viernes, 31 de marzo de 2017

La verdadera alegría del misionero. P. Segundo Llorente (XXVII)


Dios está con el misionero que lo es por vocación y obediencia y le hace alegre la vida. La nieve da gusto verla tan blanca. El hielo es ideal para patinar. El frío ayuda a no sudar cuando está uno aforrado de pieles que de otra suerte le tostarían a uno.


La ingratitud del indígena me abre a mí los ojos para que vea mejor cómo debe desagradar a Dios mi letanía de ingratitudes, que también los misioneros somos ingratos a Dios y sucumbimos a la tentación de mirar las cosas con ojos humanos como si no tuviéramos con nosotros a Dios, que es infinitamente bueno, sabio y poderoso; la lejanía de la patria no es tan intolerable como les parece a algunos sentimentalistas descentrados; los mosquitos no pican si se lleva un velo en el rostro; la soledad ayuda poderosamente a unirse con Dios y a despegarse de las bajezas de este mundo tan villano, tan infeliz y tan lleno de cementerios.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 30 de marzo de 2017

Entrega a la voluntad del Padre, a imitación del Hijo


El mismo texto de la carta a los Hebreos, texto inspirado, explica: «Dice primero: "Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron" —cosas todas ofrecidas conforme a la Ley—; luego añade: "He aquí que vengo a hacer tu voluntad"» (Hb 10, 8-9). Estas palabras del Salmo, que la carta a los Hebreos ve expresadas en el diálogo intratrinitario, son palabras del Hijo que dice al Padre: «He aquí que vengo a hacer tu voluntad». Así se realiza la Encarnación: «He aquí que vengo a hacer tu voluntad». El Señor nos implica en sus palabras, que se convierten en nuestras: «He aquí que vengo, con el Señor, con el Hijo, a hacer tu voluntad».


De este modo se delinea con claridad el camino de vuestra santificación: la adhesión oblativa al plan salvífico manifestado en la Palabra revelada, la solidaridad con la historia, la búsqueda de la voluntad del Señor inscrita en las vicisitudes humanas gobernadas por su providencia. Y, al mismo tiempo, se descubren los caracteres de la misión secular: el testimonio de las virtudes humanas, como "la justicia, la paz y el gozo" (Rm 14, 17), la "conducta ejemplar" de la que habla san Pedro en su primera carta (cf. 1 P 2, 12), haciéndose eco de las palabras del Maestro: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5, 16). 

(Discurso en el 60º aniversiario de la Provida Mater Ecclesia el 7 defebrero de 2007, S.S. Benedicto XVI)

miércoles, 29 de marzo de 2017

Dar cuenta a Dios. Santo Cura de Ars (XLIV)


“Ignorante e incapaz como él se creía”, ¿no había tentado al cielo con aceptar la cura de almas? “Ah –decía entre gemidos- no es el trabajo lo que me cuesta; es la cuenta que hay que dar de la vida de párroco”. Y, realmente, esta perspectiva le tuvo inquieto hasta los últimos momentos. 

“Ah, amigo mío- comentaba un día al Rdo. Descôtes, suspirando angustiosamente- usted no sabe lo que es pasar de una parroquia al tribunal de Dios”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

lunes, 27 de marzo de 2017

Toma sobre sí el "no" de los hombres, para atraerlo de este modo a su "sí"


"Partiendo de la Última Cena y de la Resurrección, 
podemos afirmar que la Cruz es la extrema radicalización del amor incondicional de Dios, 
amor en el que, a pesar de todas las negaciones por parte de los hombres, 
Él se entrega, toma sobre sí el "no" de los hombres, para atraerlo de este modo a su "sí"."



(Benedicto XVI, Jesús de Nazaret 2ª parte)

domingo, 26 de marzo de 2017

La Iglesia, madre de vocaciones. Papa Francisco


La llamada de Dios se realiza por medio de la mediación comunitaria. Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se hace al lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una con-vocación. El dinamismo eclesial de la vocación es un antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo. Establece esa comunión en la cual la indiferencia ha sido vencida por el amor, porque nos exige salir de nosotros mismos, poniendo nuestra vida al servicio del designio de Dios y asumiendo la situación histórica de su pueblo santo. 

