jueves, 19 de noviembre de 2015

¿Acaso el claustro es para los enclenques? Tres monjes rebeldes (IV)

Teodorico continuaba la conversación con su hijo.

- Dios no te ha hecho manifestaciones personales y directas de ninguna clase acerca de tu vocación… ¿No sabes que prácticamente todos nos hemos visto asaltados por esa ocurrencia en alguna época de nuestra juventud? Tienes los hombros demasiado anchos y los muslos demasiado fuertes para ocultarlos con una cogulla, muchacho. Dios te ha proporcionado un magnífico cuerpo de guerrero.

- ¿Acaso el claustro es sólo para los enclenques? -se atrevió a objetar Roberto, desafiante.

- Claro que no -se apresuró a responder su padre-. Pero los verdaderos guerreros son para el mundo -añadió tratando de estimular el orgullo de su hijo, exaltando la profesión de las armas-. Tú serás un gran guerrero. Me lo dicen tus ojos. Tienes algo más que una espléndida presencia física. ¡Posees el fuego en el alma! Pero vamos, vamos… Se está haciendo tarde y es hora de que los jóvenes descansen. ¡Ya se te pasará esa fantasía!...

- Señor -exclamó de pronto Roberto-, no son fantasías y no se pasarán. ¡Yo no soy un niño!

El joven temblaba. Su semblante aparecía más encendido que nunca, y dejó la estancia.


(Tres monjes rebeldes, P. Raymond).


No hay comentarios:

Publicar un comentario