jueves, 29 de octubre de 2015

Una caballerosidad más grande que la caballería misma. Tres monjes rebeldes (III)

- Señor: yo he sido educado por los monjes, de quienes he aprendido algo más... De ellos aprendí esa otra forma de hidalguía. Fue mucho, señor, lo que vos disteis a los pobres y a los hambrientos y  me siento orgulloso de la sangre que llevo en mis venas. Pero -añadió con vehemencia- ¡los monjes dieron más que vos, señor! Durante los tres años últimos las puertas de San Pedro de la Celle estuvieron abarrotadas de pobres. Ni uno solo se separó de ellas con las manos vacías. Para que esto sucediera, los monjes se morían de hambre! ¿Me oís, señor? ¡Se morían de hambre y se necesidad!

Teodorico estaba atónito. Nunca hasta aquel momento había oído hablar de aquella manera  a su hijo:

- Viendo aquello entonces ¡comprendí que existe una caballerosidad más grande que la caballería misma!

El tono de Roberto se hizo más profundo.

- Desde entonces, señor, he orado mucho y he consultado a mis maestros. Los monjes están dispuestos a recibirme. Mi madre consiente en que me vaya. Confieso mi cobardía al no habéroslo dicho antes, padre mío, pero ahora os suplico vuestro perdón, vuestra bendición y vuestro consentimiento.


(Tres monjes rebeldes, P. Raymond).

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