En esta jornada, dedicada a la oración por las vocaciones, deseo invitar a todos los fieles a asumir su responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional. Cuando los apóstoles buscaban uno que ocupase el puesto de Judas Iscariote, san Pedro convocó a ciento veinte hermanos (Hch. 1,15); para elegir a los Siete, convocaron el pleno de los discípulos (Hch. 6,2). San Pablo da a Tito criterios específicos para seleccionar a los presbíteros (Tt 1,5-9). También hoy la comunidad cristiana está siempre presente en el surgimiento, formación y perseverancia de las vocaciones (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 107).

(Papa Francisco, Jornada Mundial de Oración por las vocaciones 2016)

viernes, 24 de marzo de 2017

Silencio ante las críticas. Santo Cura de Ars (XLIII)


Dicen que sois un santo –le escribía, en nombre de muchos de sus compañeros, un sacerdote que prudentemente se había muy bien guardado de firmar- y sin embargo, no todos vuelven convertidos. Haríais muy bien en moderar vuestro celo mal entendido; de lo contrario, nos veremos forzados a advertir a Monseñor.

El inculpado contestó directamente al autor de la carta a quien reconoció por la letra:

“Señor Cura, os doy sinceramente las gracias por los caritativos avisos que os habéis dignado darme. Reconozco mi ignorancia y mi incapacidad. Si las personas de las parroquias vecinas no se han convertido después de haber recibido de mí los sacramentos, tengo de ello muchísima pena. Si os parece bien podéis escribir a Monseñor, quien según espero, tendrá la bondad de reprenderme… Pedid a Dios, si os place, señor Cura, que haga el menor mal y el mayor bien”.

Tal respuesta tuvo el resultado que había de tener. El autor de la carta se apresuró a escribir al Rdo. Vianney para excusarse, y esta vez no omitió la firma.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

jueves, 23 de marzo de 2017

Soledad del sacerdote. P. Segundo Llorente (I)


Al sacerdote le envuelve de ordinario la soledad. Yo puedo afirmar que he vivido el sacerdocio a solas conmigo mismo. Todo párroco va por la calle llevando consigo secretos que han de ir al sepulcro con él. Conoce los secretos más tremendos, no para divulgarlos, sino para enterrarlos en su pecho y que allí se pudran. Su corazón, pues, es un sepulcro de pecados ajenos.

Nunca han de faltar feligreses rebeldes que sacuden el yugo de la ley de Dios. Feligreses viciosos cuya mera presencia en la parroquia es una invitación general a la apostasía. Feligreses que tienen sus delicias en jugar a salvarse o condenarse. Feligreses que apostatan y se pasan a la herejía o al cisma o vuelven al paganismo de donde vinieron.

El párroco los ve a todos y cada uno agitarse en ese flujo y reflujo de comportamiento fatal y sufre más que si le arrancasen los dientes en carne viva; porque sobre el oleaje de esas tragedias sobrenada el temor de si habrá sido por culpa suya, del párroco, por lo que abandonaron a Dios esos feligreses que tal vez él mismo bautizó.


En el libro segundo de los Reyes en tiempos del rey Yehu leemos que “por aquellos días empezó Dios a mirar con hastío a Israel”. Mucho antes había mirado Dios con tal hastío a los hombres, que los ahogó sin compasión en el diluvio. El párroco pasa por momentos de esos hastíos. Son los sudores de sangre del huerto de Getsemaní. Pero gracias a Dios esos momentos no son más que eso: momentos, situaciones de ánimo momentáneas, nubarrones negros que flotan, amenazan, descargan, pasan y desaparecen.

(P. Segundo Llorente, Cuarenta años en el Círculo Polar)

miércoles, 22 de marzo de 2017

Silencio ante las críticas. Santo Cura de Ars (XLII)


“Hoy he recibido dos cartas –contaba en una explicación de catecismo- en la una me dicen que soy un santo, en la otra que soy un charlatán. La primera nada me ha añadido, la segunda nada me ha quitado.”

Después de la lectura de una misiva por el estilo, decía “casi contento”: “¡He aquí uno que me conoce bien! Si estuviese tentado de orgullo, tendría con que curarme!”



