La vida del alma que aspira a la santidad ha de ser alma de
oración. El alma que no ama la oraciones difícil o mejor diría, moralmente
imposible que sea buena. Si veis un alma tibia, decid: hace mal la oración, y
diréis toda la verdad. El gran empeño del Demonio en cuanto a las almas que
aspiran a la santidad, es hacerles perder la oración, porque si lo vence en
eso, lo vencerá en todo.
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