Quisiera
decir unas palabras especialmente a los jóvenes sacerdotes, religiosos y
seminaristas, aquí presentes. Os pido que compartáis la alegría y el entusiasmo
de vuestro amor a Cristo y a la Iglesia con todos, y especialmente con los de
vuestra edad. Que estéis cerca de los jóvenes, que pueden estar confundidos y
desanimados, pero que siguen viendo a la Iglesia como compañera en el camino y
fuente de esperanza. Estar cerca de aquellos que, viviendo en medio de una
sociedad abrumada por la pobreza y la corrupción, están abatidos, tentados de
darse por vencidos, de abandonar los estudios y vivir en la calle. Proclamar la
belleza y la verdad del mensaje cristiano a una sociedad que está tentada por
una visión confusa de la sexualidad, el matrimonio y la familia. Como sabéis,
estas realidades sufren cada vez más el ataque de fuerzas poderosas que
amenazan con desfigurar el plan de Dios sobre la creación y traicionan los verdaderos
valores que han inspirado y plasmado todo lo mejor de vuestra cultura.
Cristo
murió por todos para que, muertos en él, ya no vivamos para nosotros mismos,
sino para él (cf. 2 Co 5,15). Queridos hermanos obispos, sacerdotes y
religiosos: pido a María, Madre de la Iglesia, que os conceda un celo
desbordante que os lleve a gastaros con generosidad en el servicio de nuestros
hermanos y hermanas. Que de esta manera, el amor reconciliador de Cristo
penetre cada vez más profundamente en el tejido de la sociedad filipina y, a
través de vosotros, hasta los confines de la tierra. Amén.
(Papa
Francisco en Sri Lanka, Enero 2015)
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