Pero el Cura de Ars hizo algo más que recibir las injurias con esta sobre natural filosofía. Las persecuciones de ciertos colegas le dieron ocasión de subir a un nuevo grado de humanidad. Él mismo firmó y envió al obispado una carta de denuncia, que por casualidad había caído en sus manos: “Ahora –dijo- tienen mi firma; no faltarán pruebas de convicción”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

domingo, 19 de marzo de 2017

XXI Jornada Mundial de la vida consagrada. Papa Francisco (III)


Ponernos con Jesús en medio de su pueblo. No como voluntaristas de la fe, sino como hombres y mujeres que somos continuamente perdonados, hombres y mujeres ungidos en el bautismo para compartir esa unción y el consuelo de Dios con los demás.

Nos ponemos con Jesús en medio de su pueblo porque «sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que [con el Señor], puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación. […] Si pudiéramos seguir ese camino, ¡sería algo tan bueno, tan sanador, tan liberador, tan esperanzador! Salir de sí mismo para unirse a otros» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 87) no sólo hace bien, sino que transforma nuestra vida y esperanza en un canto de alabanza. Pero esto sólo lo podemos hacer si asumimos los sueños de nuestros ancianos y los transformamos en profecía.


Acompañemos a Jesús en el encuentro con su pueblo, a estar en medio de su pueblo, no en el lamento o en la ansiedad de quien se olvidó de profetizar, porque no se hace cargo de los sueños de sus mayores, sino en la alabanza y la serenidad; no en la agitación, sino en la paciencia de quien confía en el Espíritu, Señor de los sueños y de la profecía. Y así compartamos lo que no nos pertenece: el canto que nace de la esperanza.

(Papa Francisco, XXI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, 2 febrero 2017)

sábado, 18 de marzo de 2017

La negligencia en las cosas pequeñas (II)


Como se dice en San Lucas 16, 10: “El que es fiel en las cosas pequeñas, también lo es en las grandes”. Aquel que cada día es fiel a los más pequeños deberes de la vida cristiana, o de la vida religiosa, recibirá la gracia de serlo hasta el martirio, si algún día le es preciso ofrecer a Dios el testimonio de su sangre.


 Entonces se realizaría plenamente en él la palabra del Evangelio: “Alégrate siervo bueno y fiel; porque has sido fiel en pocas cosas, yo te confiaré muchas más; entra en el gozo de tu Señor” (Mt 16, 23). Mas quien habitualmente descuida las cosas pequeñas pronto acaba por descuidar las grandes; ¿y cómo cumpliría en tal caso acciones de mayor dificultad que acaso le exigiría Dios?

(Las tres edades de la vida interior, Garrigou-Lagrange)

viernes, 17 de marzo de 2017

El misionero… imprescindible. P. Segundo Llorente (XXVI)


Con cuarenta villorios –de tres y cuatro chozas la mayoría- apartados unos de otros por distancias fenomenales, ¿qué otra cosa puede hacerse sino visitarlos en riesgosísimas excursiones en trineo? Con un promedio de tres visitas anuales a cada aldea se logra en parte que nadie muera sin bautismo, y que los adultos mueran con los sacramentos relativamente recientes y con instrucciones concernientes al acto de contrición y a los principales artículos de la fe.


Sin los misioneros, el distrito estaría envuelto en nubes espesas de supersticiones, hechicerías, ignorancia y paganismo. Gracias a los misioneros el distrito es oficialmente católico, y se celebra la Santa Misa en todo él, y se reciben con devoción los sacramentos; es decir, que plantamos y regamos, confiados en que Dios ha de dar el incremento.

Salta a la vista que este modo de evangelizar deja mucho que desear, pero es el mejor que hemos descubierto hasta ahora. En la práctica la tundra y las realidades del territorio imponen las limitaciones que Dios ha querido poner aún al más entusiasta de los misioneros.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 16 de marzo de 2017

¿Exagerados?


- Perdonadme Esteban, y hacedme la merced de aclararme racionalmente la situación. ¿No exigís demasiado a la naturaleza humana?

- Fijémonos en los hechos. Llevamos aquí doce años y nadie, que yo sepa, se ha muerto por falta de alimento o exceso de trabajo. ¿Acaso os parezco yo un pobre famélico?

