No hay vocación más religiosa que el
trabajo. Un laico católico, hombre o mujer, es alguien que toma el trabajo en
serio. Sólo el cristianismo ha dado un sentido religioso al trabajo y reconoce
el valor espiritual del progreso tecnológico.
Tenéis como finalidad la santificación de
la vida permaneciendo en el mundo, en el propio puesto de trabajo y de
profesión: vivir el Evangelio en el mundo, viviendo verdaderamente inmersos en
el mundo, pero para transformarlo y redimirlo con el propio amor de Cristo.
Realmente es una gran ideal el vuestro.
Tal es vuestro mensaje y vuestra
espiritualidad: vivir unidos a Dios en medio del mundo, en cualquier situación,
cada uno luchando por ser mejor con la ayuda de la gracia, y dando a conocer a
Jesucristo con el testimonio de la propia vida.
¿Hay algo más bello y más apasionante que
este ideal? Vosotros, insertos y mezclados en esta humanidad alegre y dolorosa,
queréis amarla, iluminarla, salvarla: ¡benditos seáis y siempre animosos en
este vuestro intento!
(S. Juan Pablo II)
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