“En el “niégate” está la labor
de un alma que sólo quiere vivir escondida,
que nada quiere para sí, que
sólo por amores divinos suspira,
y que comprende que no sólo la
renuncia al mundo quiere Dios,
sino que hay otra cosa más difícil:
la renuncia a uno mismo.”
(S. Rafael Arnaiz)
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