- En absoluto.

- Pues lo mismo ocurre con todo mi rebaño. Las prescripciones de San Benito, que nos señalan dos raciones cocidas, una libra de pan y tres cuartas partes de una pinta de vino, no solo bastan para sostener el cuerpo y el alma separados . La carne lucha más contra el espíritu si está sobrealimentada.


- Pero eso, Esteban, es indudablemente más de lo que Dios exige.

- Depende de lo que queréis decir con esto, Pedro. Es cierto que Dios no exige hacer todo cuanto hacemos en Citeaux para ir al cielo. Ni siquiera exige lo que hacéis vosotros en Cluny. Una orden es una cosa y un consejo otra. Pero si creéis que en Citeaux hacemos más de lo que a Dios agrada, ¿cómo interpretáis esto? –dijo, tomando un crucifijo y alzándolo en la mano- ¡También se rieron de Él!

(Tres monjes rebeldes, P. Raymond)

miércoles, 15 de marzo de 2017

Compórtate como los muertos. Santo Cura de Ars (XLI)


El Cura de Ars no ignoraba las denuncias formuladas contra él ante su prelado. Más de una vez, algunos colegas amigos le rogaban que hablase en su defensa. Pero él siempre optaba por callarse y, para dar razón de su silencio, refería una anécdota sacada de su libro favorito, la Vida de los Santos.

Un santo dijo un día a uno de sus religiosos: “Ve al cementerio e injuria a los muertos”. El religioso obedeció, y al volver preguntóle el santo: “¿Qué han contestado?” “Nada”. “Pues bien, vuelve y haz de ellos grandes elogios”.


El religioso obedeció de nuevo, “¿Qué han dicho esta vez?” “Nada tampoco”. “¡Ea! –replicó el santo- tanto si te injurian, como si te alaban, pórtate como los muertos!”

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

martes, 14 de marzo de 2017

La medida del sacrificio ha de ser siempre la medida del amor.

         
La medida del sacrificio ha de ser siempre la medida del amor.

Sacrificio creador es aquel en el cual se prueba el amor. Que amamos lo decimos a cada instante. Si amamos probemos el amor con el sacrificio, como nos lo ha probado Jesús.

Los admirables frutos de la cruz están siempre en proporción con el amor y la generosidad con que la abrazamos.

El amor prueba la entrega, el sacrificio prueba el amor.

Para que el amor sea fuerte y valeroso es preciso clavarlo en la cruz.

lunes, 13 de marzo de 2017

domingo, 12 de marzo de 2017

XXI Jornada Mundial de la vida consagrada. Papa Francisco (II)


Volvamos al pasaje evangélico y contemplemos nuevamente la escena. Lo que despertó el canto en Simeón y Ana no fue ciertamente mirarse a sí mismos, analizar y rever su situación personal. No fue el quedarse encerrados por miedo a que les sucediese algo malo. Lo que despertó el canto fue la esperanza, esa esperanza que los sostenía en la ancianidad. Esa esperanza se vio recompensada en el encuentro con Jesús. Cuando María pone en brazos de Simeón al Hijo de la Promesa, el anciano empieza a cantar, hace una verdadera «liturgia», canta sus sueños. Cuando pone a Jesús en medio de su pueblo, este encuentra la alegría. Y sí, sólo eso podrá devolvernos la alegría y la esperanza, sólo eso nos salvará de vivir en una actitud de supervivencia. Sólo eso hará fecunda nuestra vida y mantendrá vivo nuestro corazón. Poniendo a Jesús en donde tiene que estar: en medio de su pueblo.

Todos somos conscientes de la transformación multicultural por la que atravesamos, ninguno lo pone en duda. De ahí la importancia de que el consagrado y la consagrada estén insertos con Jesús, en la vida, en el corazón de estas grandes transformaciones. La misión —de acuerdo a cada carisma particular— es la que nos recuerda que fuimos invitados a ser levadura de esta masa concreta. Es cierto, podrán existir «harinas» mejores, pero el Señor nos invitó a leudar aquí y ahora, con los desafíos que se nos presentan. No desde la defensiva, no desde nuestros miedos, sino con las manos en el arado ayudando a hacer crecer el trigo tantas veces sembrado en medio de la cizaña. Poner a Jesús en medio de su pueblo es tener un corazón contemplativo capaz de discernir cómo Dios va caminando por las calles de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, en nuestros barrios. Poner a Jesús en medio de su pueblo, es asumir y querer ayudar a cargar la cruz de nuestros hermanos. Es querer tocar las llagas de Jesús en las llagas del mundo, que está herido y anhela, y pide resucitar.

