miércoles, 1 de marzo de 2017

Vida interior parroquial. Santo Cura de Ars (XXXVIII)


¡Ah! En 1818, apenas si se rezaba en la parroquia. Hay que oír acerca del particular las lamentaciones del joven sacerdote. En las casas se había dejado la hermosa costumbre de la oración en familia, y el señor Vianney trabajó con todas sus fuerzas para restablecer la antigua tradición. Más tarde, como por evolución natural, procurará transformar esta oración privada en ejercicio público. Habrá llegado la hora en la que, a la caída de la tarde, el campanario de Ars, todos los días del año, lanzará su postrer llamamiento y entonces veremos a la gran familia parroquial acudir de todos lados a la iglesia para rezar el rosario y la oración. 

Todavía se atreverá a más. Procurará inspirar a aquellos humildes trabajadores algunas prácticas de devoción menos comunes, pero que hacen más perfecta la piedad. De esta manera les aconsejará el examen de conciencia diario y “una breve lectura edificante antes de acostarse, al menos durante el invierno, para grabar más profundamente las verdades de la salvación en sus corazones”.


El Cura de Ars nunca pensó que las personas dedicadas a los trabajos agrícolas fuesen incapaces de vida interior. A los sencillos campesinos, siempre en presencia de la naturaleza, este libro de Dios les enseña el secreto de meditar y de hacer oración:

“Hermanos míos, no son las largas ni las bellas oraciones las que Dios escucha, sino las que salen del fondo del corazón… Nada más fácil que rogar al buen Dios ni nada que consuele tanto”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

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