En
efecto, la fe no es un montaje, es vivir la realidad en su sentido verdadero y
profundo, tal como existe a la luz de Dios. Ahora, la realidad es que tenemos
que vivir de fe, no solamente hacer actos de fe. María es “la que vive de fe”,
en la obediencia de fe y a la luz de la fe; ha vivido siempre así. S. Pablo
repetirá también: “El justo vive de la fe”.
La oración es uno de los puntos
fundamentales. Orar es entrar en contacto con Dios: “Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención al
interior y estarse amando al Amado”, o como decía Sta. Teresa: “No es pensar
mucho, sino amar mucho” y estarse largamente tratando de amistad con quien
sabemos nos ama. Es importante, porque
el mundo sensible nos absorbe y necesitamos sintonizar con Dios, sintonizar con
la realidad verdadera. Eso es orar.
Este orar con el Señor es muy
importante para nosotros. A veces no lo hacemos porque nos aburrimos: -yo voy
allí a la capilla delante del Sagrario, y no sé qué pensar o qué decir, se me
acaba…. Bien, no se trata de ir a decir cosas, a hablar mucho. El Papa unas de
una expresión hablando a los religiosos y religiosas: “Tenéis que tener largos
ratos delante del Señor ante el sagrario, para reparar, para amar y para
dejaros amar.” ¡Necesitamos “dejarnos amar”! Tenemos prisa, somos muy activos,
parece que la iniciativa viene de nosotros, que somos nosotros la salvación de
todo y no nos dejamos amar. ¡Dejarse
amar!, hace falta más amor para dejarse amar, que para amar.
La oración tiene mucho de ese dejarse
querer por el Señor, ir allí para estar con Él, ¡esos “baños de Eucaristía”!,
sabiendo que Jesucristo vive y actúa sobre nosotros. Así nos iremos entonando
en la vida de la fe.
(Con María, P. Mendizábal).
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