(Papa Francisco, XXI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, 2 febrero 2017)



sábado, 11 de marzo de 2017

Corazón redentor. P. Mendizábal (XXVI)


Tenemos que hacer el bien a quienes encontramos en nuestro camino. Hay que crear dentro este sentimiento, esta actitud de un corazón redentor que esté siempre pronto, que mire con amor a quienquiera que se acerca a nosotros. Hay que cuidarlo, es la actitud de María.

(Con María, P. Mendizábal)

viernes, 10 de marzo de 2017

Los santos sufrieron mucho más. Santo Cura de Ars (XL)


Aun los días de nieve y frío -cuenta Antonio Mandy- raramente seguíamos el camino más corto y mejor trillado. El señor Cura siempre tenía que ejercer su ministerio cerca de algún enfermo. El trayecto, empero, no se me hacía largo, pues el siervo de Dios sabía hacerlo corto, amenizándolo con hechos interesantes de las vidas de los Santos. Si alguna vez hacía yo algún comentario sobre la crudeza del frío o dificultad de los caminos, su respuesta estaba siempre pronta: “Los Santos, amigo mío, sufrieron mucho más. Ofrezcamos esto a Dios”. Cuando cesaba de hablar de cosas espirituales, se ponía a rezar el rosario. Todavía tengo el regusto del edificante recuerdo de aquellas conversaciones.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

jueves, 9 de marzo de 2017

Alter Christus Santa María Magdalena de Pazzis (II)


“¡Qué reverencia tan grande deberíamos profesarles! Ellos cierran el infierno y las bocas del demonio cuando nos dan la absolución de nuestros pecados y nos abren el cielo…. Por ello los demonios temen hasta el solo nombre de “sacerdote”.

Ante tal excelsa dignidad se anonada nuestro entendimiento y jamás acabamos de alabarlos. Aunque se convirtieran en lenguas todas las estrellas del cielo y pudieran hablar los granos de arena del mar, no se podría elogiar debidamente a tus Cristos.”

(Santa María Magdalena de Pazzi)

miércoles, 8 de marzo de 2017

Siempre dispuesto a complacer. Santo Cura de Ars (XXXIX)


El Cura de Ars, que en toda su vida de sacerdote no hizo jamás un solo viaje por puro recreo, sabía salir de su vida ordinaria –y ello hasta en sus últimos años- para prestar ayuda a sus compañeros. Puesto que, por sobrenatural complacencia, no se negaba a nada, siempre le hallaban dispuesto a todo. Como santo que era, se dejó explotar para el bien. Es cierto que se siente menos reparo en pedir auxilio a los que siempre se manifiestan dispuestos a complacer”.

Un día que se encontraba muy mal, se fue a pie a casa de un enfermo de Savigneux para oír su confesión. Estaba tan decaído que hubo de regresar en coche. Lo mismo le acaeció un día llovioso de otoño, al ser solicitado su ministerio en Rancé. Calado hasta los huesos, temblando de fiebre, le fue forzoso tenderse en la misma cama del enfermo. En esta postura le confesó. “Estaba más enfermo que el enfermo” –decía al regresar.


Muchas de estas actuaciones eran superiores a las fuerzas humanas, y no se explican sino por un celo para el bien llevado hasta el heroísmo. “Así era- exclama Catalina Lassagne- como nuestro santo Cura se sacrificaba por las almas”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)





martes, 7 de marzo de 2017

Consignas sobre el sacrificio


Siendo el Señor víctima por la Redención del Mundo, vuestros seguidores no han de estar animaos de otro espíritu que el del sacrificio y eso tanto más cuento más cerca os siguen.

