sábado, 7 de marzo de 2015

P. Mendizábal (II).

Esta preparación del corazón para Él sólo la llevó a cabo en un grado infinito en la Santísima Virgen. Y así Ella se sentía toda atraída a Dios con una atracción sencilla.

Amaba tanto a Dios que ni siquiera reflexionaba en si amaba a Dios, porque la reflexión en el amor quita algo del amor, y Ella no reflexionaba. Una madre nunca reflexiona si ama a su hijo. Le parecía natural ser toda de Dios.

Y así, como un lirio abierto hacia Dios, se ofrece la Santísima Virgen durante toda su vida, con sencillez, sin compararse con los demás

Esa es la virginidad, ése es el estado interior de quien se entrega sólo a Dios. La virginidad no está tanto en la parte física, ni está en el mero pudor infantil con su actitud de reserva. Lo esencial de la virginidad está en el corazón abierto sólo a Dios, y si el corazón está sólo para Dios, lo demás será una consecuencia, lo arrastrará consigo.

(En el Corazón de Cristo, P. Mendizábal).



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