parecer tan casual.

         Después de un coloquio espiritual se confesó en medio de una gran tos muy congojosa. Le di luego la extremaunción con todo sosiego y acto seguido rezamos todos el rosario. Unas horas después, la enferma deseaba recibir la sagrada comunión, así que dije misa para darle este último consuelo.

         Al día siguiente me informan de que acababa de fallecer. Había estado grave muchos días, pero Dios la sostuvo hasta el punto y hora en que llegué yo para empaquetarla para el cielo.

         El misionero es una pieza de ajedrez que Dios maneja según los designios de su providencia amorosa.


(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 17 de septiembre de 2015

¡Yo conozco una caballerosidad más noble! (I) Tres monjes rebeldes (I)

¡Qué tonto que soy!- se dijo el joven Roberto-. Siempre se me escapan los pensamientos más íntimos, tanto en la escuela como en el juego, y ahora delante de mi padre. ¿Cuándo aprenderé a callarme?

Al abrir la pesadísima puerta de roble macizo, la voz sonora y tonante del Teodorico, el señor del castillo, penetró en la estancia. Roberto se movió intranquilo. Aquel gigante que era su padre le atemorizaba. Sabía que su comentario no le habría sido grato y tendrían que dar cuenta de él antes de terminar la noche. Durante un buen rato permaneció apretando su frente contra la ventana. De pronto se enderezó y se dijo:

- ¡Bueno! Mantendré lo dicho. Alguna vez tendría que salir a la luz la verdad. Lo mismo da esta noche que otro día…

Apenas terminó esta frase cuando Teodorico, su padre,  interrumpió en la sala, exclamando con su gran voz:

- Roberto, hijo mío, has hecho a tu primo una observación que no he comprendido. Quisiera comprenderla, hijo, y comprenderla del todo. ¿Qué has querido decir con eso de que nunca serás armado caballero?

Roberto se agarró nervioso a la mesa. De cualquier manera y de cualquier punto de vista que se le mirara, su padre era un hombre de extraordinaria corpulencia; pero visto en aquel momento su figura parecía mayor que nunca. Roberto sentía la garganta terriblemente seca. Sabía que toda la ilusión de su padre se cifraba en el día en que su único hijo fuese armado caballero; sabía que soñaba con el momento en que ambos pudieran dirigirse juntos a un torneo o a la guerra. Como no dudaba del cariño de su padre, Roberto no temía sus relámpagos de furor, pero le acongojaba la idea del dolor que iba a producir a aquel bondadoso gigante al decirle la verdad. Teodorico interrumpió sus pensamientos con impaciencia:

- Bueno, ¿qué?…               
               
Roberto con su mirada firme  respondió:

- Señor, dije lo que siento. Yo nunca seré armado caballero porque conozco una forma de caballerosidad más noble y elevada.

- No sé cuál podrá ser -replicó Teodorico sondeando con sus ojos negrísimos los ojos pardos de su hijo.

- La forma más elevada de caballerosidad en este mundo señor. ¡La caballerosidad de ser generoso con Dios!

(Tres monjes rebeldes, P. Raymond).

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Lucha interior. Santa Teresa de Jesús (IX).


     La decisión de vencerse estaba tomada, pero la lucha interior no cesaba. Teresa argumentaba consigo misma: “que los trabajos y pena de ser monja no podían ser mayor que la del purgatorio, y que yo había bien merecido el infierno; que no era mucho estar lo que viviese como en el purgatorio, y que después me iría derecha al cielo, que éste era mi deseo”. Pero al mismo tiempo, “poníame el demonio que no podría sufrir los trabajos de la Religión, por ser tan regalada”… “A esto me defendía con los trabajos que pasó Cristo, porque no era mucho yo pasase algunos por Él; que Él me ayudaría a llevarlos”. “Pasé hartas tentaciones estos días… más me parece me movía un temor servil que amor”.