Es preciso que arranque desde el fondo mismo del corazón una palabra generosa, sincera, verdadera; una palabra que hace lo que dice; palabra ante la cual tiemblan los cobardes y se asustan los pusilánimes. Esta palabra es "sacrificio", sacrificio en el cual se prueba el amor.


Quien no vence, no triunfa. Es un sueño, una ficción, un engaño, pretender la virtud sin vencer antes las pasiones desordenadas.

Sin sufrir, no puede uno acercarse a Dios, no puede amar, porque quien no busca la Cruz de Cristo no busca la Gloria de Cristo. El camino a la Luz es la Cruz.

domingo, 5 de marzo de 2017

XXI Jornada Mundial de la vida consagrada. Papa Francisco (I)


La liturgia de hoy nos dice que con ese rito, a los 40 días de nacer, el Señor «fue presentado en el templo para cumplir la ley, pero sobre todo para encontrarse con el pueblo creyente». El encuentro de Dios con su pueblo despierta la alegría y renueva la esperanza. 

El canto de Simeón es el canto del hombre creyente que, al final de sus días, es capaz de afirmar: Es cierto, la esperanza en Dios nunca decepciona (cf. Rm 5,5), él no defrauda. Simeón y Ana, en la vejez, son capaces de una nueva fecundidad, y lo testimonian cantando: la vida vale la pena vivirla con esperanza porque el Señor mantiene su promesa; y, más tarde, será el mismo Jesús quien explicará esta promesa en la Sinagoga de Nazaret: los enfermos, los detenidos, los que están solos, los pobres, los ancianos, los pecadores también están invitados a entonar el mismo canto de esperanza. Jesús está con ellos, él está con nosotros (cf. Lc 4,18-19).

Este canto de esperanza lo hemos heredado de nuestros mayores. Ellos nos han introducido en esta «dinámica». En sus rostros, en sus vidas, en su entrega cotidiana y constante pudimos ver cómo esta alabanza se hizo carne. Somos herederos de los sueños de nuestros mayores, herederos de la esperanza que no desilusionó a nuestras madres y padres fundadores, a nuestros hermanos mayores. Somos herederos de nuestros ancianos que se animaron a soñar; y, al igual que ellos, también nosotros queremos cantar hoy: Dios no defrauda, la esperanza en él no desilusiona. Dios viene al encuentro de su pueblo. Y queremos cantar adentrándonos en la profecía de Joel: «Derramaré mi espíritu sobre toda carne, vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y visiones» (3,1).


Nos hace bien recibir el sueño de nuestros mayores para poder profetizar hoy y volver a encontrarnos con lo que un día encendió nuestro corazón. Sueño y profecía juntos. Memoria de cómo soñaron nuestros ancianos, nuestros padres y madres y coraje para llevar adelante, proféticamente, ese sueño.

Esta actitud nos hará a los consagrados fecundos, pero sobre todo nos protegerá de una tentación que puede hacer estéril nuestra vida consagrada: la tentación de la supervivencia. Un mal que puede instalarse poco a poco en nuestro interior, en el seno de nuestras comunidades. La actitud de supervivencia nos vuelve reaccionarios, miedosos, nos va encerrando lenta y silenciosamente en nuestras casas y en nuestros esquemas. Nos proyecta hacia atrás, hacia las gestas gloriosas —pero pasadas— que, lejos de despertar la creatividad profética nacida de los sueños de nuestros fundadores, busca atajos para evadir los desafíos que hoy golpean nuestras puertas. La psicología de la supervivencia le roba fuerza a nuestros carismas porque nos lleva a domesticarlos, hacerlos «accesibles a la mano» pero privándolos de aquella fuerza creativa que inauguraron; nos hace querer proteger espacios, edificios o estructuras más que posibilitar nuevos procesos. La tentación de supervivencia nos hace olvidar la gracia, nos convierte en profesionales de lo sagrado pero no padres, madres o hermanos de la esperanza que hemos sido llamados a profetizar. Ese ambiente de supervivencia seca el corazón de nuestros ancianos privándolos de la capacidad de soñar y, de esta manera, esteriliza la profecía que los más jóvenes están llamados a anunciar y realizar. En pocas palabras, la tentación de la supervivencia transforma en peligro, en amenaza, en tragedia, lo que el Señor nos presenta como una oportunidad para la misión. Esta actitud no es exclusiva de la vida consagrada, pero de forma particular estamos llamados a cuidar de no caer en ella.

