Al terminar mi año de noviciado, nuestra Madre me dijo que no
soñara con pedir la profesión. Debía esperar, todavía, ocho meses….
En un principio se me hizo dificilísimo aceptar este gran
sacrificio; pero pronto brotó una luz en mi alma.
Un día, durante la oración, comprendí que el deseo tan vivo
que tenía de profesar iba mezclado con un gran amor propio. Puesto que me había
entregado a Jesús para complacerle y consolarle, no debía obligarle a hacer mi
voluntad en lugar de la suya.
(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita
del Niño Jesús).
No hay comentarios:
Publicar un comentario