Jesucristo es el evangelizador esencial del reino de Dios, es
el Salvador del mundo entero; pero no se le ve trabajar en esta obra divina,
aun siendo Dios como era, sino bajo la obediencia del Padre celestial. Un
apostolado de pura obediencia humana habría andado por otro camino, habría
empleado otros medios, habría seguido leyes muy diferentes; pero siendo divina
la norma que sigue, le vemos factus
obediens usque ad mortem, mortem autem crucis. Ignacio, pues, hará una
religión en que la autoridad esté tan penetrada cuanto sea posible de aquella
voluntad divina, que dirige el apostolado y la redención de Jesucristo, y esta
autoridad la aplicará toda a la santificación de las almas, a mayor gloria de
Dios. Así la obediencia será apostolado, y todo el ser de la Compañía, obra
esencialmente apostólica.
(S. Ignacio de Loyola, P. Casanova).
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