miércoles, 11 de enero de 2017

Guerra a la blasfemia. Santo Cura de Ars (XXX)


Con la blasfemia, siempre mala y culpable, era necesario ser implacable. Para un alma respetuosa con el santo nombre de Dios, era una cosa de todo punto insoportable. En aquella reducía aldea “tenía la pena de oír las blasfemias de labios de muchos niños que ni sabían rezar el Padrenuestro”. Jamás pudo tratar de asunto tan doloroso sin derramar lágrimas y volvía siempre a lo mismo en sermones y en el catecismo. Amenazaba a los blasfemos con todos los males posibles en este mundo y en el otro:

“¿No es un milagro extraordinario, que en una casa donde se halla un blasfemo no sea destruida por un rayo o colmada de toda suerte de desgracias? ¡Tened cuidado! Si la blasfemia reina en vuestra casa, todo irá pereciendo”.


De esta manera reprimía la blasfemia con unas enérgica severidad y procuraba por todos los medios hacerla objeto de horror para los niños y jóvenes.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

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