viernes, 17 de julio de 2015

En los secretos del trineo (II). P. Segundo Llorente (VII)

         Prefiero pintar la verdad desnuda a cubrirla con un ropaje de leyenda; como si, por el mero hecho de ser uno misionero, Dios le abrumase a consuelos místicos que le hagan regocijarse en los sufrimientos, como leemos en los mártires de antaño. Claro que Dios puede mandar un ángel  a Getsemaní; pero dejará que su Hijo querido apure el cáliz hasta las heces.

         En Alaska, como en el resto del mundo, el reino de los cielos padece violencia, y sólo aquellos que se la hacen le arrebatan. El que espere en Alaska novedades y poesía, que no venga; porque se va a llevar tal chasco, que correrá el peligro de echarlo todo por la borda. Asimismo son indeseables (y no caigan en la tentación de venir) los caracteres serios, los pesimistas, los mandones, los melancólicos y los endebles.  

         Después de tres semanas de marchas y contramarchas alrededor de la misión, obtuve carta de examen –digámoslo así- y quedé capacitado para agarrarme a las manillas del trineo y lanzarme a la conquista de las almas. No deja de ser consolador el hecho de que nuestra madre iglesia se acomoda a todas las gentes y las gana para sí usando las costumbres de los países respectivos.


(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)


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