jueves, 13 de octubre de 2016

Institutos Seculares (XVI)


“Debemos expresar una profunda gratitud al Padre de infinita misericordia, quien ha considerado en su corazón las necesidades de la humanidad, y con la fuerza vivificadora del Espíritu ha emprendido en este siglo iniciativas nuevas para su redención. Sea honor y gloria a Dios por esta irrupción de gracia, los Institutos Seculares, en los cuales manifiesta su inagotable benevolencia con que la propia Iglesia ama al mundo en nombre de su Dios y Señor.

La novedad del don que el Espíritu ha hecho a la fecundidad perenne de la Iglesia, en respuesta a las exigencias de nuestro tiempo, se aprecia sólo si se comprenden bien sus elementos constitutivos en su inseparabilidad: la consagración y la secularidad; el consiguiente apostolado de testimonio, de compromiso cristiano en la vida social y de evangelización; la fraternidad, que, no determinada por una comunidad de vida, es verdaderamente comunión; la misma forma externa de vida, que no se distingue del ambiente en el cual está presente.

En este momento es obligado conocer y dar a conocer esta vocación tan actual y, aun diría yo, tan urgente de personas que se consagran a Dios practicando los consejos evangélicos, y con tal consagración especial, se esfuerzan por impregnar toda su sida y todas sus actividades creando en sí mismas una total disponibilidad a la voluntad del Padre y trabajando por cambiar el mundo desde dentro (cfr. Alocu. agosto 1980).” 

(Discurso a la Asamblea Plenaria de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares. S.S San Juan Pablo II, 6 de Mayo de 1983)

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