Su
orgullo también iba a quebrantarse. Siempre había ganado a los mejores en su
propio terreno, pero en Nuestra Señora de Gracia experimentará por primera vez,
con dolor, que le falta una forma específica de sensibilidad, una perfección,
una grandeza: “Si veía a alguna tener lágrimas cuando rezaba, u otras virtudes,
habíala mucha envidia, porque era tan recio mi corazón en este caso, que si
leyera toda la Pasión no llorara una lágrima; esto me causaba pena”.
Ella, tan audaz, se topa con un obstáculo
que reside en ella misma: es una incapacidad para comprender a Dios y para
amarle.
Siguiendo los consejos de María de
Briceño, comenzó a rezar mucho en voz alta y a pedir que rezaran por ella a fin
de que Dios le mostrase claramente el camino en el que le serviría mejor; “mas
todavía deseaba que no fuese monja”.
(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).
No hay comentarios:
Publicar un comentario