martes, 9 de junio de 2015

Antes de poner la lengua en movimiento hay que poner el cerebro en funcionamiento

       Antes de oír hablar a una persona no alabes a nadie, porque la palabra es la prueba del hombre. "El horno prueba los vasos del alfarero, la prueba del hombre es su conversación" (Eclo. 26, 6).

         Hay varios defectos que suelen aparecer en el hablar cuando este va con falta de caridad.

         1º) Monopolizar la conversación, son las personas que solo hablan, hablan y hablan, que hasta hastían, que aburren y que parece que solo es importante lo que ellos dicen.

         2º) Hablar a gritos de manera que atronan los oídos. Las personas que aspiran a hacerse notar o a "imponer" sus opiniones a base de gritos son personas que no saben que el Amor incluso se propone, pero no se impone, y que la verdad tiene tanta fuerza que se "abre paso con suavidad".

         3º) Emplear palabrotas o frases grotescas, que es señal de poca cultura y educación. Nuestro lenguaje siempre ha de ser decente y respetuoso sin estridencias y mucho menos lleno de palabrotas. El Señor modelo de todo siempre hablo sin estridencias, nunca un enfado, o para imponer una idea justifica frases o palabras grotescas, tacos o similares. Las palabrotas son manifestación normalmente de la ira o de la impaciencia.

         4º) El criticar o murmurar es la gran lacra de toda conversación. La murmuración y ya la difamación, la calumnia y los pecados de la lengua no los permitamos jamás en nuestra presencia. Si no hay nada bueno que decir de una persona, mejor no decir nada. Persona que murmura o difama muestra que su corazón está enfermo. Hay que huir de la peste de la difamación y también de los ambientes o personas que lo hacen.


         Si guardáramos estas cuatro sencillas reglas que han de nacer del corazón nuestra conversación sería en todo momento sencilla, agradable y provechosa.

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