¡Qué difícil es para el trapense el escribir las impresiones
sobre la Trapa!
El que llega del mundo ve en estas abadías cistercienses
motivos suficientes para meditar, pensar y reflexionar, y si su alma es un poco
artista, gozará con el silencio y la paz del Monasterio, pero no crea que en
todo eso está Dios, sino que para encontrar a Dios hay que prescindir de todo
eso.
¡Sólo Dios debe ocupar el alma! La paz no la da el silencio,
ni los cipreses del claustro, ni el canto de los pájaros…, la paz para el
trapense es Dios, y fuera de Él no hay nada que merezca la pena.
¡Señor, sólo Tú…., sólo Tú permaneces…., nada hay bajo el sol
que llene el corazón del hombre sino Tú! ¡Y mi corazón está sediento de Ti y te
busca como el ciervo las fuentes, como dice David. Fuera de lo que no eres Tú,
todo son tinieblas!
(S. Rafael Arnaiz, Saber Esperar)
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