(Papa Francisco, XXI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, 2 febrero 2017)

sábado, 4 de marzo de 2017

En una balanza


En una balanza puse
toda mi felicidad
y con tan solo una pesa
se inclinó mi libertad.

Esa pesa era su vida
la vida de quien me salvó
pagando por mi rescate
una muerte de dolor.

Qué otra cosa podía hacer
que darle mi corazón,
mi libertad y mi vida,
mi ternura y mi ilusión.

Esta fue la gran pesa
que la balanza inclinó
Dios me entregó su vida,
la mía le entregué yo.

Han pasado muchos años
y hoy le quiero repetir
la misma promesa que un día
me hizo sentir tan feliz.


Mª Jesús Alcázar

viernes, 3 de marzo de 2017

Dios llama a muchos (II). P. Segundo Llorente (XXV)


Dios llama a muchos; pero son pocos los que se dan por aludidos. Se excusan con que si la novia, si la madre viuda, si la salud, si me comerán vivo los indios, si el suelo patrio, y en estas excusas se les pasa la juventud. Entre tanto Jesucristo sigue dando toquecitos a otros corazones jóvenes. “Mañana te abriremos –le responden-, para lo mismo responder mañana”.


(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 2 de marzo de 2017

Actualidad de la vocación de los II.SS.


Os encontráis hoy aquí para seguir trazando el recorrido iniciado hace sesenta años, en el que sois portadores cada vez más apasionados del sentido del mundo y de la historia en Cristo Jesús. Vuestro celo nace de haber descubierto la belleza de Cristo, de su modo único de amar, encontrar, sanar la vida, alegrarla, confortarla. Y esta belleza es la que vuestra vida quiere cantar, para que vuestro estar en el mundo sea signo de vuestro estar en Cristo.

En efecto, lo que hace que vuestra inserción en las vicisitudes humanas constituya un lugar teológico es el misterio de la Encarnación: «Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único» (Jn 3, 16). La obra de la salvación no se llevó a cabo en contraposición con la historia de los hombres, sino dentro y a través de ella. Al respecto dice la carta a los Hebreos: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo» (Hb 1, 1-2). El mismo acto redentor se realizó en el contexto del tiempo y de la historia, y se caracterizó como obediencia al plan de Dios inscrito en la obra salida de sus manos. 

(Discurso en el 60º aniversiario de la Provida Mater Ecclesia el 7 de febrero de 2007, 
S.S. Benedicto XVI)

miércoles, 1 de marzo de 2017

Vida interior parroquial. Santo Cura de Ars (XXXVIII)


¡Ah! En 1818, apenas si se rezaba en la parroquia. Hay que oír acerca del particular las lamentaciones del joven sacerdote. En las casas se había dejado la hermosa costumbre de la oración en familia, y el señor Vianney trabajó con todas sus fuerzas para restablecer la antigua tradición. Más tarde, como por evolución natural, procurará transformar esta oración privada en ejercicio público. Habrá llegado la hora en la que, a la caída de la tarde, el campanario de Ars, todos los días del año, lanzará su postrer llamamiento y entonces veremos a la gran familia parroquial acudir de todos lados a la iglesia para rezar el rosario y la oración. 

Todavía se atreverá a más. Procurará inspirar a aquellos humildes trabajadores algunas prácticas de devoción menos comunes, pero que hacen más perfecta la piedad. De esta manera les aconsejará el examen de conciencia diario y “una breve lectura edificante antes de acostarse, al menos durante el invierno, para grabar más profundamente las verdades de la salvación en sus corazones”.


El Cura de Ars nunca pensó que las personas dedicadas a los trabajos agrícolas fuesen incapaces de vida interior. A los sencillos campesinos, siempre en presencia de la naturaleza, este libro de Dios les enseña el secreto de meditar y de hacer oración:

“Hermanos míos, no son las largas ni las bellas oraciones las que Dios escucha, sino las que salen del fondo del corazón… Nada más fácil que rogar al buen Dios ni nada que consuele tanto”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)