Pero ahora supongamos (lo
que con frecuencia sucede en todas las religiones) que uno, después de haber
estado un poco tiempo en la religión tranquilo y contento, después no esté ya
de buena gana, que encuentre motivos de queja; que le moleste el calor, el
frío, la comida, la obediencia; que todo le cause disgusto: ¿Esto es señal de
que éste no tenía vocación?
Tened en cuenta en primer
lugar que es cierto que quien se decida a servir al Señor, no ha de caminar
siempre sobre rosas, sino que encontrará también cardos y espinas. El señor
nunca nos ha dicho: “El que me siga, caminará sobre rosas” sino que
invitándonos a seguirle nos dice: Si quis vult venire post me, abneget
semetipsim, tollat crucem suam. El Señor nos invita a renunciar a nosotros
mismos y a ponernos al hombre la cruz. Esto es, nosotros, al ponernos en camino
de seguir a nuestro divino Maestro, debemos estar dispuestos a soportar toda
pena por su amor. Y si hay que sufrir calor, o frío, o disgusto: si no nos
gusta bastante la comida o cualquier otra cosa, debemos estar muy contentos de
poder sufrir por aquel Jesús que padeció mucho más que nosotros. Pero
Jesucristo mismo, nuestro divino Maestro, nos hizo notorio que no nos faltarán
las tribulaciones y nos dijo: “Quien quiere gozar con Cristo, debe estar
crucificado con Él”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario