viernes, 9 de octubre de 2015

Matrimonio de conveniencia. Santa Teresa de Jesús (XII)

Antonio se vio envuelto en el torbellino, y lo mismo que la niña había convencido a Rodrigo para que la acompañara al martirio, así le convenció para que dejara la casa paterna al mismo tiempo que ella y entrara en los dominicos cuando ella se uniera a su amiga Juana Suárez en el convento de la Encarnación.

Una de las mañanas de Octubre de 1535, cuando la tenue aurora rozaba las cimas de los árboles del jardín familiar, salió de su alcoba sin consentirse mirar atrás, caminando con paso de lobo y deteniendo la respiración delante de los dormitorios donde su padre y sus hermanos  dormían aún. Antonio, su hermano de 15 años, le ayudó a correr sigilosamente los cerrojos de la pesada puerta de entrada, a  abrirla, y luego a sujetarla para que ella se cerrase sin ruido sobre todo lo que dejaban detrás de ella. Era para siempre, y Teresa lo notaba por su desgarramiento.

         “Acuérdaseme, a todo mi parecer, y con verdad, que cuando salí de casa de mi padre, no creo será más el sentimiento cuando me muera; porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, que, como no había amor de Dios que quitarse el amor de padre y parientes, era todo haciéndome una fuerza tan grande, que si el Señor no me ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante. Aquí me dio ánimo contra mí, de manera que lo puse por obra”.

         Y así fue como Doña Teresa de Ahumada y Cepeda se entregó a su celestial Esposo en un matrimonio de conveniencia.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

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