jueves, 18 de junio de 2015

Institutos Seculares (IX)

Los Institutos Seculares han de ser encuadrados en la perspectiva en que el Concilio Vaticano II ha presentado la Iglesia, como una realidad viva, visible y espiritual al mismo tiempo, que vive y se desarrolla en la historia, compuesta de muchos miembros y de órganos diferentes, pero íntimamente unidos y comunicándose entre sí, partícipes de la misma fe, de la misma vida, de la misma misión, de la misma responsabilidad de la Iglesia y, sin embargo, diferenciados por un don, por un carisma particular del Espíritu vivificante, concedido no sólo en beneficio personal, sino también de toda la comunidad. El aniversario de la Provida Mater Ecclesia que quiso expresar y aprobar vuestro particular carisma os invita, pues, según la indicación del Concilio, al «retorno a las fuentes de toda vida cristiana y a la primitiva inspiración de los Institutos», a comprobar vuestra fidelidad al carisma originario y propio de cada uno.

Si nos preguntamos cuál ha sido el alma de cada Instituto Secular que ha inspirado su nacimiento y su desarrollo, debemos responder: el anhelo profundo de una síntesis; el deseo ardiente de la afirmación simultánea de dos características: 1) la total consagración de la vida según los consejos evangélicos, y 2) la plena responsabilidad de una presencia y de una acción transformadora desde dentro del mundo para plasmarlo, perfeccionarlo y santificarlo. Por un lado, la profesión de los consejos evangélicos -forma especial de vida que sirve para alimentar y testimoniar aquella santidad a que todos los fieles están llamados- es signo de la perfecta identificación con la Iglesia, mejor, con su Señor y Maestro y con la finalidad que Él le ha confiado. Por otro lado, permanecer en el mundo es señal de la responsabilidad cristiana del hombre salvado por Cristo y, por tanto, empeñado en «iluminar y ordenar todas las realidades temporales..., a fin de que se realicen y prosperen según el espíritu de Cristo, y sean para alabanza del Creador y Redentor».

En este marco, no puede menos de verse la profunda y providencial coincidencia entre el carisma de los Institutos Seculares y una de las líneas más importantes y más claras del Concilio: la presencia de la Iglesia en el mundo. Efectivamente, la Iglesia ha acentuado vigorosamente los diferentes aspectos de sus relaciones con el mundo: ha recalcado que forma parte del mundo, que está destinada a servirlo, que debe ser su alma y su fermento, porque está llamada a santificarlo, a consagrarlo y a reflejar en él los valores supremos de la justicia, del amor y de la paz."


(Discurso a los responsables generales  y miembros  de los Institutos Seculares en el XXV Aniversario de la "Provida Mater Ecclesia" S. S. Pablo VI, 2 de febrero de  1972)

No hay comentarios:

Publicar un comentario