“Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de
Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás
de Jesús.” (Lc 23,26).
La cruz
se hace pesada para el mismo Jesús. Un hombre es obligado por la tropa a
ayudarle, pero ¡cuál no sería su dicha! Recordando las palabras del Maestro:
“Lo que hagáis a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo hacéis”,
pedimos por los sacerdotes y especialmente por tantas almas consagradas que
dedican sus vidas a la obras de misericordia espirituales y corporales en
colegios, centros de atención, hospitales, asilos, residencias de forma
asociada o individual y de muchas otras formas… Pedimos también por los
sacerdotes que se encuentran en dificultades tanto físicas como espirituales,
para que encuentren siempre ayuda por parte de sus superiores, de sus
confesores y directores espirituales, así como de sus comunidades y parroquias.
Reparamos
por aquellos sacerdotes y consagrados que cegados por el egoísmo y la comodidad
se hacen indolentes ante el dolor ajeno y cierran sus corazones ante las
necesidades de sus hermanos.
(Sacerdotes de la Iglesia del Salvador, Toledo)
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