Veo aquí a los seminaristas. Os digo una cosa: si vosotros no
tenéis a Jesús en el centro, postergad la ordenación. Si no estáis seguros de
que Jesús es el centro de vuestra vida, esperad un poco más de tiempo, para
estar seguros. Porque, de lo contrario, comenzaréis un camino que no sabéis
cómo acabará.
Este es el primer testimonio: que se vea que Jesús es el
centro. El centro no son ni las habladurías ni la ambición de ocupar este
puesto o aquel otro ni el dinero —del dinero quiero hablar después—, sino que
el centro debe ser Jesús. ¿Cómo puedo estar seguro de caminar siempre con
Jesús? Está su Madre que nos conduce a Él. Un sacerdote, un religioso, una
religiosa que no ama a la Virgen, que no reza a la Virgen, diría también que no
reza el rosario... si no quiere a la Madre, la Madre no le dará al Hijo.
El cardenal me regaló un libro de san Alfonso María de
Ligorio, no sé si «Las Glorias de María»... De este libro me gusta leer las
historias de la Virgen que están al final de cada uno de los capítulos: en
ellos se ve cómo la Virgen nos conduce siempre a Jesús. Ella es Madre, el
centro del ser de la Virgen es ser Madre, conducir a Jesús. Y el padre Rupnik,
que pinta y hace mosaicos muy bonitos y muy artísticos, me regaló un icono de
la Virgen con Jesús delante. Jesús y las manos de la Virgen están ubicadas de
tal modo que Jesús baja y con la mano toma el manto de la Virgen para no caer.
Es ella quien hizo descender a Jesús entre nosotros; es ella quien nos da a
Jesús. Dar testimonio de Jesús, y para ir tras Jesús una buena ayuda es la
Madre: es ella quien nos da a Jesús. Este es uno de los testimonios.
(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos
permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya
y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)
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