Con la
voz y el corazón de los Padres sinodales hago mías las palabras y los
sentimientos del «Mensaje final del Sínodo al Pueblo de Dios»: «Con ánimo
agradecido y lleno de admiración nos dirigimos a vosotros, que sois nuestros
primeros cooperadores en el servicio apostólico. Vuestra tarea en la Iglesia es
verdaderamente necesaria e insustituible. Vosotros lleváis el peso del
ministerio sacerdotal y mantenéis el contacto diario con los fieles. Vosotros
sois los ministros de la Eucaristía, los dispensadores de la misericordia
divina en el Sacramento de la Penitencia, los consoladores de las almas, los
guías de todos los fieles en las tempestuosas dificultades de la vida».
«Os
saludamos con todo el corazón, os expresamos nuestra gratitud y os exhortamos a
perseverar en este camino con ánimo alegre y decidido. No cedáis al desaliento.
Nuestra obra no es nuestra, sino de Dios».
«El que
nos ha llamado y nos ha enviado sigue junto a nosotros todos los días de
nuestra vida, ya que nosotros actuamos por mandato de Cristo»
(Fragmento
de la Introducción de la Exhortación Apostólica postsinodal "Pastores dabo
vobis").
No hay comentarios:
Publicar un comentario