¡Qué hermosa fue la fiesta! No faltó nada, ni siquiera la
nieve… Siempre había deseado que en el día de mi toma de hábito la naturaleza
estuviese, como yo, ataviada de blanco. La víspera de este hermoso día, miraba
yo tristemente el cielo gris, del que de vez en cuando se desprendía una lluvia
fina; y la temperatura era tan suave, que ya no esperaba la nieve. A la mañana
siguiente el cielo no había cambiado.
Cuando después de la ceremonia volví a entrar en la clausura,
mi mirada se poso sobre los copos de nieve….¡El patio estaba de blanco, como
yo!
¡Qué delicadeza la de Jesús! Cumpliendo los deseos de su
pequeña prometida, le daba nieve… ¿Qué mortal, por poderoso que sea, puede
hacer caer nieve del cielo para complacer a su amada?
(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita
del Niño Jesús).
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