sábado, 30 de mayo de 2020

La modestia, incomprensible para el mundo


La modestia es una virtud, y por tanto, una exigencia de vida. No estamos hablando de ningún “extra”, un capricho a elegir por el que se puede optar o del que se puede prescindir: NO. La modestia es un componente esencial –ESENCIAL- de la pureza, y debemos esforzarnos por cuidarla, trabajarla, vivirla, porque sin pureza no hay auténtico amor. 

No esperemos que el mundo la entienda, porque no lo hará. Comprender la moral cristiana sin aceptar a Dios, es imposible. Los cristianos, en la sociedad secularizada en la que vivimos, estamos en otra onda, como expresa el jesuita Ciszek en su libro “Caminando por valles oscuros”, cuando iba en el tren sufriendo su deportación a Siberia, en relación a los que le acompañaban: 

"Me escandalizaba su lenguaje, en el que las blasfemias eran habituales, pero aquello no era nada comparado con el abismo que separaba mi visión de la vida en general de la suya, no teníamos prácticamente nada en común, excepto tal vez el instinto humano de supervivencia. Un instinto que en ese momento provocaba en mí un leve temblor. Por lo demás, despreciaban todo lo que yo valoraba; lo que yo consideraba virtudes, para ellos no eran más que señales de debilidad; según su código moral, todo lo que para mí era pecado, ellos lo tenían por virtud. Eran ateos, materialistas, oportunistas y absolutamente faltos de escrúpulos." 


El mundo aborreció a Cristo cuando vino a la tierra, y sigue haciéndolo ahora. Como seguidores suyos, no esperemos que a nosotros nos entiendan, porque “si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero no sois del mundo. Sabed que a Mí me aborreció antes que a vosotros”.

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