viernes, 24 de abril de 2015

La mies es mucha (I)

Los jesuitas, cuando queremos hablar de S. Ignacio, decimos “el magis” ignaciano: magis, una palabra latina que quiere decir más. S. Ignacio siempre buscaba lo más: no lo bueno, sino lo mejor; no la gloria de Dios, sino la mayor gloria de dios; no “servir” a nuestro Señor, sino distinguirse en el servicio a nuestro Señor. Siempre lo más. Y Segundo nació para “lo más”.

         Cuando tuvo quince años le dijo a mi padre: “Yo quiero ir al seminario: quiero ser sacerdote”. Casi seguro, porque el párroco del pueblo era el personaje más importante, y Segundo quería ser importante: “Para quedarme con todos los demás, y ser uno más del pueblo… Aquí, el que sobresale es el cura, el párroco… ¡Yo voy al seminario!”.

         Fue al seminario de la diócesis de León. Y estando en el seminario llega un jesuita y da Ejercicios a los seminaristas. Y al hacer los Ejercicios, Segundo dice: “¿Cómo yo me voy a quedar…? ¡Yo, jesuita!” Estando en el noviciado, pasa por allí un misionero de China y habla a los novicios: “Ustedes, ¿qué van a hacer en España? En España el que se condena es porque le da la gana; tiene todos los medios para salvarse: tiene iglesias, tiene sacerdotes, tiene todo… Pero hay miles y millones de paganos que no han oído nunca hablar de Jesucristo…”

         Esa conversación bastó para que Segundo dijera: “¡A las misiones!” Y si hay que ir a las misiones, ¿cuál es la más difícil? En aquel momento Pío XI había escrito que la misión de Alaska era la tarea más heroica en la Iglesia católica, y Alaska se le metió a Segundo en su corazón y en el alma y en la ilusión y en los ideales….y ya no era más que ¡Alaska!


         (Hermano del P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)


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