domingo, 2 de noviembre de 2014


“Reflexionemos, pues, juntos a la luz de la fe. Nuestra vida es un don de Dios. Debemos hacer algo bueno. Hay muchas maneras de gastar bien la vida, poniéndola al servicio de ideales humanos y cristianos. Si hoy os hablo de consagración total a Dios es porque Cristo  llama a muchos de entre vosotros a esta extraordinaria aventura. Él necesita, quiere tener necesidad de vuestras personas, de vuestra inteligencia, de vuestras energías, de vuestra fe, de vuestro amor y de vuestra santidad. Encontraréis dificultades. ¿Creéis quizá que no las conozco? Os digo que el amor vence cualquier dificultad. La verdadera respuesta a cada vocación es obra de amor. La respuesta a la vocación sacerdotal, religiosa, misionera, puede surgir solamente de un  profundo amor a Cristo. Esta fuerza de amor os la ofrece Él mismo, como don que se añade al don de su llamada y hace posible vuestra respuesta. Tened confianza en "Aquél que es poderoso para hacer que copiosamente abundemos más de lo que pedimos o pensamos" (Ef 3,20). Y, si podéis, dad vuestra vida con alegría, sin miedo, a Él, que antes dio la suya por vosotros.” 


(San Juan Pablo II)


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