El amor a las criaturas con la muerte se acaba…., el deseo de gloria
humana con la muerte se termina…, y los negocios del mundo con la muerte se
desvanecen en nada… Solamente el amor a Dios se aumenta con la muerte, es
decir, que lo que yo tengo, lo tengo para siempre, me lo dice la fe. En cambio,
lo que he dejado en el mundo, es solamente prestado para unos cuantos años…
después…, nada…
Por eso, queridísimos padres, cuando yo soy tan feliz aquí en
mi Monasterio, poseyendo solamente una túnica y una capa por todo caudal, y veo
que no hace falta más para ser feliz en la tierra, y pienso en vosotros, y
tengo unos ardentísimos deseos de poder comunicároslo que siento en aquellos
momentos, y deciros a vosotros y a mis
hermanos: “No os preocupéis del mundo y sus negocios, no os inquiete el
porvenir, dejarlo en manos de Dios, no os aficionéis a las cosas de la tierra,
pues es perder el tiempo, acudid a Dios, y en Él hallaréis paz; primero aquí en
la tierra, y después en el Cielo…
(S. Rafael Arnaiz, Saber Esperar)
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