Nuestro querido papá quedó apenadísimo al salir de la
audiencia y encontrarme deshecha en lágrimas. Hizo lo que pudo por consolarme,
pero en vano.
En el fondo de mi corazón yo sentía una gran paz, pues había
hecho absolutamente todo lo que estaba en mi poder por mostrarme fiel a los que
Dios me pedía. Pero esta paz estaba en el fondo, y la amargura llenaba mi alma,
pues Jesús callaba.
Sin embargo, las últimas palabras del Santo Padre debían
haberme consolado. ¿No eran, en efecto, una verdadera profecía? A pesar de
todos los obstáculos, se realizó lo que Dios quiso. No permitió a las criaturas
hacer lo que ellas querían, sino lo que quería Él…
(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita
del Niño Jesús).
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