viernes, 28 de octubre de 2016

Los tres clavos del misionero (II). P. Segundo Llorente (XX)


3. La disipación. En las misiones, como en cualquier otro lugar, se impone el alerta. Ni el decir adiós a los padres y hermanos, ni el renunciar voluntariamente a la patria y a los amigos, ni el surcar mares ignotos en busca de almas, son bastante para sostener espiritualmente al misionero, si este descuida los ejercicios espirituales de costumbre. A los dos días que abandone la oración y la presencia de Dios, se encuentra tibio y vacío de pensamientos y motivos espirituales, lo mismo que le acaece al religioso en la comunidad más observante. 

Dios no quiere que el misionero se envanezca creyendo que ha hecho mucho por él yendo a las misiones; al contrario, quiere que se convenza de que la vocación misionera es una gracia especialísima, un como regalo inmerecido, que Dios hace al misionero y por el cual exige pruebas de amor y fidelidad, que tal vez no le hubiera exigido si no le hubiera escogido para misionero.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

No hay comentarios:

Publicar un comentario