miércoles, 13 de mayo de 2015

Último recurso: la deserción. Santa Teresita del Niño Jesús (XXX).

Ya os he dicho, Madre mía amantísima, que el último recurso que tengo para no ser vencida en los combates es la deserción.

Durante una de vuestras bronquitis, fui una mañana muy despacito a dejar en vuestra celda las llaves de la reja del comulgatorio, pues era sacristana. Me agradaba mucho esa ocasión que tenía de veros.

Una hermana, animada de santo celo, al verme entrar en vuestra celda creyó que iba a despertaros; quiso cogerme las llaves, pero yo era demasiado lista para entregárselas y ceder mis derechos. Le dije, lo más finamente que pude, que tan buenos deseos tenía yo como ella de no despertaros, y que me tocaba a mí devolver las llaves.

Ahora comprendo que hubiera sido mucho más perfecto ceder ante aquella hermana. No lo comprendí entonces; por eso, queriendo a toda costa entrar en vuestra celda detrás de ella, a pesar de que empujaba la puerta para impedirme que pasase, pronto llegó la desgracia que ambas temíamos: el ruido que hicimos os hizo abrir los ojos…


Entonces, Madre mía, toda la culpa recayó sobre mí. La pobre hermana se puso a declamar todo un discurso que venía a decir: ha sido sor Teresa del Niño Jesús la que ha hecho el ruido… ¡Dios mío, que hermana más desagradable!

Yo, que opinaba todo lo contrario, sentía vivos deseos de defenderme; pero, afortunadamente, me vino una idea luminosa. Vi con claridad que, si empezaba a justificarme, no iba a poder conservar la paz de mi alma. Me daba cuenta también de que carecía de la virtud suficiente para dejarme acusar sin decir nada. Mi última tabla de salvación, pues, era la huida. Pensado y ejecutado: me marché silenciosamente, dejando que la hermana continuase su perorata, que bien se parecía a las imprecaciones de Camilo contra Roma.

Me palpitaba tan fuertemente el corazón, que me fue imposible ir lejos, y me senté en la escalera para gozar en paz del fruto de mi victoria. Aquello no era valentía, ¿verdad, Madre querida? Pero creo, sin embargo, que es mejor no exponerse al combate cuando la derrota es segura.


(Santa Teresita del Niño Jesús. Manuscrito dirigido a la Madre María Gonzaga).

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