viernes, 25 de noviembre de 2016

Fustigar los vicios. Santo Cura de Ars (XXVIII)


El pobre predicador harto lo sabía: se dirigía a los ausentes y “hablaba a las paredes”. A pesar de todo, en ciertas solemnidades, por tradición se reunía en la iglesia casi toda la parroquia. Ocasión excelente para el joven sacerdote de fustigar los vicios que perdían a tantas almas.

“Me diréis algunos: ¡Hablarnos del baile y del mal que allí se hace es perder el tiempo! No importa, al obrar así, hago lo que debo hacer; no hay para qué irritarse; vuestro pastor cumple con su deber”.
¡Pobre Cura de Ars! ¡Mil ocasiones de pecado se ofrecían a las almas, ante sus ojos! ¿Había de soportarlo? ¿Tenía obligación de salvar aquellas almas y de vengar el honor de Dios ultrajado? Blasfemia y trabajo del domingo, bailes y tabernas, citas en los caminos, canciones y pláticas obscenas, todo lo englobará en una común maldición y declarará guerra sin cuartel a todos estos enemigos reunidos. Durante varios años, según el consejo de San Pablo, “insistirá, reprenderá, amenazará y exhortará”, “oportuna e inoportunamente” en el púlpito, en el confesionario, en las visitas y en las conversaciones. Nada le arredrará.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

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