         Por fin decidió declarar a su padre su voluntad de entrar en religión; algo que para ella era tan decisivo como tomar el hábito, “porque era tan honrosa que me parece que no tornara atrás por ninguna manera, habiéndolo dicho una vez”. Así fue como el puntillo de honra dio a Teresa de Ahumada la fuerza que no lograba encontrar aún en el amor de Dios.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

lunes, 14 de septiembre de 2015

La Santa Cruz


En la Cruz está la vida
y el consuelo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

En la Cruz está el Señor
de cielo y tierra,
y el gozar de mucha paz,
aunque haya guerra.
Todos los males destierra
en este suelo,
y ella sola es el camino
para el cielo.


De la Cruz dice la Esposa
a su Querido
que es una palma preciosa
donde ha subido,
y su fruto le ha sabido
a Dios del cielo,
y ella sola es el camino
para el cielo.


Es una oliva preciosa
la Santa Cruz
que con su aceite nos unta
y nos da luz.
Alma mía, toma la Cruz
con gran consuelo,
que ella sola es el camino
para el cielo.


Es la Cruz el árbol verde
y deseado
de la Esposa, que a su sombra
se ha sentado
para gozar de su Amado,
el Rey del cielo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

El alma que a Dios está
toda rendida,
y muy de veras del mundo
desasida,
la Cruz le es árbol de vida
y de consuelo,
y un camino deleitoso
para el cielo.


Después que se puso en Cruz
el Salvador,
en la Cruz está la gloria
y el honor,
y en el padecer dolor
vida y consuelo,
y el camino más seguro
para el cielo.

(Santa Teresa de Jesús)








viernes, 4 de septiembre de 2015

Determinada determinación. Santa Teresa de Jesús (VIII)

 “Que no era todo nada, y la vanidad del mundo, y cómo acababa en breve, y a temer, si me hubiera muerto, cómo me iba al infierno; y aunque no acababa mi voluntad de inclinarse a ser monja, vi que era el mejor y más seguro estado, y así poco a poco me determiné a forzarme para tomarle”.

Teresa pronuncia por primera vez la palabra clave: determinación, decisión. “Pues digo va muy mucho en comenzar con gran determinación”.

En Nuestra Señora de Gracia se ha producido un cambio asombroso en ella, resultado de una sujeción primero impuesta y después comprendida y aceptada; ha experimentado personalmente los efectos de la disciplina. Ahora sabe que los sentimientos, los deseos, los gustos, las actitudes, lo que parece formar parte de nuestro carácter y no es más que un conjunto de tendencias que pueden ser dominadas o desarrolladas por el ejercicio y el hábito, estás sometidas al imperio de la voluntad. Dios ha creado al hombre libre para elegir la perfección. “El Señor ayuda a los que se determinan por su servicio y gloria”.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Mirada a la Encarnación. Santa Teresa de Jesús (VII)

         A veces, Teresa se encaminaba con la imaginación al monasterio de las carmelitas mitigadas, el de la Encarnación, donde había tomado el hábito su amiga Juana Suárez.
         Teresa vivió en Nuestra Señora de Gracia un año y medio de lucha interior: “El espíritu le pedía ser monja y el sentido le apartaba de ello… y aun peleaban en su pecho como en estacada o pelea”.
         En todo eso no entraba en juego el amor de Dios. Teresa sopesaba las posibilidades de sufrir lo menos posible en este mundo y alcanzar el paraíso, ya fuese religiosa o casada.
         Si no hubiese nacido mujer, no hubiese dudado en optar por el estado religioso que le habría permitido ir a evangelizar las tierras americanas recién descubiertas. Lo que la inquietaba todavía de la vida monástica eran aquellas puertas cerradas “para siempre”, la angustia de pensar que el solo hecho de renunciar a vivir le causaría tal amargura que perdería también el cielo.
         Tales combates a los dieciséis años, tan atroces luchas, una tensión nerviosa continua, tanto ajetreo del corazón destrozaron su salud. Al final del invierno cayó enferma y tuvo que volver a casa de su padre.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).